Ingrid Betancourt, en 2010
Ingrid Betancourt, en 2010 - AP
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Ingrid Betancourt: «Participaría en unas elecciones en las que concurrieran las FARC»

«Sería muy satisfactorio en términos de madurez espiritual, saber cambiar violencia y venganza por debates y leyes», explica la excandidata presidencial que pasó más de seis años secuestrada en Colombia

MADRID Actualizado: Guardar
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Apartada del foco mediático, Ingrid Betancourt reparte hoy su tiempo entre su familia, su fundación, sus estudios de Teología en la universidad de Oxford y sus libros. «Es una vida tranquila, estable y segura. Me siento profundamente libre», asegura la excandidata a las elecciones presidenciales de Colombia que pasó más de seis años secuestrada por las FARC. Aún arrastra secuelas, pero observa con esperanza las negociaciones que han llevado al presidente Juan Manuel Santos a estrechar su mano con el líder del grupo guerrillero Rodrigo Londoño, alias Timochenko. Incluso estaría dispuesta a concurrir en unas elecciones en las que participaran las FARC porque no descarta volver a la política activa... y en Colombia.

 -¿Qué recuerdo guarda de aquellos 2.323 días de secuestro? ¿Ha podido olvidar o aún te asaltan en la mente escenas vividas? ¿Mantiene algún contacto con otros secuestrados?

La memoria es fluctuante e impredecible. Los recuerdos que tenía al salir del cautiverio son diferentes de los que surgen ahora. Fueron casi 7 años de situaciones extremas, entre la vida y la muerte, el amor y el odio. Por ello, ciertos sucesos en la vida de hoy disparan recuerdos muy intensos: caras que cruzo entre la multitud, olores, sabores, paisajes, voces, ruidos.

De hecho, esto le sucede a muchos de mis compañeros de cautiverio. Estamos con algunos en contacto constante, y lo que ellos me cuentan es muy similar a mis propias vivencias.

Ingrid Betancourt pasó más de seis años secuestrada por las FARC
Ingrid Betancourt pasó más de seis años secuestrada por las FARC - AFP

-¿Arrastra alguna secuela en su salud (física y psicológica) a pesar de los siete años transcurridos desde que fue liberada?

Claro, siempre quedan secuelas. Son problemas relacionados con el impacto de la vida en la selva y la desnutrición; afectan la piel, el hígado, los huesos, etc. Afortunadamente, los problemas físicos ya están bajo control.

Los traumas psicológicos son más complicados de resolver. En particular, porque no sólo me afectan a mí y a los miembros de mi familia, sino que también inciden en las relaciones con otros. Son cosas como angustia frente a la separación, a los viajes, al silencio; sensibilidad particular frente a noticias de violencia, abandono o rapto; necesidades específicas de comunicación; memoria selectiva; emociones contradictorias; etc. Hemos aprendido en mi familia a reconocer estos síntomas y a respetárnoslos, buscando apoyarnos para superarlos.

-¿Qué pensó al ver al presidente Santos y Timochenko dándose la mano en Cuba el pasado septiembre? ¿Qué opina del acuerdo? ¿Habrá paz definitiva en Colombia?

Me reconfortó pensar que lo que habíamos vivido no había sido en vano. En esos años de secuestro se produjo una transformación de conciencias. Mantener a sus semejantes encadenados para lograr el poder implicaba para las FARC un gran cinismo ideológico. Sus actividades de narcotráfico los hacían más criminales que revolucionarios. Curiosamente la derrota militar les abrió la alternativa de aceptar el reto de la democracia y de las urnas, y la tomaron. A su vez, el pueblo colombiano tuvo que pensar en abrir el camino y sus propias conciencias a la reconciliación.

Santos y Timochenko se dan la mano
Santos y Timochenko se dan la mano - EFE

Todavía es prematuro hablar de paz definitiva. Pero la negociación con las FARC abre la posibilidad de una paz negociada con los demás grupos subversivos. También permite enfrentar el narcotráfico y el crimen con instituciones democráticas fortalecidas.

A final de cuentas, la paz definitiva en Colombia pasará por distribuir entre todos la prosperidad generada por una economía sólida, pero restringida hoy a unos pocos. Se necesita un cambio aún más fuerte, el de los corazones.

