Jeremy Corbyn (izquierda), junto a John McDonnell
Jeremy Corbyn (izquierda), junto a John McDonnell - afp

El «corbynismo» reivindica a Marx y amenaza a las multinacionales

Advierten a Google, Amazon y otros gigantes que pagarán su «cuota justa de impuestos»

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El Partido Laborista está celebrando su conferencia política en la ciudad costera de Brighton. Allí, frente a su noria, su playa de guijarros y su ambiente dulcemente decadente, se mide durante cuatro días el radicalismo de Jeremy Corbyn, de 69 años, elegido hace dos semanas líder laborista con el 59,6 por ciento de los votos. Hoy hablará por fin ante la asamblea.

La conferencia arrancó con un espectacular revés de Corbyn. Tras acceder por fin a ser entrevistado en el popular programa político de Andrew Marr en la BBC, a quien había dado plantón tras ser elegido, el líder laborista remarcó ante las cámaras su conocido rechazo a que el Reino Unido renueve su flota de submarinos nucleares y expresó su deseo de que en el congreso del partido se votase el asunto.

Pero la asamblea le aplicó todo un jarro de agua fría y lo rechazó de plano. Incluso los sindicatos se situaron frente a Corbyn, pues defienden masivamente el arsenal atómico por los empleos que genera.

Tras ese chasco había expectación por escuchar ayer a John McDonnell, de 64 años, un radical que se define como «anticapitalista» y es el mejor amigo de Corbyn, quien lo ha convertido en su insólito ministro de Economía en la sombra. McDonnell inició el día declarando en una radio que «Marx vuelve a estar de moda», porque «la gente ha regresado a sus análisis para entender cómo funcionan el sistema. Pero luego inició su discurso ante la asamblea bromeando: «No buscaré la bronca. Me portaré bien». Hasta cierto punto cumplió, con un tono bastante institucional para él. Aseguró que su partido no gravará las transacciones financieras de la City salvo que lo hagan el resto de los países en sus mercados. Todo un alivio para la primera industria británica.

Negadores del déficit

También intentó librarse de una acusación reiterada de los conservadores, que tachan a los «corbynistas» de «negadores del déficit». McDonnell aseguró que ellos también atajarán el déficit, pero «sin austeridad». ¿Y cómo se logra ese milagro? «Nuestro plan para cuadrar las cuentas será agresivo. Forzaremos a gente como Starbucks, Vodafone, Amazon y Google a pagar su cuota justa de impuestos».

Esas amenazas a las multinacionales que eluden a las haciendas nacionales con acomodos fiscales en Holanda o Irlanda no son nuevas ni exclusivas de los laboristas. Cameron y Osborne también han reiterado que esas firmas -y otras como Facebook y Apple- deben pagar más en relación a sus ingresos en el Reino Unido (España sufre el mismo problema). Pero dicho en boca de McDonnell suena más amenazador. John Cridland, el director general de la mayor confederación de empresarios, CBI, le recordó que «las compañías pagan ya el importe de impuestos correcto, 174.000 millones de libras en el último año fiscal, y señalar a compañías concretas no es la mejor manera de iniciar una aproximación al mundo de la empresa». Vodafone, la firma de telefonía británica, calificó las palabras de McDonnell como «decepcionantes».

«Que se despeñe solo»

El resto del recetario económico fue lo previsto: más impuestos para los más ricos, revertir los recortes de las ayudas sociales, extender los derechos sindicales y elevar el salario mínimo. Además el «corbynismo» quiere revisar el papel del Banco de Inglaterra, atarlo más de cerca, aunque promete ahora preservar su independencia.

Los dos bandos enfrentados en la batalla solapada del laborismo están limando sus aristas en público en el congreso para evitar una guerra civil. Los «blairistas», que tildan a Corbyn de inelegible, creen que la mejor estrategia es dejar que se despeñe solo.

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