Pedro Rodríguez - DE LEJOS

Calimocho identitario

Brexit refleja esas cuestiones fundamentales que asedian hoy a los Estados, incluida la inmigración

Activistas contra el Brexit durante una protesta en Londres AFP

Pedro Rodríguez

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No se puede decir que haya sido una sorpresa inesperada. El cuestionamiento de las políticas de inmigración de Gran Bretaña ha formado parte desde un principio de la saga del Brexit entendida como ese calimocho identitario que combina a partes iguales un profundo sentido de agravio y un profundo sentido de superioridad. El resultado es un cocktail nostálgico que resulta especialmente tóxico a la hora de encasillar como extranjeros parasitarios a los que vienen desde fuera con el anhelo de trabajar en el Reino Unido.

El propio Boris Johnson ha insistido durante su exitosa campaña electoral en que «hace demasiado tiempo que los inmigrantes de la Unión Europea vienen tratando al Reino Unido como si fuera su país». No le falta razón en un sentido: sin el trabajo de todos los profesionales formados en países europeos como España no podría seguir funcionando el Servicio Nacional de Salud (NHS) de cuyas prestaciones públicas se sienten tan orgullosos los británicos. Sin olvidar, por supuesto, el cruel embuste de que el NHS debería ser uno de los grandes beneficiarios del Brexit.

A pesar de todo, el nuevo gabinete de Johnson ha ratificado su intención de imponer limitaciones adicionales a los solicitantes de visados para trabajar en el Reino Unido. El nuevo sistema, supuestamente de inspiración australiana, estará basado en puntos con el fin de dar prioridad a los solicitantes con habilidades deseables para la economía británica. Con todo, un sistema basado en meritorios puntos no significa mucho en sí mismo. Puesto que quien hace el baremo, hace la trampa.

Volvemos, según argumentaba recientemente «The Atlantic», al Brexit como reflejo de todas esas cuestiones fundamentales que asedian hoy en día a los Estados: ¿Cómo permanecer prósperos y soberanos en una economía global? ¿Cómo mantener el poder correctivo de una democracia nacional dentro de instituciones supranacionales? ¿Cómo los ciudadanos pueden retener control sobre sus vidas y sustento en un mundo donde más y más cuestiones (como la inmigración) se perciben como fuera del control político nacional?

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