Carmen de Carlos - EN EJE

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En la Sudamérica hispana, los presidentes organizaron una vídeoconferencia para adoptar medidas de común acuerdo en la batalla contra la pandemia global

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El viejo continente ha hecho las cosas mal y los del Nuevo Mundo, se han dado cuenta. Europa y sus instituciones, han llegado tarde y por caminos separados, a un mismo destino: el coronavirus. La puerta de salida, ahora, no es otra que el portazo –o el candado fronterizo- al resto de los miembros del club y de buena parte del planeta.

El caso de España es, con la excepción del Reino Unido, el más sangrante del grupo que un día lo fue (a medias) y ya no es. El Gobierno (el de Pedro Sánchez) sabía lo suficiente y eligió hacer nada, hasta que pasó lo del 8-M. Todo lo que rodea y sigue a la manifestación de «las cien mil», incluidos los casos sin bozal (mascarilla) del presidente y de su vicepresidente Iglesias, en el Consejo de Ministros, parece de película de terror.

En la Sudamérica hispana, de Colombia a Chile, incluidos Perú, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Uruguay y Argentina (con la excepción de Venezuela), los presidentes organizaron una vídeoconferencia para adoptar medidas de común acuerdo en la batalla contra la pandemia global, que diría Sánchez. De esa reunión telemática participaron, en paz, jefes de Estado que se producen alergia, como Iván Duque, Alberto Fernández o Jeanine Añez. Faltó el monitor de Venezuela. Si Maduro no fuera el tarado que es, habría que censurar la decisión pero, dada su condición mental, se puede comprender.

Buena parte de la gente, de un lado y otro del Atlántico, vive esta primera guerra del siglo XXI, entre el desconcierto de las restricciones y las series de televisión. «El caso de Covid-19», podría ser una nueva producción y seguro que lo será cuando todo pase, porque pasará.

Hoy, si en las noticias de RTVE dijeran que Franco ha resucitado, en modo zombi y se pasea por el Pardo, alguno habría que lo asumiría como un hecho natural. El disparate, las contradicciones y las «fake» de las redes, logran que la mentira se presente como verdad. Por fortuna, los periodistas, aunque la verdad duela, seguimos vivos.

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