Diálogos de Familia

«No podemos seguir culpando a la tecnología de todo lo que les pasa a nuestros hijos»

María Zabala, autora de Ser Padres en la Era Digital (Editorial Plataforma)

Carlota Fominaya

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Hoy en Diálogos de Familia, tenemos la suerte de contar con María Zabala, periodista, divulgadora de temas de tecnología y familia y autora del libro Ser Padres en la Era Digital (Editorial Plataforma). Para esta experta en TICs, «no es la tecla sino la persona» , y es algo que ha intentado demostrar a lo largo de su obra, donde su principal ejercicio ha sido «no imponerle a nadie unas recetas en cuanto a qué tiene que hacer para conseguir educar bien en todo esto», sino más bien invitar a los lectores a «hacer una reflexión más profunda e involucrarse en este aspecto de la vida de sus hijos, igual que lo harían en cualquier otro».

María, este libro está destinado tanto a padres que entienden sobre tecnología, como a los que «pasan», pero hay algo que nos une a todos, ¿cierto?

A todos nos une en primer lugar el interés por el bien de nuestros hijos, que nuestros hijos estén bien, ahí estamos todos prácticamente todos, nos une a casi la mayoría una cierta inquietud sobre todos estos temas, sobre cómo la sociedad digital y la tecnología están impactando en la vida de nuestros hijos, nos une el ritmo frenético que esta sociedad nos impone a nosotros como adultos, nos une la nostalgia por nuestra infancia y adolescencia, nos une al final muchas cosas y tejidos diferentes, pero que confluyen en nuestros hijos, y en su relación con la tecnología, la tengan ya, estén cerca de tenerla, o no queramos que la tengan. Al final, estamos todos unidos en esa misma situación.

Sí, estamos todos en ese barco, pero en el fondo, la brecha digital existe, porque ellos, hasta los más pequeñitos, dominan una tablet según se la pones en sus manos, pero no tienen la experiencia. ¿Cómo conjugar las dos cosas?

Creo que la brecha digital tal y como se entiende, es la brecha de acceso, no? diferencias entre unas y otras personas a la hora de poder acceder a entornos digitales para poder vender, comunicarse, conocer el mundo, lo que sea, de acceso, y la de uso cuánto a saber, es decir, cuántas competencias tenemos las personas para hacer lo que estamos haciendo cuando utilizamos la tecnología. En el caso de las familias que puede haber esas dos brechas, la verdadera brecha más que llamarla digital, yo por lo menos en el libro la llamo generacional, que es la misma que tú Carlota has tenido con tus padres o yo con los míos y mis padres con los suyos. Hay diferencias.

Es cierto que la tecnología juega un papel en esta brecha generacional, que nos separa de nuestros hijos, pero yo creo que no es tanto porque ellos sepan de tecnología, la realidad es que tenemos muchos niños y adolescentes usando más tecnología que nunca pero muchos de los niños y adolescentes que nunca sabiendo realmente cómo crear tecnología o cómo funciona la tecnología que utilizan. En el fondo había más adolescentes en los 80 o 90 sabiendo cómo funcionaba un Spectrum, que ahora cómo funciona un Smartphone por dentro. Luego no es que nuestros hijos sepan de tecnología, lo que tienen es una predisposición positiva a probar, y una curiosidad innata por probar y ganas de hacer todo lo que la tecnología les permite hacer sea un dispositivo, una red social, un entorno digital, un videojuego, lo que sea. Y esto es quizás lo que tenemos que tener en cuenta.

Dejar de interiorizar ese mensaje de que nuestros hijos saben más sobre esto, que en algunas ocasiones se puede dar pero desde luego no siempre, y empezar a entender que la posición de asertividad la tenemos que seguir teniendo nosotros. Y cuando haya una situación en la que ellos además de tener curiosidad y disposición positiva a probar tengan ciertos conocimientos, dejarnos enseñar sin que eso suponga perder nuestra legitimidad.

Como padres o padres sentimos mucha legitimidad cuando decimos hay que comer sano, hay que hacer deporte, porque vemos que eso es bueno, pero perdemos parte de esa legitimidad en lo que tiene que ver con educar respecto de lo digital, porque nos hemos creído tantísimo el mensaje de esa brecha digital de que ellos saben más que nos sentimos en muchos casos en posiciones de inferioridad de condiciones.

