Miles de niños chinos nacidos en Hong Kong cruzan cada día la frontera para ir a clase en la antigua colonia británica
Miles de niños chinos nacidos en Hong Kong cruzan cada día la frontera para ir a clase en la antigua colonia británica - pablo m. díez

«Niños ancla» en Hong Kong

A modo de colonización silenciosa, 200.000 niños de padres que viven en China han nacido en la antigua colonia británica en busca de mejor educación y sanidad

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A las cinco de la tarde, el paso fronterizo de Luohu, entre Hong Kong y la ciudad china de Shenzhen, parece el patio de un colegio. Arrastrando sus carteras llenas de libros y entonando canciones infantiles, varios miles de niños uniformados pasan por delante de las interminables colas que se forman ante la aduana. Cargados con las compras que han hecho en la antigua colonia británica, los turistas chinos que esperan pacientemente para regresar al continente los contemplan entre sorprendidos y divertidos. Son los «niños ancla», como se conoce a los hijos de familias chinas que han nacido en Hong Kong y, por tanto, pueden beneficiarse de sus escuelas y hospitales, mejores que en el continente. Y son tantos que cuentan con su propio pasillo en la aduana para ahorrarse las colas: el señalado bajo el cartel que reza «estudiantes transfronterizos».

Desde que el Tribunal de Ultima Apelación les concediera el derecho de residencia en 2001, en Hong Kong han nacido más de 200.000 niños de padres que viven en China continental, según los datos del Censo y Departamento de Estadísticas. Aunque ninguno de los progenitores sea hongkonés, sus hijos se convierten automáticamente al nacer en ciudadanos de este enclave semiautónomo, que goza de un mayor nivel de vida y más libertades que el resto de China.

Con las cifras disparadas desde 2005, más de un tercio de los 95.000 alumbramientos contabilizados en Hong Kong en 2011 fueron de niños cuyos padres venían de China. Además de buscar una educación mejor para sus hijos y un pasaporte que les permita viajar al extranjero con más facilidad, muchas familias huyen así de la «política del hijo único» vigente en China.

Enseñanza mejor y más barata

«En 2007 fuimos a un hospital de Shenzhen y nos dijeron que, como era nuestro segundo hijo, tendríamos que pagar una multa y, además, la educación del primero se podía ver afectada», explica a ABC una madre china que prefiere ocultar su identidad. Su hija, que ha cumplido ya siete años, acude desde la guardería a Hong Kong y tiene que cruzar cada día la frontera. En su escuela, a la que tarda unos 50 minutos desde su casa de Shenzhen, la mitad de los alumnos son de China continental y hay hasta clases como la suya exclusivamente en mandarín, en lugar del cantonés que se habla en esta región. Como ella, hay 16.000 «niños ancla» estudiando en los colegios de Hong Kong próximos a la frontera.

«La enseñanza es muchísimo mejor que en China porque hay numerosas actividades y los profesores son más responsables», explica su madre, quien además destaca que es más barata porque los colegios públicos son gratuitos y sólo hay que pagar los libros, la comida y el transporte. Sin beneficiarse de los subsidios del Gobierno regional, a ella le cuesta cada año escolar 14.000 dólares de Hong Kong (1.424 euros).

Pero no todos están tan contentos con los «niños ancla» que vienen de China. Para protestar contra la presión demográfica que ejercen sobre este pequeño enclave, superpoblado con siete millones de habitantes, un millar de madres con sus carritos de bebé se manifestaron en febrero de 2012. Un miedo a ser colonizados que, junto a otros problemas sociales derivados de la cada vez mayor presencia china, ha aflorado durante las multitudinarias protestas democráticas de este mes. «Aunque no lo digan, se nota que los hongkoneses se sienten superiores», observa la madre.

Picaresca de las embarazadas

Ajenos a las tensiones de sus mayores, «la convivencia entre los alumnos es buena», detalla Wu Yaxin, una alumna de diez cuyo padre es hongkonés y la madre china.

Para frenar la inmigración de neonatos, el Gobierno regional ha dejado de otorgar a las embarazadas chinas los permisos que necesitaban para dar a luz en sus hospitales, aumentando además los controles en la frontera. En 2012, sus agentes prohibieron la entrada a 4.200 mujeres encinta, pero muchas se cuelan ocultando su estado y aparecen justo antes del parto en las clínicas, que no pueden rechazarlas.

Entre octubre de 2011 y diciembre de 2012, fueron deportadas 474 embarazadas chinas que habían prolongado de forma ilegal su estancia para dar a luz. Algunas de ellas contratan los servicios de las mafias locales, que las esconden en pensiones clandestinas hasta que rompen aguas. Por estos delitos, en 2012 fueron condenadas a hasta un año de cárcel doce personas, incluyendo intermediarios y conductores que las ayudaban a cruzar la frontera.

Desde entonces, la Policía ha efectuado más de 1.300 registros en pensiones y moteles en busca de las embarazadas chinas y los «niños ancla» que llevan en sus vientres con la esperanza de que sean hongkoneses.

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