El Garabato del Torreón

El voto prestado

Efectos perniciosos de la fuerza de la costumbre: los dos grandes creían que los votos eran un regalo

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Efectos perniciosos de la fuerza de la costumbre: los dos grandes creían que los votos eran un regalo. Santa Rita, santa Rita, lo que se da no se quita. Fue su jaculatoria. Es de suponer que ahora ya sepan que el voto es un préstamo, rescatable o prorrogable, cada cuatro años. No creo que la mayoría absoluta de Caballero en Vigo o la retención por los pelos de la Diputación lucense sirvan de consuelo al PSOE ni hagan concebir a sus dirigentes la ilusión de que tienen la Xunta al alcance de la mano. Abrieron la puerta de la izquierda: la de salida. Y su gente se fugó al frentismo populista de las Mareas.

Lo del PP es sencillamente dramático: permitió que la putrefacción se constituyese en atmósfera doméstica.

También abrió una puerta. De entrada: a la morralla. En la ciudad de Lugo logró lo que parecía imposible: que sus votantes más recalcitrantes (recuelo franquista, monjitas del «comando Iravedra», ladrilleros, jet local) se quedasen en casa. ¿No tiene eso algo de milagroso?

En el Bloque, el tercero de los clásicos, ha sonado también la hora del sálvese quien pueda. Es un partido hecho añicos por la decepción causada por aquellos a quienes les faltó tiempo para demostrar que, una vez puesto el zueco en la moqueta, eran como los otros. O peores. No creo que la demolición general del nacionalismo, ni la sustitución de Vence por Noriega (debería destocarse alguna vez: urbanidad, aseo, esas viejas costumbres) reporte alguna ventaja para Galicia.

Un préstamo sobre el que se piden cuentas: no otra cosa es la papeleta en la urna. El ciudadano no lee programas: se conforma con sopesar hechos y conductas. Suárez en Ribadeo, Colvelo en Arteixo, Mato en Paradela... Mayorías absolutas. Sus candidaturas estaban avalados por distintas siglas, pero todos ellos recibieron votos de allegados y alejados, de afines y contrarios. Era sabido: son alcaldes con el aval de actuaciones, no de siglas. De esos que, como dijo el profesor Tierno en aquel abril de 1979, «no están al servicio de la causa sino de la gente».

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