El camión frigorífico donde murieron 71 inmigrantes, en Austria
El camión frigorífico donde murieron 71 inmigrantes, en Austria - efe

El horror como advertencia

Es muy difícil afrontar con racionalidad una crisis en la que se repiten a diario miles de escenas como la portada de este viernes de ABC

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Hay millones esperando en el sur. Si reciben satisfacción, muchos otros millones querrán seguirles

Es muy difícil afrontar con racionalidad una crisis en la que se repiten a diario miles de escenas como la portada de este viernes de ABC. Una crisis con escenarios caóticos y dramáticos. Estamos en un estado de emergencia europeo no declarado en el que el horror puede alcanzar cotas inconcebibles. Como en el camión en el Burgenland en Austria. En el que 71 seres humanos sin espacio para sentarse, en el frigorífico de un pequeño camión, murieron asfixiados uno tras otro, aplastados unos bajo otros, entre gritos y convulsiones en un final de espanto que debió convertir al primero en morir en afortunado.

En Libia se recogían cadáveres del agua ayer, casi un año después de proclamarse en Europa la necesidad de acabar con lo que se convertía -y ya es- una inmensa cabeza de playa y puerto del tráfico de humanos de Oriente Medio, África y Asia. Nada se ha hecho.

El Estado Islámico dicta la agenda y nos inunda Europa de población aterrorizada. Con los propios yihadistas probablemente participando en el multibillonario negocio del tráfico. En Viena, Angela Merkel ha buscado la cooperación de los países de los Balcanes occidentales. Su emigración, sin derecho a asilo, inunda centros de acogida y bloquea la absorción de refugiados reales. Pero sin unidad en el seno de la UE, tampoco la hay fuera. Merkel puede contar aun con el apoyo mayoritario de una sociedad alemana, surgido del recuerdo del nazismo y del sufrimiento alemán en la limpieza étnica en el este europeo que generó millones de refugiados. Pero no eternamente. Y no puede contar con el resto de países europeos. Muchos no se ven en condiciones de asumir una carga que nunca concluirá y tras la que adivinan cifras horrendas. Hay millones esperando en el sur. Si reciben satisfacción, muchos otros millones querrán seguirles.

El reto es inmenso. Y nadie lo dude: del control de este fenómeno hoy descontrolado depende nuestro futuro. Toda solidaridad actual se tornará hostilidad y violencia si no se controla pronto. Otros problemas también amenazan a Europa. Pero ninguno como este. Sin respuestas racionales y eficaces puede ser el principio del fin del sueño europeo. Y el comienzo de una pesadilla. Que por cierto los vecinos suizos ya no excluyen.

El ejército suizo va a celebrar maniobras del 16 al 25 de septiembre bajo el nombre de «Conex 15». El escenario imaginario, según queda expuesto en la página oficial de la Confederación Helvética, parte de una Europa sumida en el caos, fracasada la unidad, con nuevos países, nuevas fronteras, una profunda crisis económica y graves tensiones y conflictos por materias primas, asaltos, colapso de orden público, organizaciones criminales, sabotajes, saqueos de depósitos de alimentos y combustible. «Y fuertes tensiones étnicas que llevan a grandes movimientos de refugiados a través de Suiza», concluye.

Los 5.000 soldados suizos se ejercitarán en la protección de almacenes e infraestructuras de suministros y comunicación, defensa de fronteras y operaciones hostiles internas, coordinación con defensa y protección civil. Los planificadores militares suizos no son ni agoreros ni frívolos catastrofistas. Hacen previsiones.

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