Diálogos de Familia

«Al llegar a casa habría que poner en "modo avión" todo lo que no sea mirar a los ojos de nuestros hijos»

«El apego inseguro supone un 40 por ciento de la población y es una cifra muy elevada», denuncia el psicoterapeuta Rafa Guerrero

Carlota Fominaya

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Hoy, en Diálogos de Familia, tenemos la suerte de contar con el psicoterapeuta Rafa Guerrero, director de Darwin psicólogos y autor de numerosos libros dedicados a la educación emocional de los más pequeños de la casa. Hablamos con él de los diferentes tipos de apego .

Queremos que expliques a todos los oyentes en qué consiste el apego, que parece ser un término malinterpretado. Hay cierta confusión entorno al apego y muchas personas que piensan que es igual a estar pegado a las faldas de tu madre o los pantalones de tu padre. Nada más lejos de la realidad.

El apego es el lazo afectivo que establecemos desde que somos bien chiquititos con nuestros padres . Es importante que tengamos en cuenta que una de las características que tiene este tipo de relación tan especial, el apego, es que nos encontramos dos figuras, es como una especie de relación vertical, donde la parte de arriba la ocuparían el cuidador o la cuidadora, que habitualmente es mamá o papá, aunque no tiene por qué. En la parte de abajo, tenemos al chiquitín, que es el dependiente. Decimos que es el niño pequeño el que se apega a mamá o a papá, pero mamá y papá no se deben apegar al chiquitín, porque lo que hacen es que se vinculan.

Este tipo de relación tan especial que llamamos apego y qué es tan necesaria por estar enfocada a la supervivencia tiene esa característica de la verticalidad, no son relaciones simétricas , como las que podamos tener con nuestros compañeros de trabajo o con nuestros amigos y parejas. Es una relación que nos permite sobrevivir.

¿Cómo se construye esa relación correctamente con un hijo? Y sobre todo, ¿cómo se construye correctamente?

Difícil responder a esto, pero se construye fundamentalmente a través de la interacción. No es que el apego haga ¡POP! en el momento del nacimiento, o en el momento en el que el niño tiene 2 años o 6 meses, sino que es algo que se construye poco a poco. ¿Cómo se construye? Se construye con la mirada, con el tacto, con el respeto.

Hace muy poquito una buena amiga dio a luz, por primera vez, y cuando le preguntaba ¿cómo estás? ¿cómo estás con tu chiquitina? Me respondía: «Pues aquí estamos, conociéndonos». Me gustó mucho, porque refleja muy bien que el apego no es una cosa que pasemos de cero a 100 en nada, no tengo apego, y de repente lo tengo. No es una cosa abrupta, podríamos decir, sino que es algo que poquito a poco se va construyendo.

De hecho, los estudios llegan a la conclusión de que los apegos están construidos en torno a los 7, 8, 9 meses . En torno al año ya podemos establecer qué tipo de apego tiene este niño o esta niña con sus padres. Al final el apego es una consecuencia de cómo nosotros, como adultos, padres y madres que somos, nos relacionamos y nos vinculamos.

Me imagino que muchas madres que nos estén escuchando y que dejen a su bebé al cuidado de otras personas se preocuparán por saber si ese apego lo va a construir bien o con la persona que le cuida.

Cuando hablamos de apego no nos referimos solo una relación digamos exclusiva. No es que el niño, la niña, el bebé... se apegue con mamá o papá, sino que establecemos poquitas relaciones de apego, dos o tres, pero siempre entre esas mismas figuras, que generalmente son el padre, la madre, una abuela o una cuidadora, como estás comentando. Es más, hasta dentro de esas tres, personas siempre hay una favorita . Y generalmente la favorita es la mamá.

Siempre digo que la relación por la cual la mamá es la favorita se llama «9 meses» . La relación de comunicación que se establece en el embarazo a todos los niveles en el periodo perinatal es lo que hace que la mamá tenga mayor probabilidad de ser la figura de apego principal.

