Pedro Rodríguez - De lejos

Más madera

A un mes de las legislativas, Trump logra movilizar todavía más pasiones políticas en Estados Unidos

Lo mejor de Estados Unidos es que su actualidad se comporta como un regalo que nunca se acaba (the gift that keeps on giving). Cuando parecía que la sobrecarga política de la era Trump había tocado techo y no podía ir mucho más allá sin el riesgo de fundir los plomos en Washington, l a saga del juez Kavanaugh ha servido para demostrar que todavía era posible aumentar el superávit de polarización , e incluso tribalismo, que acumula la distinguida democracia americana frente a los dilemas del nacional-populismo y toda su guerra cultural sin armisticio a la vista.

Al conseguir el respaldo del Senado para su candidato al Supremo –forzando un tóxico pulso entre el #MeToo y la presunción de inocencia– Donald Trump ha logrado movilizar todavía más pasiones políticas . Más madera para un conflicto en el que la moderación y el consenso llevan las de perder. Con un presidente de Estados Unidos empeñado en dar voz, canalizar y aprovechar algunos de los peores instintos de Estados Unidos.

En este sentido, Trump estaría intentando revertir algunas de las tradiciones políticas de Estados Unidos que hasta ahora se han venido cumpliendo casi sin excepciones . La primera es que el partido que controla la Casa Blanca SIEMPRE pierde escaños en las legislativas de medio-mandato. Y la segunda es que un segmento decisivo de aquellos votantes que se llegan a movilizar para unas presidenciales no suele participar en otro tipo de consultas electorales.

Al consagrar una mayoría conservadora en la cúpula del Poder Judicial –un viejo anhelo del Partido Republicano– y presidir sobre los mejores resultados en materia de empleo registrados en medio siglo, Trump intenta hacer frente al reiterado comportamiento de los votantes americanos y dar esquinazo a su normalidad electoral. Por lo menos contener la sangría en la Cámara Baja y retener el Senado. Aunque el problema de generar tantas pasiones políticas es que al final hay sentimientos para todos. Y los demócratas también esperan que llegue el 6 de noviembre con más «entusiasmo» que nunca.

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