La circulación bajo lluvia obliga a adoptar precauciones evidentes, pero a menudo olvidadas.
La circulación bajo lluvia obliga a adoptar precauciones evidentes, pero a menudo olvidadas.

Cinco reglas básicas para circular bajo la lluvia

Es evidente que el tráfico aumenta cuando empieza a llover. El coche nos guarece, pero la visibilidad empeora y cambian aspectos relevantes del coche y la calzada

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El comparador online Tallerator ha resumido en cinco puntos qué debemos tener en cuenta cuando la lluvia nos sorprende al volante. Consejos sencillos que, a buen seguro, nos evitarán sustos circulando en condiciones meteorológicas adversas.

1. Mantener la distancia de seguridad. Cuando toca conducir bajo lluvia la visión se reduce. Por ello, es aún más importante prestar atención a la distancia de seguridad con el vehículo que nos precede.

Según la intensidad del agua que caiga, la distancia de frenado se duplica y hasta triplica respecto al asfalto seco. Los metros que recorre el coche hasta detenerse por completo: con lluvia y a 120 km/h recorreremos más de 120 metros, llevemos o no ABS (distancia de seguridad aconsejable de 60 metros); y a 50 km/h unos 30 metros.

Además de evitar sustos y colisiones, la distancia de seguridad previene parcialmente del agua desprendida desde la trasera de los vehículos. Ojo a los más pesados, pues su capacidad de frenada es menor. Otro consejo es utilizar el motor para disminuir la velocidad y pisar el freno con suavidad, dosificando la retención y aprovechando al máximo el agarre de los neumáticos. Buena parte del parque cuenta con antibloqueo de frenada ABS. Sin él un frenazo bloquea las ruedas, de modo que para evitarlo hay que ahuecar gradualmente el pie del freno para reducir presión.

2. Neumáticos a punto. Son los elementos que unen el coche a la carretera, por lo que deben ir en perfectas condiciones en cuanto a dibujo, precisamente para que evacúen el agua como deben. 1,6 mm es la profundidad mínima y legal de la banda de rodadura. No dude en cambiarlos si no cumplen con esa cota, pues pone en riesgo su seguridad, además de arriesgarse a multa.

Lo ideal es que los cuatro neumáticos estén en perfectas condiciones, pero si solo disponemos de dos nuevos los colocaremos en el eje trasero: es más fácil perder el control de esta parte del coche.

Cada vez es más popular usar neumáticos específicos de invierno para estaciones frías y lluviosas. Garantizar un comportamiento magnífico gracias a su mayor adherencia, que consiguen gracias a un diseño asimétrico del dibujo, a surcos más anchos y a un compuesto específico. En gran medida previenen del temible aquaplaning.

3. Ver y ser visto. La lluvia reduce la visibilidad, lo que obliga a extremar precauciones. Para ver y ser visto, encenderemos las luces de cruce porque, ojo, los antiniebla no deben encenderse a la ligera (solo está permitida su utilización en casos de niebla muy espesa o lluvia intensa). Puede llegar un momento en que será mejor parar en espacio seguro y esperar a que las condiciones mejoren. En todo caso, los grupos ópticos deben viajar limpios y en perfecto funcionamiento.

Otro punto clave son los limpiaparabrisas, aliados clave para apartar el agua de la luna delantera y, en muchos modelos, también de la trasera. Deben estar en perfecto estado de revista, para lo que las revisaremos, por lo menos, cada 6 meses, y las cambiaremos una vez al año. Señales que delatan su caducidad son los ruidos y saltos a lo largo de su recorrido y las estrías que dejan al arrastrar agua.

Por cierto, si nuestro coche tiene años quizá no cuente con la tercera luz de freno que ahora incorporan por ley todos los modelos de nueva creación: se ha demostrado que mejora la forma en que nos ven los que nos siguen y que reduce significativamente los choques por alcance.

4. Evitar el aquaplaning. Se trata de la pérdida de contacto entre neumático y asfalto al deslizarse una fina lámina de agua entre ambos. Muy peligroso, puede derivar en la pérdida de control del vehículo por falta total de aherencia. Se produce cuando la cubierta no logra evacuar suficiente agua de la calzada a su paso. Sobreviene al rebasar tramos particularmente encharcados o mojados.

Para evitarlo es preciso llevar en buen estado los neumáticos, con profundidad suficiente en el dibujo y sin golpes, cortes o abolladuras. Si con todo sufrimos aquaplaning, agarraremos con seguridad y fuerza el volante para mantener la dirección sin pisar el freno, que de hacerlo complicará las cosas, sin acelerar para que las ruedas no patinen, manteniendo suavidad sobre el pedal y constancia en la velocidad.

En todo caso. y puesto que es mejor prevenir que curar, cuando note suelo mojado decelere suavemente. Atención al carril derecho, que suele acumular más agua por el tráfico de vehículos pesados.

5. Abordar correctamente las curvas. Conducir bajo lluvia obliga a anticipar aún más los acontecimientos. Debemos estar pendientes de las curvas para abordarlas correctamente, pues son puntos clave de acumulación de agua y de especial peligrosidad.

Para «atacarlas», hay que pensar de forma clara identificando su salida con la vista (mirando más allá), para elegir la velocidad y trazada adecuadas. Lo aconsejable es levantar progresivamente el pie del acelerador si notamos cualquier pérdida de control, pero en todo caso la clave es actuar con suavidad, sin volantazos, acelerones o frenazos.

Si entramos mal en una curva, pueden suceder dos cosas: que el coche se vaya de detrás (sobreviraje), resultado de soltar el acelerador bruscamente o dar un frenazo, en cuyo caso, y para recuperar la trayectoria, giraremos el volante en sentido opuesto al deslizamiento de la zaga, reduciendo acto seguido el giro levemente para enderezar el coche y finalmente centrando el volante (recuperada la trayectoria, aceleraremos un poco para reanudar la marcha).

La segunda es que el vehículo se vaya «de morro» (subviraje), señal de haber entrado «pasados» en el viraje o a consecuencia del «aquaplaning»; también aquí hay que evitar a toda costa un volantazo. La corrección entonces vendrá reduciendo el ángulo de giro del volante y levantando el pie del acelerador., sin pisar cualquier pedal e intentando recuperar la trazada enderezando despacio el volante.

En los últimos cinco años, los accidentes con mal tiempo representaron el 20% de los siniestros con víctimas y el 23% en los mortales en muestras de 30 días, según la DGT, que recuerda que la mayor parte (50,2%) se produjeron con lluvia.

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