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Imagen de archivo del almacén electoral de Valencia - MIKEL PONCE
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El quién y el qué

«El problema no somos nosotros. El problema es que nadie nos convence»

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Estamos tan preocupados por la dificultad de los pactos para gobernar después de este domingo, que nos hemos olvidado de la acción de ese nuevo gobierno. Estoy convencido de que hemos situado el tema en un punto de indefinición que va a haber muchos votantes que van a acudir a las urnas con una papeleta pensando en quién va a poder gobernar más que en qué va a hacer quien gobierne.

¿Y qué me dicen de la presión sobre el indeciso? Más de un 30% de los votantes no sabemos a quién apoyaremos el próximo domingo. Y los medios no nos dejan en paz. Se pasan el día hablando de nosotros como si tuviéramos la culpa de algo. Hagan el favor de dejarnos vivir.

Ya votaremos. O no. Pero el problema no somos nosotros. El problema es que nadie nos convence. Y no se preocupen tanto, que aunque no votemos, el domingo habrá resultados electorales y podrán centrarse ya en el tema que más les interesa: la aritmética del pacto.

Recuerdo un chiste de hace años que decía que un periodista es una persona que se pasa dos horas discutiendo si el nombre correcto es Mijail Gorbachov o Mijail Gorbachev, para acabar escribiendo en el diario: Mijail Gorbachov, presidente de Estados Unidos.

Pues eso, que estamos tan centrados en el debate del pacto postelectoral, que el próximo lunes, o cuando sea que sepamos quien gobierna, nos encontraremos con la sorpresa de que no sabemos qué es lo que va a hacer.

Pero es que además creo que a nuestros candidatos les pasa un poco lo mismo. Están tan alucinados todos –unos por sus pésimas expectativas y otros porque esperan lo que no podían ni imaginar hace unos meses- que se devanan el seso pensando con quien podrían gobernar. De hecho, algunos de ellos han cimentado su discurso durante esta campaña sobre una idea fuerza: No voy a pactar con nadie.

Pues eso. Con nadie. Ahí estamos los indecisos. Sin saber a quién dar nuestra confianza porque ninguno se hace merecedor de ella. Seguramente porque estamos mucho más preocupados por el qué que por el quién. Aunque igual lo que pasa en realidad es que somos unos inocentes y pensamos que puede cambiar el qué, cuando en realidad, tal vez solo pueda cambiar el quién. Ya veremos.

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