Francisco de Andrés

Oportunidad para la paz

La tregua en Yemen parece impuesta por el Covid-19, que agota humana y financieramente a los rivales saudíes e iraníes

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Es muy probable que la iniciativa saudí de tregua en la guerra civil en Yemen tenga éxito. Por una sencilla razón: los rebeldes yemeníes hutíes tienen su principal apoyo en Irán, país que al igual que Arabia Saudí está desbordado –humana y financieramente– por la lucha contra el coronavirus.

Las razones para frenar el ruido de las armas –las más mortíferas, los bombardeos saudíes sobre Saná y otras ciudades controlados por los hutíes– no son desgraciadamente ni humanitarias ni ideológicas, sino groseramente pragmáticas. El nuevo líder «de facto» saudí, el heredero Mohamed bin Salman, responsable de la intensificación de la guerra civil que estalló en 2015, no ha renunciado a su ambición de que el país que reposa en el vientre de la pensinsula arábiga no mantenga el día de mañana ningún lazo privilegiado con el régimen de los ayatolás. Así que, en el peor de los casos, la tregua servirá solo para reducir la sangría de muertos y la ordalía que sufre la población civil yemení, un país que padece, según la ONU, una situación humanitaria aún más trágica que Siria. En el mejor de los casos, la tregua es un punto de esperanza para una negociación política. Al fin y al cabo, Yemen tuvo en su día una partición provocada por la intervención soviética. Ahora podría ser el turno de la división étnica y religiosa, entre musulmanes suníes y los hutíes, una corriente chií.

La apertura de un proceso de negociación política en Yemen podría ser, además, un excelente precedente para las otras guerras de Oriente Próximo en las que diversas potencias regionales y mundiales luchan por poderes, para imponer su agenda geoestratégica. Son en particular las de Siria, en las que participan de modo particular Irán, Rusia, Turquía y Arabia Saudí. Y el conflicto civil de Libia, en el que la presencia de mercenarios y de intereses económicos es aún mayor. Las ambiciones por controlar los recursos energéticos se suman a otro virus peor que el Covid-19: el del odio entre las corrientes fanáticas de suníes y chiíes.

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