Las redes financieras de Boko Haram

La fuerza aérea de Níger bombardeaba un convoy de camiones que transportaban pescado ahumado, presuntamente, como forma de negocio de la milicia islamista

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En el Lago Chad, las redes no solo esconden vertebrados. Esta semana, la fuerza aérea de Níger bombardeaba un convoy de camiones que transportaban pescado ahumado a la vecina Nigeria; un negocio que se encuentra prohibido por las autoridades locales ante la sospecha de que financia las actividades de la milicia islamista de Boko Haram.

El ataque se produjo en las cercanías del río Kamadougou, frontera entre ambos países, donde el Gobierno local asegura que el grupo armado exige un impuesto a la población y roba las capturas del Lago Chad, como forma de incrementar sus emolumentos.

Las especulaciones sobre cómo consigue Boko Haram financiación son constantes. En 2012, David Alton, miembro de la Cámara de los Lores británica, denunciaba que organizaciones de caridad basadas en Reino Unido captaban fondos para el grupo radical.

Para poner fin a estas conexiones internacionales, en mayo de 2014, Naciones Unidas incluía al grupo yihadista  en su lista de organizaciones terroristas. La decisión estaba encaminada a congelar los activos del grupo armado, imponer prohibiciones de viaje a sus miembros, así como impedir la llegada de material de apoyo a los milicianos.

Pese a ello, la realidad demuestra que las operaciones sobre el terreno de la milicia islamista no son para nada costosas. Primero, ante la facilidad para reclutar tropa base en el deprimido norte. Ya el 7 de septiembre de 2010, en el considerado por la mayoría de analistas el prólogo de su dilatada carrera terrorista, el grupo armado había liberado a 721 prisioneros que se encontraban retenidos en la cárcel de Bauchi. Apenas un año después, en enero de 2012, otros 40 correligionarios del grupo huían del penal de Damaturu, a cerca de 280 kilómetros del anterior centro.

Segundo, ante el flujo de armas heredadas del conflicto libio que ha inundado la región. De acuerdo con un informe hecho público por Naciones Unidas a comienzos de 2012, la rebelión en Libia frente a Muamar Gadafi habría servido de retroalimentación a los grupos armados que operan en la región africana del Sahara y el Sahel, caso del propio Boko Haram.

Y tercero, ante las conexiones con la clase política del norte de Nigeria. Como reconocía a ABC el imán Hussein Zakaria, uno de los principales líderes religiosos locales, «sin el apoyo de buena parte del Gobierno nigeriano, su desarrollo habría sido imposible».

El carbón de Al Shabab

Pero si Boko Haram se sirve de industrias alternativas para su financiamiento, el grupo somalí Al Shabab tampoco se queda atrás. Un reciente informe -basado en cerca de 80 entrevistas y realizado por el  Overseas Development Institute  y el Heritage Institute for Policy Studies- denunciaba que el grupo radical constituyó una compleja red financiera que obligaba a varias organizaciones humanitarias a pagar cuotas durante la hambruna que asoló Somalia en 2011, y así acceder a las zonas bajo su control.

«La oficina de coordinación humanitaria de Al Shabab fue nombrada localmente para regular el acceso, cobrar “impuestos” y vigilar las actividades de las agencias de ayuda. Las negociaciones iniciales se centraron en el registro, la investigación de los antecedentes de estos grupos y, específicamente, el pago de las cuotas de inscripción (hasta 10.000 dólares)», aseguraba el informe.

De forma paralela, ese mismo año, la milicia generó -según fuentes gubernamentales- más de 25 millones de dólares (un incremento cercano al 50% con respecto al año anterior) gracias al monopolio con el que contaba el grupo en la exportación del carbón vegetal que se dirige hacia los países del Consejo de Cooperación del Golfo.

Entonces, pese a que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la resolución 2036 que impide la importación de carbón vegetal desde Somalia, ésta fue una de las principal fuente de ingresos de la milicia. Sobre todo, gracias al “laissez-faire” de dos de los principales importadores de esta mercancía: Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí.

No resulta extraño, por tanto, que la toma de las ciudades de Kismayo, Baraawe y Marka por parte del Gobierno central resultara primordial para detener el flujo de dinero hacia el grupo islamista. Sin estos puertos, se acabó el carbón. Y sin carbón, se acabaron los fondos.

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