Creo que salvar esa brecha digital es muy difícil, porque ha existido siempre y siempre existirá, pero en el caso de ser padres en la era digital, lo que he querido con el libro no es tanto decir: cómo educar hoy en día o qué significa educar bien en el uso de la tecnología, sino tratar de acompañar a los padres en un recorrido sobre qué cosas tenemos que tener en cuenta, según la sociedad en la que nos ha tocado educar, para que el camino con nuestros hijos sea algo más sencillo.

En cualquier caso, sigue habiendo padres que lo sienten como algo ajeno, en lo que les cuesta entrar. Pero como bien dices, es una realidad que no podemos ignorar.

Creo que como sociedad, estamos instalados en una cierta comodidad en cuanto a responsabilizar a otros de cosas que suceden. Especialmente cuando son cosas malas. Es cierto que a muchas madres y a muchos padres nos puede costar a veces entrar en estos temas como a mi por ejemplo me cuesta entrar en cómo conseguir que mis hijos coman súper saludable, porque el tema de la gastronomía no es lo mío, y entonces me cuesta entrar, me resisto, tengo esa sensación de que “no sabes lo suficiente para entrar” es muchas veces la responsable de que no termines de aterrizar.

Lo que no podemos hacer es simplemente seguir culpando a la tecnología de todo lo que está haciendo con nuestros hijos en términos de problemas, y tenemos que empezar nosotros a ser agentes responsables de tratar que nuestros hijos tengan un acceso gradual a esa vida digital, vayan ganando una autonomía progresiva en esa vida digital, con una compañía por nuestra parte y con decisiones informadas por nuestra parte.

No podemos volver la cabeza de lado, hay que implicarse. Algo de eso expicas en el libro: cuando son pequeñitos los llevamos al pediatra, vamos a sus cumpleaños, les asistimos en todo lo que necesitan. Pero cuando llega el momento de la tecnología, damos un pasito para atrás.

Sí, yo creo que hasta yo misma, tenemos la tecnología en un nicho separado, hacemos un montón de cosas en lo que tiene que ver con la parcela de ser padres y con ser madres, cada uno a su manera, con sus filias y sus fobias, pero en el tema de la tecnología tendemos a controlar el tiempo, a prohibir o dejar de hacer en los distintos grados de autonomía, sentimos en muchas ocasiones temor y si no es ignorancia, sino es dejadez, sino es falta de tiempo o que no te da la vida, creo que al fin, o por lo menos el ejercicio que planteo en el libro es desaprender un poco, volver a empezar, parar, reflexionar, y entender que no se trata de poner el foco en lo que internet, los dispositivos, las apps, las redes, hacen con nuestros hijos, sino en lo que podemos hacer nosotros. No tiene ningún sentido preocuparse por lo que las redes sociales o los videojuegos pueden hacer por nuestros hijos, si no tenemos en cuenta que cuando tienen 5, 6 7 años o incluso menos somos nosotros los que hemos puesto un dispositivo en sus manos.

Tenemos que tratar de ser algo más coherentes, con todo el humor que podamos, porque es un tema muy serio pero creo que hay que tomárselo con el humor natural que tiene que ver con tener niños en casa, y poco a poco y sin ponerse todos los objetivos para cumplirlos de una sola vez.

Ese acercamiento progresivo, que no es tal, porque siempre va a existir algo de tecnología en casa, ¿cómo recomendarías hacerlo, cuando todavía estamos en los inicios?

Es cierto que en las edades tempranas las autoridades sanitarias recomiendan que cuanto menos exposición y tiempo de pantalla mejor, si la hay sea acompañada y si la hay sea fundamentalmente para actividades que tengan que ver con la comunicación, con familiares, amigos, quizás algo más lúdico, creativo pero acompañado.

Independientemente de esto y creo que el tiempo siempre tiene que ser un factor, creo que no debería ser el único, creo que hay que tener en cuenta la edad de nuestros hijos de verdad, el carácter de nuestros hijos de verdad, y el tipo de vida que tenemos. Creo que ahora que se habla de que la tecnología hace que las familias se comuniquen menos, pero familias que no hablan han existido siempre. Ahora estamos más distraídos, y hay que hacer un ejercicio por volver a la realidad.

