La bandera canadiense ondea en Ottawa a media asta
La bandera canadiense ondea en Ottawa a media asta - reuters

El ataque ensombrece la imagen de Canadá como el edén americano

La población vive la tragedia con la determinación de no dejarse intimidar

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«Esto es Canadá», seguían repitiendo ayer algunas personas en las calles de Ottawa, la capital del país, como acogiendo aún con incredulidad que en una nación símbolo del consenso, de la paz social y de la convivencia pudiera haber ocurrido el ataque terrorista del miércoles.

El primer ministro, Stephen Harper, líder del Partido Conservador, se encargó de recordar que la defensa de los valores democráticos en el mundo, que Canadá lleva haciendo en primera línea de guerra durante el último siglo, tiene su precio: «Esto es un siniestro recordatorio de que Canadá no es inmune a los ataques terroristas que hemos visto en otras partes del mundo». En mensaje televisado al término de la emergencia decretada en el Parlamento, el primer ministro pidió coraje y prometió resolución.

«Que nadie se equivoque. No nos dejaremos intimidar», advirtió. Y aseguró que quienes promueven el terrorismo «no tendrán puerto seguro».

Los actos en la Cámara de los Comunes siguieron a una ceremonia en la que Harper y su esposa colocaron una corona de flores en el punto en el que el cabo Nathan Cirillo, de 25 años, recibió los disparos mortales de Michael Zehaf-Bibeau, cuando hacía guardia junto al Memorial Nacional de la Guerra. Numerosos ciudadanos depositaron también allí sus ramos de flores. «Canadá, estaremos de guardia por ti, justo como hizo el cabo Nathan Cirillo», decía uno de los mensajes escritos y dejados con las flores. «No nos atemorizarán», afirmaba otro.

La sensación de la sociedad canadiense de ser un país tranquilo con el que nadie en el mundo debiera estar enemistado, a diferencia del rencor que en ciertas partes puede provocar el intervencionismo de Estados Unidos en tantos lugares, contrasta con la realidad de un Canadá especialmente activo en muchas de las guerras emprendidas por Washington. En Afganistán llegó a desplegar 40.000 militares, de los que unos dos mil quedaron heridos y 162 resultaron muertos.

Por otra parte, ya antes de esta semana podían haber sucedido atentados islamistas, a tenor de los planes detectados a tiempo por las fuerzas de seguridad en los últimos años. En 2006, la Policía canadiense detuvo a dieciocho personas de Toronto por planear ataques contra varios objetivos en el país, como bases militares, la bolsa de Toronto y el propio Parlamento. En 2010, las fuerzas del orden desbarataron un complot para la supuesta elaboración de bombas, en el que estaban implicadas tres personas, a las que se les encontró manuales para la fabricación de explosivos. En 2013 fue descubierto un plan para un ataque contra un tren de pasajeros en una línea que unía con Nueva York; al parecer los dos detenidos estaban en contacto con una célula de Al Qaida con base en Irán.

Mención expresa

Después de la llamada hecha por el Estado Islámico a atentados en países occidentales, en un mensaje en el que expresamente se mencionó Canadá, el pasado mes de julio dos conversos al islam fueron detenidos por planear colocar ollas a presión como artefactos contra el Parlamento de la provincia de la Columbia Británica.

Un informe oficial de septiembre alertaba el elevado número de ciudadanos canadienses que acudía a Siria o Irak para unirse al Estado Islámico. «El Gobierno es consciente de más de 130 individuos con conexiones canadienses que están fuera y son sospechosos de actividades terroristas», decía en ese informe el ministro de Seguridad Pública y Emergencias, Steven Blaney. A comienzos de octubre, el jefe de la Real Policía Montada del Canadá, Bob Paulson, advertía de que había 63 investigaciones nacionales en curso, centradas en 90 individuos sospechosos de actividad terrorista en el país.

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