Dices en tu libro sobre apego que los niños tienen diversas necesidades: fisiológicas, de salud, cognitivas… que los padres esas las suelen cubrir bien. En cambio, fallan en las emocionales. ¿Cómo pueden hacerlo mejor estos padres?

Como bien dices, existen cuatro tipos de necesidades. Hablamos de las fisiológicas (que son las que tienen que ver con la parte más física, la alimentación, la hidratación, que tengan sus vacunas, que estén protegidos físicamente, a la temperatura adecuada...) todo esto lo conocemos, lo entendemos y lo cubrimos muy bien los padres y las personas que estamos con los niños. En segundo lugar hablamos de las necesidades cognitivas , la necesidad de aprender, de mejorar, de ir rompiendo barreras para ser mejores personas y profesionales e ir conociendo el mundo. Creo que estas dos las cubrimos muy bien. Estamos muy sensibilizados con las primeras que tienen que ver con el ámbito físico y las segundas que tienen que ver con aprender, el conocer, el desarrollar determinadas habilidades. Eso lo hacemos bastante bien tanto madres, padres como profesores.

Pero luego existen dos tipos de necesidades, que son por un lado las emocionales y afectivas, y por otro lado, las sociales . Las primeras tienen que ver con la necesidad de que nuestros chiquitines de ser protegidos. Pero, a la vez que les fomentamos esa protección, debemos ser capaces también de animarles a que sean autónomos, a que hagan las cosas por sí mismos. Esto es como los pedales de un coche: hay que saber manejar muy bien el acelerador y el freno. Por tanto, el acelerador y el freno del sistema de apego tienen que ver con la protección por un lado y la autonomía por otro. Es decir, tienen que ver con atender las distintas emociones, afectos que tienen nuestro hijos.

En cuarto y último lugar están otro tipo de necesidades, a las que tampoco les hemos dado el respeto y el lugar que debería, que son las sociales . Creo que en este momento que estamos viviendo de pandemia nos ha demostrado (o espero que así sea) el hecho de que nuestros hijos socialicen, se relacionen, vayan a cumpleaños, vayan con sus compañeros a los partidos de fútbol, jueguen al baloncesto, en definitiva, que se relacionan, no es ningún capricho, es una necesidad…

A mi modo de parecer, creo que las fisiológicas y las cognitivas (que tienen que ver con la curiosidad), las aceptamos, las legitimamos y las cubrimos bastante bien, pero tenemos un problema de reconocimiento en esa parte emocional y social, que muchas veces hace que al no cubrirse vayamos creciendo con esas carencias.

¿Qué tipo de padre no lo construye bien? Porque el apego paraece que es una cosa natural, que fluye y sale solo.

Pero no es así. Solamente puedo dar aquello que tengo . Para que me pueda vincular de manera sana con mi hijo, o pueda desarrollar un apego sano es fundamental que tenga determinadas habilidades: que yo sea una persona segura, que tenga una autoestima suficientemente buena, que tenga capacidad de empatía, buena resolución de conflictos, que sea capaz de legitimar o comprender las necesidades que tiene mi hijo...

Esto no es una cosa de saberlo, es una cosa de sentirlo . Como bien dice un buen amigo, uno no aprende a amar amando, repitiendo una conducta, sino que uno aprende a amar sintiéndose amado. Por tanto solo voy a poder desarrollar estas habilidades emocionales y solo me voy a poder vincular de una manera sana con mi hijo si dispongo de una manera sana de relacionarse con el mundo y con las demás personas. Esto tiene su truco. La manera en la que yo me vinculo con mi entorno depende o ha dependido de cómo mis padres se han vinculado conmigo .

Las habilidades sociales y emocionales, el apego en definitiva, que es de lo que estamos hablando, tiene mucho que ver con lo que se transmite generación tras generación. Por tanto voy a poder vincularme con mis hijos de una manera sana si mis padres, si mi entorno, la estructura da igual, lo importante es que sepamos cubrir sus necesidades. Que yo pueda transmitir esas habilidades. Esa es la clave.

