Busto de Révész realizado por el escultor Emilio Laiz Campos
Busto de Révész realizado por el escultor Emilio Laiz Campos - ABC

Andrés Révész, periodismo y espionaje en el Madrid republicano

El mítico jefe de Internacional de ABC dirigió una red de una docena de agentes secretos en la capital durante la Guerra Civil

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Hablaba siete idiomas, se carteaba con el Rey Alfonso XIII y fue jefe de internacional de ABC, pero además de todo esto, Andrés Révész llegó a coordinar una de red de espionaje en el Madrid de la Guerra Civil. Una historia que no reveló ni a su familia, pero que quedó registrada en varios sumarios encontrados en el Archivo General Militar de Madrid. Húngaro de orígenes judíos, dejó Francia para instalarse en España en 1915, y Manuel Aznar, abuelo del expresidente del Gobierno, le abrió las puertas para entrar en el diario El Sol. Llegó a ABC en 1922, y no tardó en labrarse una envidiable carrera, en la que se codeó con el cuerpo diplomático y entrevistó a personajes como Albert Einstein y Benito Mussolini.

Pero al estallar la contienda en julio de 1936, Andrés Révész quedó fuera de juego: el ABC fue incautado y la Oficina de Prensa Extranjera no le renovó su acreditación por su «reputación reaccionaria» debido a la posición que mantuvo en cuestiones internacionales. Sin embargo, no detectaron su verdadera amenaza: el gobierno de Hungría le ordenó obtener información de los republicanos para facilitársela a su país y a los sublevados. Trabajaba en la sombra a favor del bando nacional.

La red de espionaje se formó en 1937 para controlar los movimientos de los oficiales y soldados húngaros alistados en las Brigadas Internacionales y ubicar las posiciones republicanas en el frente de Madrid. Según consta en un sumario judicial de 1938, Révész estaba al frente de esta organización, que tenía a su cargo a una docena de agentes secretos desplegados en la retaguardia madrileña.

Solían acudir al Café Ivory, sito en la esquina de la calle Alcalá con Cedaceros, donde intercambiaban averiguaciones sobre el enemigo. Uno de los agentes era el propio barman del local, Julio Morhach, que aprovechaba su posición para emborrachar a los oficiales de las Brigadas Internacionales y sonsacarles información. El local era frecuentado por otras dos agentes alemanas: Herta Bjornsen, en deuda con Révész después de que lograse sacarla de la cárcel de mujeres de Ventas, y una periodista apellidada Mahlau, que entregó a Morhach algunas posiciones de baterías antiaéreas republicanas en la capital, como confirma el corresponsal en el sumario. Completaban la red José Gruber, cocinero de la embajada de Hungría que escondió en su casa a dos derechistas buscados por la justicia, y el manager de boxeadores Carlos Sipo. Los tentáculos de la organización llegaban hasta el Cuartel General de Intendencia de Pacífico, el Hospital de la Cruz Roja de Ocaña y la Audiencia Provincial de Madrid.

Por valija diplomática

La información recogida en el Ivory y los soplos que recibía Révész mientras paseaba por la calle Alcalá eran enviados por valija diplomática a Budapest y los enlaces franquistas desde la embajada húngara, con ayuda del canciller Bela Ferencz. Se transmitía de manera cifrada, bajo clave numérica en los márgenes de libros escritos en húngaro o como cartas de los trabajadores de la embajada a sus familiares. También llegó a usar la valija diplomática francesa, y la de las embajadas de Turquía, Austria y Chile. El enlace en París era José Quiñones de León, quien los enviaba a Burgos por medio del Sifne (Servicio de Información del Noroeste de España), uno de los servicios de espionaje exterior de los sublevados.

Un mes en la cárcel

La situación empezó a torcerse el 28 de junio de 1938, cuando la policía republicana irrumpió en el domicilio madrileño del periodista húngaro, en la calle General Pardiñas, y le detuvo acusándole de espionaje. Pasó más de un mes en la cárcel de Porlier, hasta que se celebró su juicio el 3 de agosto. Para defenderse, el corresponsal aportó cartas escritas por el líder socialista francés León Blum, la política republicana Victoria Kent y el político italiano antifascista Francesco Nitti, como recoge el libro «Andrés Révész: Un puente en la Europa dividida», de Fernando Díez e Ignacio Szmolka.

Finalmente, fue absuelto por el Tribunal Especial de Guardia número 3. Pero cuando iba a ser liberado, agentes del SIM (el Servicio de Información Militar republicano) ordenaron nuevamente su detención. Uno de los miembros de la red, el húngaro Ladislao de Berena, fue detenido y señaló a Révész como jefe de la trama. En pocos días todos fueron arrestados y trasladados a Valencia, para ser juzgados acusados de espionaje y alta traición. Sus interrogatorios están recogidos en un informe del SIM demarcación Levante, donde todos reconocen su papel como espías durante la Guerra Civil española.

Révész pasó siete meses más entre rejas, cinco incomunicado en la Cárcel del Preventorio número 1 de Valencia. Así lo contó en un artículo de ABC el 29 de marzo de 1940: «El SIM me acusaba de espionaje, y un martes y trece, a las 8 de la mañana, tras seis horas de interrogatorio ininterrumpido, firmé que, en efecto, reconocía haber cometido ese crimen. Era preferible eso a que conocieran mi verdadera actuación». Un artículo en el que no escondía su papel en la contienda, pero con el que sembraba la duda sobre su verdadera tarea, secreto que se llevó a la tumba el 13 de junio de 1970.

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