Funeral el viernes de un militar turco muerto en un ataque del Estado Islámico
Funeral el viernes de un militar turco muerto en un ataque del Estado Islámico - reuters

El ejército turco, potente pero debilitado por las purgas judiciales

De sus 630.000 integrantes, solo un tercio son militares profesionales

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Desde su limitada pero destacable participación en la guerra de Corea, las Fuerzas Armadas de Turquía están consideradas uno de los ejércitos más potentes y temibles del planeta. Con un personal de más de 630.000 miembros, sin contar reservistas, es el segundo ejército de la OTAN por número de efectivos.

Su situación geográfica, además, le ha obligado a mantener la maquinaria bélica engrasada, con dos intervenciones armadas en Chipre en 1974, y tres décadas de guerra contra la insurgencia kurda en el este del país. Además, los militares turcos han participado en misiones en Bosnia, Kosovo, Afganistán y el norte de Irak.

Algunos observadores, sin embargo, creen que la fortaleza del ejército es menor de lo que parece, puesto que la mayoría de sus integrantes son jóvenes realizando el servicio militar obligatorio.

El núcleo de militares profesionales es de unos 226.000.

Esto ha creado numerosos problemas, puesto que simples reclutas son utilizados en la lucha contra el PKK. En los años 90, los más duros del conflicto, se produjeron numerosos casos de lo que los psicólogos denominaron «el síndrome del Sureste» (similar al llamado «síndrome de Vietnam»), en los que veteranos traumatizados regresaban a sus hogares y acababan provocando asesinatos múltiples en sangrientos tiroteos.

La imagen del ejército turco, además, se ha visto lastrada por su proclividad a «regular» la vida política del país, dando un golpe de estado cada vez que ha considerado que el poder civil se apartaba de los designios del fundador de la moderna República de Turquía, Mustafá Kemal «Atatürk». Lo ha hecho de forma directa en tres ocasiones, en 1960, 1971 y 1980, e indirecta en 1997, cuando la mera amenaza de sacar los tanques a la calle sirvió para hacer caer al gobierno islamista de Necmettin Erbakan.

Injerencias políticas

Por ello, sus detractores creen que las fuerzas armadas preparaban una nueva asonada contra el gobierno de Recep Tayyip Erdogan, plasmada en dos planes golpistas llamados «Mazo» y «Jaula». Estas conspiraciones fueron juzgadas en el llamado «caso Ergenekon», por el que varios cientos de militares y miembros de las fuerzas de seguridad acabaron siendo condenados a largas penas de prisión. El proceso, sin embargo, colapsó a principios del año pasado cuando los mismos fiscales trataron de juzgar por corrupción al entorno cercano de Erdogan, que reaccionó purgando la fiscalía y la judicatura, lo que obligó a poner en la calle a los sentenciados.

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