Este acceso gradual al final tiene una parte tecnológica, de aprender a configurar dispositivos, o aprender a gestionar la wifi en casa, o tener relamente información sobre los contenidos a los que dejas que accedan tus hijos, especialmente a edades más tempranas, o hasta la preadolescencia, pero tiene también una parte humana brutal, que es la dedicarle tiempo. Realmente el mismo tiempo que le dedicamos a otras cosas, hablabas antes de que vas a sus festivales de Navidad, les llevas a las extraescolares, aprendes las reglas de un deporte si le has apuntado, o los nombres de sus amigos, sus profesores… Pues al final esto es un poco igual. Hay un recorrido en el crecimiento de la vida digital de los niños, que se produce en función de nuestras decisiones. Los niños, especialmente hasta la adolescencia, utilizan la tecnología en función de lo que nosotros como padres y madres les dejamos hacer. No entra por la chimenea, somos nosotros los que abrimos esas puertas. Para abrir esa puerta hay que dedicarle tiempo para ver qué tipo de puerta estás abriendo y en qué condiciones, y cómo le va a sacar tu hijo el mejor partido. Creo que este es el ejercicio que más nos cuesta porque lleva tiempo.

Como divultadora en colegios, empresas... señalas que normalmente los padres lo que te piden son recetas o soluciones rápidas para controlar todo lo que respecta a la tecnología de sus hijos, pero en realidad no se están haciendo una serie de preguntas. ¿Cuáles son esas cuestines que realmente nos debemos plantear en casa?

Creo que las preguntas más típicas tienen que ver con lo preocupados que estamos y a veces, mea culpa también, lo ocupados que estamos con otras cosas y entonces el poco tiempo que nos queda para ocuparnos de esto. Las preguntas habituales son: a qué edad le doy el móvil, no en qué franja de edad, a qué edad, ¿cómo evito que mi hijo se haga adicto a los videojuegos, cómo evito que mi hija no esté siempre pendiente de los Likes, cómo evito tener problemas de acoso, qué hago si mi hijo consume pornogafía y me acabo de enterar. Son preguntas la mayoría de ellas cerradas y en las que se nos olvida que educar es un proceso de larga inversión. Es un recorrido a largo plazo, creo que el gran problema que tenemos, insisto yo la primera, es que queremos soluciones cortoplacistas y además garantistas. Queremos garantías absolutas, si hago B, si hago A, seguro que no pasa B. Esto es muy difícil porque los parámetros son muy distintos en cada familia, cada niño es un mundo y tenemos que empezar a descartar esas preguntas absolutas y hacernos otras: ¿cómo es mi hijo? ¿en qué situación está? ¿Mi hija es vulnerable o es popular? ¿Está fuerte? ¿le puede importar de una manera u otra una red social? ¿Mi hijo es impulsivo o muy tranquilo? ¿le puede influir distinto el videojuego A o el B? ¿Será mejor que elija un tipo de videojuegos si es de mal perder y mal ganar? ¿Mi hijo en el patio es un líder y no se controla o es un chico débil y ya tiene problemas y puede que los tenga un chat grupal? Al final estas preguntas son muy importantes porque el bienestar digital, o esa salud digital de nuestros hijos no depende solo de lo digital, depende de cómo estén ya, de cómo sean, de qué momento están atravesando. No es lo mismo un adolescente de 13 antes de la pandemia, que durante la pandemia y después de la pandemia. Y estas son las preguntas que tenemos que empezar a hacernos. Qué ejemplo doy. Y no solamente en cuanto a si doy mal ejemplo, no usando mucho el móvil, sino si doy buen ejemplo, qué me ven hacer a mi mis hijos con el móvil. ¿Solo trabajar? ¿Solo jugar? ¿Ayudar a aprender? ¿Hacer gestiones? ¿Cuánto hablamos en casa de estos temas? ¿Y cuándo hablamos cómo hablamos? ¿Es siempre un sermón, una advertencia? ¡Te vas a hacer adicto! ¡Siempre estás pendiente, no lo dejas nunca, ya no haces nada más! ¿O hay otro tipo de conversaciones? creo que todo esto nos tiene que ayudar a hacernos otro tipo de preguntas.

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