Vigilia celebrada ayer en Katmandú, recordando un año después del terremoto la Torre Dharhara y el templo Kasthamand, dibujados con velas, destruidos por el seísmo que causó la muerte de 9.000 personas
Vigilia celebrada ayer en Katmandú, recordando un año después del terremoto la Torre Dharhara y el templo Kasthamand, dibujados con velas, destruidos por el seísmo que causó la muerte de 9.000 personas - EFE

Nepal sigue esperando la reconstrucción un año después del terremoto

Los damnificados se quejan de la lentitud y corrupción del Gobierno, que cuenta con 3.652 millones de euros en ayuda internacional

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Un año después del devastador terremoto que se cobró unas 9.000 vidas y derribó más de un millón de casas, Nepal sigue luchando por su reconstrucción y contra el olvido. Aquel trágico sábado, 25 de abril, faltaban pocos minutos para las doce del mediodía y la tierra tembló con una fuerza que no se recordaba desde 1988, cuando otro seísmo dejó 709 muertos, y, sobre todo, desde el gran terremoto de 1934, en el que perecieron más de 10.000 personas. Con una magnitud de 7,8 grados, la gigantesca sacudida tuvo su epicentro cerca de Gorkha, en el centro del país.

Además de tumbar las chozas de adobe y piedra de los pueblos como si fueran de papel, el terremoto provocó dos aludes: uno que arrasó el campamento base del Everest, donde fallecieron una veintena de personas, y otro que sepultó el pueblo de Langtang en el que murieron otras 250, entre las que había siete montañeros españoles. En los días posteriores, hubo cientos de réplicas que aterrorizaron a los supervivientes y volvieron a traer más muerte y destrucción a Nepal el 12 de mayo, cuando otro temblor de magnitud 7,3 mató a otras 200 personas.

Junto a estas pérdidas humanas, entre los dos terremotos hubo en total unos 23.000 heridos. Aún hoy, más de cuatro millones de damnificados que se quedaron sin hogar siguen viviendo en refugios temporales. En el mejor de los casos, unos pocos afortunados han podido recibir ayudas de entre 25 y 150 euros, muy por debajo de los 2.000 prometidos por el Gobierno.

El seísmo también destruyó joyas de la arquitectura nepalí que habían sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, como la céntrica plaza Durbar de Katmandú (Durbar), la Torre Dharahara, que se desplomó aplastando a los 180 turistas que la visitaban en ese momento, y el bellísimo casco histórico de Bhaktapur, reducido a una montaña de escombros. En total, se calcula que los daños materiales ascendieron a unos 10.000 millones de dólares (8.900 millones de euros), la mitad del Producto Interior Bruto (PIB) de este paupérrimo país del Himalaya.

Cuando se cumple el primer aniversario de la catástrofe, Nepal sigue esperando la reconstrucción, para la que se han comprometido 4.100 millones de dólares (3.652 millones de euros) que apenas han sido gastados por culpa de la habitual división política y lentitud del Gobierno, donde abundan los funcionarios corruptos. Airados, un centenar de damnificados se manifestaron este domingo ante la sede del primer ministro para protestar contra el retraso en las labores de reconstrucción.

«Al pasear por algunos barrios de Katmandú te da la sensación de estar en un lugar que acaba de ser bombardeado», explica desde la capital nepalí la española Alma Millán. Desde 2012, esta enfermera ya prejubilada, que nació en Castro del Río (Córdoba) y está afincada en Terrassa, impulsa la ONG Fundación para la Educación y el Desarrollo (Edfon), que tiene como misión escolarizar a los niños de familias pobres en el colegio de Jarongku 18, al norte de la ciudad. En su mayoría, sus 140 alumnos son chavales con riesgo de exclusión social porque sus padres trabajan por unas 3.000 rupias (40 euros) al mes en los telares del barrio, donde viven en inmundos cuchitriles.

«Las familias que perdieron sus casas siguen viviendo en tiendas de campaña y en chozas fabricadas con bambú y latón»

«Gracias a las donaciones y a la ayuda que nos concedió el Ayuntamiento de Terrassa, rehabilitamos nuestra escuela en dos meses y hemos podido acoger a otros niños que se habían quedado sin colegio, pero hay que repartir alimentos básicos, como arroz, lentejas, sal y aceite, entre las familias más necesitadas del barrio», desgrana Alma Millán. A su juicio, «la situación en Nepal un año después del terremoto es preocupante» porque «las familias que perdieron sus casas siguen viviendo en tiendas de campaña y en chozas fabricadas con bambú y latón, que en invierno da mucho frío y en verano mucho calor».

Caída del turismo

Tras el relativo despegue económico que Nepal había experimentado en los últimos años, modesto pero significativo para un país tan pobre, el terremoto ha vuelto a hundir la economía al caer el turismo. Para más inri, la India cerró en verano su frontera con Nepal y provocó un desabastecimiento de combustible que ha secado las gasolineras y obligado a la población a cocinar con leña al aire libre por falta de bombonas de butano. Aunque la frontera ya ha sido reabierta, los nepalíes aún sufren muchas carencias y los precios se han disparado.

«Antes del terremoto, la situación económica estaba mejorando. Tras el desastre, se ha hundido y es muy difícil volver a recuperarla. Ahora es como si la gente tuviera que empezar todo de nuevo», se lamenta Sujan Pariyar, un estudiante de Ingeniería de 22 años que dirige una organización de ayuda humanitaria, el Centro Social Innovador. Tras haber sufrido una guerra civil que duró una década y dejó miles de muertos y desplazados, su padre, el militar Ram Krishna Pariyar, adoptó a varios huérfanos en su propia casa. En la actualidad, Sujan Pariyar ya tiene «once hermanos«, como él los llama, que han perdido a sus padres o proceden de familias pobres, para que «puedan recibir una educación, jugar y ser amados». Además, su padre y él están pagando los estudios de ocho chavales más en otro distrito y su objetivo para el futuro es abrir un albergue permanente y una tienda y un restaurante donde puedan formarse y trabajar.

Protegiendo también a la infancia, la ONG Plan International ha construido 310 escuelas provisionales, donde estudian 21.021 niños, y tiene previsto construir otros 20 colegios y reparar 1.600 aulas más. Según sus datos, alrededor de 35.000 aulas quedaron destruidas por el terremoto y más de un millón de niños no tienen una escuela a la que regresar.

«Hemos trabajado para que los niños estén seguros, estableciendo espacios de protección y escuelas provisionales, así como a través de la concienciación de las comunidades y el refuerzo de campañas contra el tráfico, la explotación y el matrimonio infanti»”, señala en un comunicado la directora general de Plan International, Concha López. Desde el terremoto de hace justo un año, la ONG ha recaudado 25,5 millones de euros para ayudar a 287.847 damnificados, entre ellos 117.230 niños. Además de en la educación, su actuación se ha centrado en el suministro de agua, materiales de construcción y medicinas. Durante los dos próximos años, su objetivo es que esta ayuda llegue a 325.000 personas.

Pero todavía queda mucho por hacer porque, como dice la exenfermera Alma Millán, «la tierra aún se mueve en Nepal».

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