La Jaima Meccarola: Un día de verano

Hay lugares que, sin saber por qué, te atrapan y se vuelven uno de tus imprescindibles verano tras verano. Espacios con una energía especial en los que el reloj se detiene y sin darte cuenta no sabes cómo entraste a media mañana y bien entrada la madrugada te sorprendes a ti mismo bailando sobre una alfombra persa con una copa en la mano. Establecimientos a los que no se les puede definir con pocas palabras y vulgarmente se les llama con encanto.

Pues así es La Jaima Meccarola, uno de los proyectos donde colabora el empresario sevillano Emilio Gimeno, situado en un enclave privilegiado en Los Caños de Meca, junto al Faro de Trafalgar, y donde confluyen varios ambientes.

El primero, y por el que recibe su nombre, la Jaima, un espacio donde su suelo está cubierto por alfombras árabes y mesas bajas flanqueadas por pufs de piel al más fiel estilo de las mil y una noches. Además, en la falda de esta zona, La Jaima cuenta con tres plantas de terrazas orientadas al Atlántico donde disfrutar de un buen cóctel observando una impresionante puesta de sol.

Seguimos con la zona de discoteca, un enorme cubículo de cristal de dos plantas coronado por una espiral dorada, que se convierte en el lugar perfecto para un último baile a altas horas de la noche. Y por último, el ambiente más gastronómico y por el que hoy nos detendremos a contar con más detalle.

El restaurante de La Jaima puede ser el espacio más desconocido de este establecimiento, y no por ello el que menos importancia tiene. Situado en la parte superior y ocupando una de sus terrazas, este restaurante cuenta con un aforo aproximado para unos cuarenta comensales distribuidos en mesas bajas, mesas altas anexionadas a la barra y lo que podíamos llamar una mesa alta longitudinal a modo de barra, que da directamente al mar, donde poder disfrutar de unas vistas inmejorables al Faro de Trafalgar y el que para mí es el lugar más especial de este ambiente.

Concepto gastronómico

El concepto gastronómico de La Jaima va acorde con la filosofía del lugar, con una cocina mediterránea sin complejos, con gran protagonismo del producto local y donde el fuego ocupa una pieza importante en su carta. El secreto de este restaurante, como en cualquiera de los espacios de La Jaima, es dejarse llevar y para ello no puede faltar las recomendaciones de Emilio Gimeno, un ente omnipresente que con gran carisma ocupa todos los espacios de este lugar y el que sin duda os puede confeccionar un menú acorde a las exigencias del comensal.

Así que. siguiendo estas recomendaciones, empezamos por la frescura de unas ostras de buen calibre y mejor calidad.

Seguimos con un surtido de atún de almadraba en el que encontramos un tataki de perfecto punto de cocción, un sashimi de ventresca de una infiltración de grasa impresionante, y terminamos con un tartar de descargado de excelente calidad, pero donde el AOVE tenia demasiada presencia.

Dentro de la carta de La Jaima no puede faltar la fritura gaditana. Para ello nos trajeron unos boquerones terciados con una crujiente fritura sin exceso de grasa y acompañados de un alioli con un toque muy peculiar de hierbabuena.

Continuamos con un calamar a la brasa de carne tierna y con ese toque tan característico que le aporta el fuego.

Para terminar la parte salada de la cena, tuvimos la ocasión de probar un solomillo de vaca retinta a la parrilla de carne jugosa y delicada, con un punto de cocción casi quirúrgico.

No nos podíamos marchar de este lugar sin probar alguno de los postres de su carta. El elegido fue un semi frío de turrón con chocolate caliente, un postre sencillo pero efectivo.

La Jaima Meccarola es uno de esos lugares que aporta carácter y seña de identidad a la costa gaditana, un espacio libre de ataduras en el que sin duda pasar uno o unos de los días más especiales del verano.