El Teléfono de la Esperanza atiende un 30 % más de llamadas durante estado de alarma

Especialmente llaman personas que sufren trastornos de ansiedad, depresión y soledad, agravados por el confinamiento

EFE

Los teléfonos de la Esperanza que funcionan en España gestionados por diferentes entidades han incrementado durante el estado de alarma un 30 % las llamadas atendidas , sobre todo de personas que sufren trastornos de ansiedad, depresión y soledad , agravados por el confinamiento.

«Cuando existe la esperanza, todos los problemas son relativos», reza en su página web la principal entidad española del sector, que opera desde Sevilla en 29 provincias y que atiende urgencias si se marca el 717 003 717.

Desde el 13 de marzo, día en que se anunció que se aplicaría el estado de alarma, hasta este lunes 4 de mayo esta organización ha atendido 22.782 llamadas, 422 al día, un 16 % de las mismas específicamente sobre temáticas relacionadas con el coronavirus.

En Barcelona, el teléfono de la Esperanza gestionado por otra organización (681 10 10 80) ha registrado un incremento similar al antes citado, de alrededor del 25 %; ha sonado más de 4.000 veces y se ha habilitado una tercera línea, que se suma a las dos que ya funcionan normalmente.

La crisis de la COVID-19 ha hecho que hasta 183 personas se hayan puesto en contacto con el teléfono de la esperanza radicado en Sevilla para actuar como voluntarios, pero explican desde la organización que «dado que el voluntariado exige una formación muy especializada y un tiempo amplio» se les ha derivado a Cáritas, la Cruz Roja y el Banco de Alimentos.

El teléfono barcelonés sí ha incorporado unas cuatro decenas de voluntarios al equipo de dos centenares de personas que ya operan de forma habitual.

Es el caso de Amadeu Noya, que tras una primera etapa de siete años de voluntariado, que acabó en 2013, se ha reincorporado ahora: dedica a esta tarea tres días a la semana, entre las 13:00 y las 18:00 horas.

Afirma que la gente que llama se divide, a grandes rasgos, en dos grupos: quienes padecen de soledad y quienes presentan algún tipo de patología mental.

Su labor es « acompañar y escuchar «, dado que él no es »psiquiatra«, y el truco está en »respetar lo que la persona te dice, siente y expresa«.

Intenta que el usuario de este servicio encuentre el camino de solución a sus inquietudes por sí mismo y dice lograr separar su voluntariado del resto de su vida, por mucho que a veces cuelgue el teléfono y se diga: «Madre mía...».

Joaquim Vendrell, por su parte, lleva unos dos años escuchando inquietudes al otro lado del aparato y quita importancia a su labor: «Lo que hacemos es intentar, en la medida de lo posible, ayudar a gente que no ha tenido nuestra suerte. Se trata de poner nuestro granito de arena».

No obstante, reconoce que ésta es una labor ardua, y cita como ejemplo una llamada reciente, de más de cuatro horas, en la que la mujer que hablaba con él no se quitaba de la cabeza la idea del suicidio.

Se despidió de ella sin tener la sensación de haberla convencido de que no lo hiciera y sin conseguir que le facilitara dato alguno para derivarla a servicios especializados en la materia.

«Te quedas con la idea de que has hecho lo que has podido y de que no eres nadie para decidir sobre la vida de otra persona», indica.

Ésta es la cara amarga del voluntariado , que a veces también puede alegrarte la tarde: así sucede cuando, tras minutos y minutos de rebajar la angustia del interlocutor, éste se acaba despidiendo con un chiste.

«Sientes que durante un rato has conseguido que se olvide de sus problemas y vea que la vida también son ratos bonitos», celebra Vendrell.

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