Una calle de la localidad de Silvan, en la provincia de Diyarbakir (Turquía)
Una calle de la localidad de Silvan, en la provincia de Diyarbakir (Turquía) - REUTERS

Las regiones kurdas de Turquía se hunden en la violencia

Con más de 600 muertos y más de 50 toques de queda desde que se rompió la tregua entre el Estado y las milicias kurdas del PKK, la violencia en el sureste del país corre el peligro de enquistarse

Corresponsal en Estambul Actualizado: Guardar
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Por primera vez desde los sangrientos años noventa, miles de civiles se han visto obligados a abandonar sus casas en las provincias turcas de población mayoritariamente kurda. Diversos distritos están tomados por el Ejército y algunas imágenes de esas zonas parecen más propias de la vecina Siria que de un país miembro de la OTAN y candidato a entrar en la Unión Europea. Tras la ruptura de la tregua con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en julio, se calcula que han muerto unas 650 personas, según fuentes militares. Solo en los últimos cinco días han perdido la vida al menos 102 miembros y simpatizantes del PKK, cinco militares y un civil en las operaciones que el Ejército turco ejecuta en el sureste del país.

Este lunes murieron dos soldados turcos en una emboscada del PKK en la provincia de Bitlis.

El pasado mes de julio se reactivó la guerra entre el PKK y el Estado turco, en la que han muerto más de 40.000 personas desde 1984. La diferencia es que ahora los ataques armados se han trasladado a los núcleos urbanos.

«Antes los enfrentamientos se centraban en las montañas. Pero ahora el movimiento kurdo ha aprendido a luchar en las ciudades», explica a ABC un académico kurdo vinculado al partido prokurdo HDP que prefiere no dar su nombre. El HDP es el partido con representación parlamentaria cercano al PKK, y posee la voz política más destacada de la izquierda prokurda. «De algún modo, pelear en las ciudades es una herramienta efectiva para el movimiento kurdo porque puede demostrar su poder militar a las instituciones internacionales».

La estrategia que ha tomado el Gobierno del partido islamista AKP, fundado por el actual presidente Recep Tayyip Erdogan, es la de implantar toques de queda militares en diversos núcleos urbanos para aumentar el poder de actuación de las fuerzas de seguridad turcas y, así, combatir a las milicias kurdas. Según datos de la Fundación de los Derechos Humanos de Turquía, se han impuesto 52 toques de queda desde mediados de agosto en siete provincias diferentes del sureste del país. En total, 1,3 millones de personas se han visto afectadas por esas medidas extraordinarias.

«Estamos llevando a cabo la operación más exitosa de los últimos 30 años», decía recientemente el primer ministro Ahmet Davutoglu. «Vamos a convertir todos los distritos, incluyendo Cizre y Silopi, dentro de este anillo de violencia, en un lugar de paz, estabilidad y libertad», añadía. Cizre y Silopi, ciudades próximas a la frontera siria, son las últimas en verse afectadas por toques de queda, en este caso indefinidos. Según informaba el diario Hürriyet, alrededor de 3.000 profesores, así como un número importante de doctores, abandonaron la ciudad al recibir un mensaje de texto instándoles a marcharse antes de que las medidas extraordinarias comenzaran a aplicarse.

«El PKK o la radicacización»

«Los toques de queda no son efectivos para lograr la paz, pero sí para la guerra y para el Estado», señala el académico kurdo. «Si estos se prolongan en el tiempo, la gente pasa hambre. Muchas personas se ven obligadas a abandonar sus casas, y los enfrentamientos se vuelven inhumanos».

«El problema es que es muy difícil diferenciar entre civiles y miembros del PKK o de las YDG-H [considerada la organización de las juventudes del PKK]. Por ejemplo, hay muchos jóvenes de entre 15 o 16 años que van al colegio pero que también están involucrados en el movimiento», explica Berkay Mandiraci, investigador de Crisis Group, una ONG especializada en la prevención de conflictos. Mandiraci ha trabajado durante meses en un informe sobre la reactivación y el recrudecimiento del conflicto kurdo. Según sus datos, desde que se rompió la tregua entre el Estado y el PKK, hace seis meses, 603 personas han muerto debido a los enfrentamientos. En concreto han sido 163 civiles, 187 agentes de seguridad y 253 guerrilleros kurdos.

El acuerdo de paz firmado en 2013 saltó por los aires en julio después de que una treintena de jóvenes izquierdistas fueran masacrados en Suruç, cerca de la frontera siria. El Gobierno culpó al autodenominado Estado Islámico, pero el PKK mató a dos policías turcos para 'vengar' el atentado de Suruç. Desde Ankara se respondió con contundencia, y la guerra entre PKK y Ejército kurdo ya no se ha podido detener desde entonces.

No obstante, Mandiraci señala que la situación actual proviene de mucho antes y de un poco más lejos: del otro lado de la frontera siria. «Lo que estamos viendo hoy tiene mucho que ver con Kobane, que marcó un punto de inflexion». En la batalla por la ciudad siria de Kobane, las milicias kurdas del YPG consiguieron finalmente derrotar al autodenominado Estado Islámico hace poco más de un año. «Esta supuso un estímulo psicológico muy importante para los kurdos, que también sirvió para impulsar el proyecto político del HDP. Y por otro lado, el Gobierno ya entonces comenzó a reforzar la seguridad en la zona», dice Mandiraci.

Los analistas descartan la posibilidad de que el Gobierno cambie de postura o de que el PKK declare un alto el fuego unilateral. «Si hay enfrentamientos entonces el poder es militar, no político. El HDP no puede llevar a cabo una campaña en contra del PKK porque la mayoría de votantes del HDP muestra simpatía hacia el PKK», sostiene el académico vinculado al partido prokurdo del HDP. «Todo dependerá de la guerra en Siria -añade-. El PKK es potente en Siria, y eso tiene que ver directamente con Estados Unidos. Si hubiera un acercamiento entre Turquía y PKK respecto a Siria, entonces las cosas se suavizarían».

Mientras, la sociedad turca se continúa polarizando más y más. «El AKP no tienen ningún plan para apoyar a los jóvenes de las regiones kurdas», critica Mandiraci. «A la mayoría no les queda otra alternativa que el PKK y la radicalización».

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