-Si las FARC se convirtieran en un partido político, ¿participaría en unas elecciones en las que ellos también concurrieran?

Sí, sí lo haría. Sería muy satisfactorio en términos de madurez espiritual, saber cambiar violencia y venganza por debates y leyes.

-En una entrevista en un diario francés decía que conserva las ganas de cambiar el mundo y que le gustaría volver a la política activa «allá donde pueda ser útil», pero no en Colombia. ¿Por qué?

Podría ser en Colombia. No lo descartaría. Lo que sí he señalado es la dificultad para mi familia de apoyarme en esa eventualidad. Tendríamos que evaluarla todos juntos.

Si no fuera en Colombia, ¿dónde? ¿En Francia?

En donde pueda ayudar. Creo que para eso no hay fronteras.

-¿En qué partido? ¿Por qué?

Hoy en día el programa de un partido depende más de sus líderes que de la tradición de sus ideas. Tenemos partidos de izquierda implementando políticas de derecha y viceversa.

Lo importante es participar en una comunidad política que actúe por valores y principios y no por intereses; en proyectos motivados por ideales y no por miedos. Defender la libertad, la igualdad, la justicia, la solidaridad social, el respeto por nuestro planeta, esas son las banderas que me interesan.

-¿Cómo es su vida en la actualidad? ¿Centrada en sus estudios de Teología en Oxford?

Reparto mi tiempo entre mi familia, mi fundación, mis estudios y mis libros. Es una vida tranquila, estable y segura. Me siento profundamente libre.

-¿Llegó a la teología buscando respuestas a su propia vida, para apartarse del mundo, o le atraía aún antes del secuestro?

«La teología y la política me interesan por los mismos motivos, precisamente para cambiar el mundo»

La teología y la política me interesan por los mismos motivos, precisamente para cambiar el mundo. La teología no me ha apartado del mundo, al contrario, me ha permitido entenderlo mejor.

-Hace año y medio salía publicada su primera novela, «La línea azul». ¿Más gratificante que sus dos libros anteriores, más autobiográficos y polémicos («No hay silencio que no termine» y «La rabia en el corazón»)?

Hace año y medio salió su versión en francés. Todavía no ha salido en español. El ejercicio de la escritura siempre es complejo, pero la creación de personajes y mundos le añade una nueva dimensión a la tarea de escribir, es algo más impredecible, más audaz, más libre. Ese reto me atrae.

-¿Sobre qué escribe ahora?

Estoy escribiendo sobre la libertad como experiencia teológica. Lo hago en el marco de mi tesis. Pero estoy ya con ganas de escribir otra novela de ficción. De hecho el trabajo para mi tesis nutrió «La línea azul», y creo que volverá a suceder así en el futuro.

-¿Aún le queda tiempo para estar con sus hijos?

Es al contrario. Después del tiempo prioritario que les pertenece a ellos, el que me queda libre se lo dedico a todo lo demás.

Con Lecompte el día de su liberación
Con Lecompte el día de su liberación - AFP

-¿Lamenta cómo acabó su matrimonio con Juan Carlos Lecompte? ¿En qué estado se encuentra la

Los medios colombianos han informado ampliamente sobre los resultados de esas acusaciones. Por mi parte, mantengo la decisión de no comentarlos públicamente.

-¿Ha logrado rehacer su vida o sigue teniendo rabia en el corazón?

Tengo una vida feliz. Pero me queda rabia en el corazón, aún cuando nunca es dirigida contra alguien en específico. Es una rabia filosófica si se quiere, algo así como una rebelión contra lo inhumano de los seres humanos, por la certeza de que podemos ser mejores que eso.

-Viaja a menudo. ¿Tiene previsto venir a España?

Siempre salto sobre la ocasión para volver a su extraordinario país. Haber recibido el premio Príncipe de Asturias me ligó profundamente a España. Me cruzo por el mundo constantemente con españoles que me dan conmovedoras muestras de cariño. Pero mas allá de esos momentos puntuales de afecto, la verdad es que España es un regalo de la vida. Es la sal del mundo.

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