Dicho de otra forma: «No hace falta que te explique a ti hijo mío qué es la empatía, sino que lo demuestre». No es tanto la parte teórica, sino la práctica. Que yo me comporte contigo empoderando, creyendo en ti, confinado en lo que vas a hacer, dándote esa autonomía, protegiéndote cuando necesitas ser protegido... Todas esas cosas van a hacer que desarrollemos un vínculo seguro.

Si se genera ese vínculo inseguro, y tú como padre o madre te das cuenta de que por ahí no vamos bien, ¿se puede reparar? ¿se puede forjar de nuevo? ¿Cómo podemos hacer para curarlo o sanarlo?

Has dicho la palabra que más me gusta cuando hablamos de cambiar ese vínculo hablamos de reparar. Y la respuesta es sí, tajante. Los psicoterapeutas tenemos la importante y a la vez difícil tarea de ayudar a personas (y no digo niños, ni adolescentes, ni adultos…digo personas) a reparar ese vínculo. Ayudar a pasar de una manera insegura de relacionarse (con baja autoestima, con poca capacidad de ponerse en la piel del otro, con poca capacidad de solucionar conflictos, con poca capacidad de regular nuestras propias emociones...), y podemos reparar ese apego, que vamos a tener que indagar mucho en la infancia, y en cómo esta persona se relaciona, que tiene mucho que ver con la parte de la infancia y la adolescencia) y somos capaces los psicoterapeutas de reparar un apego inseguro y poder hacer que la persona, ese niño o adolescente o adulto se empiece a vincular de una manera sana.

La única forma que yo conozco de reparar ese apego es a través de la psicoterapia. Hay otras maneras insanas de salir de estas situaciones que nos generan ansiedad, como son las adicciones. Cualquier tipo de adicción me resuelve el problema que yo tengo.

En alguno de tus libros se señala un 40 por ciento niños con apego inseguro. ¿No es una cifra altísima?

Es una cifra altísima pero es a que llegan constantemente los estudios. Y no solamente hablamos de niños, porque estos niños en algún momento serán adultos. El apego inseguro supone un 40 por ciento de la población y sí, es una cifra muy elevada . Pero también es verdad que la sociedad está haciendo de las suyas, está haciendo estragos. Lo que son las necesidades básicas de nuestros hijos no siempre las estamos cubriendo y esa es la base.

Aquellas mamás, papás, aquellos adultos o cuidadores que son capaces de estar tiempo, de estar accesibles con sus hijos, de poder sintonizar o concentrar con sus emociones, con sus necesidades emocionales y dar respuestas a sus necesidades van a ayudar a sus hijos a tener un apego seguro.

Si estas circunstancias, el estar presente, estar accesible, conectar, empatizar con sus necesidades, legitimarlas, permitirlas, y consecuentemente cubrirlas... Si esto no lo hacemos, muy probablemente estaremos en presencia de un apego inseguro.

Me quedo con la palabra presencia pero muchos trabajan mucho y llegan muy tarde a casa. ¿Deberíamos hacer un esfuerzo en general y hacer «curas de presencia» con nuestros hijos para apagar el móvil y poder mirarles a los ojos cuando estemos con ellos?

Muchas veces lo que le planteo a los padres es reducir la jornada, que no siempre es posible. Soy consciente de que cada familia tiene sus circunstancias, pero creo que la presencia vrdadera es fundamental. Cuando llegamos a casa el poco o mucho tiempo que tengamos tiene que ser de calidad . Tiene que ser tiempo real, de mirar a los ojos a nuestros hijos, de estar con ellos y poner en «modo avión» todo lo que no sea eso. Y a lo mejor es estar viendo un documental, o unos dibujos animados, haciendo un pulzzle leyendo o ayudándole a sacar adelante los deberes de física que tiene que hacer: estar. O por lo menos, estar disponible.

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