Elon Musk quiere construir un nuevo Silicon Valley en Texas
El segundo hombre más rico del planeta se marcha de California para abrir en Austin dos nuevas fábricas para construir entre otras cosas cohetes que lleguen a Marte, y además pagará menos impuestos
California ha perdido a uno de sus más distinguidos multimillonarios. Elon Musk , el padre de Tesla y SpaceX, es, desde ahora, residente de Texas. Lo anunció él mismo, que se ha convertido en la segunda persona más rica del planeta , en una conferencia de directivos mantenida esta semana. Las razones que da Musk son puramente logísticas, pero a nadie se le escapa que este empresario lleva meses quejándose de las duras restricciones por la pandemia impuestas por los demócratas en el estado de California.
Musk, cuya fortuna supera los 144.000 millones de dólares, en realidad no es ningún pionero. Aprovechando el auge del teletrabajo, cientos de empleados de Silicon Valley se han mudado a otros estados con menos impuestos, donde el coste de vida es más bajo, y donde las restricciones son mucho más laxas. Pero desde luego sí que es el más famoso en irse del estado donde ha hecho su fortuna, tras graves desavenencias con los demócratas y una especie de luna de miel con Donald Trump por su postura ante el virus.
El «New York Post», el diario más trumpista de todos, ya pintaba ayer a Musk encaramado a un caballo, cabalgando por las secas praderas de Texas con un gorro de vaquero y un pañuelo rojo en el cuello. Proclamaba el diario: «Silicon Valley ya no es lo que era». La razón que ha llevado a Musk a irse, la gota que ha colmado el vaso de su paciencia, es el cierre de la fábrica de Tesla en Fremont , con 10.000 empleados y que las autoridades demócratas de California han obligado a cerrar. Según dijo Musk, que habló en el foro de directivos del «Wall Street Journal» , prefiere vivir en Texas porque allí va a abrir una planta para construir cohetes espaciales que llegarán a Marte y una nueva factoría de automóviles para producir los nuevos camiones inteligentes de Tesla.
A nadie se le escapa tampoco que Musk va a pagar muchos menos impuestos en Texas, porque a diferencia de California, aquel estado no tiene impuestos sobre la renta ni sobre ganancias del capital. En California, por ejemplo, esos últimos impuestos son del 13,3% sobre el 20% federal. Gran parte de la fortuna de Bezos proviene de su 20,8% de propiedad en Tesla, una empresa cuya capitalización estimada se ha disparado con la pandemia, de 200 a más de 600 dólares por acción.
Sí quiso Musk darle un pequeño toque de atención a sus exvecinos californianos en su anuncio. Según dijo: «Si un equipo ha estado ganando durante demasiado tiempo, tiende a volverse un poco complaciente, un poco condescendiente, y así ya no gana los campeonatos en los que juega . California lleva demasiado tiempo ganando». En mayo, el empresario amagó con reabrir la fábrica de Fremont en abierta rebeldía contra las autoridades de su país, y el mismísimo presidente Trump acudió a su rescate, proclamando en Twitter: «¡California debe dejarle a Elon Musk reabrir su fábrica ya!».
Los texanos no se han visto en otra. La llegada de Musk supone que San Francisco, ese bastión demócrata, ya no tiene el patrimonio exclusivo de las cabezas pensantes y las grandes compañías tecnológicas. Supone que en un futuro descentralizado y de teletrabajo, el capital humano de esas empresas bien puede trabajar desde estados más soleados, más baratos, más libres. «¡Bienvenido!», le dijo a Musk el senador Ted Cruz .
Cierto es que Musk no se muda a un rancho en las praderas del desierto. Sus nuevas fábricas y su fundación están en Austin, al igual que su fundación caritativa. Probablemente su residencia fiscal acabe allí. Y Austin es una especie de San Francisco del sur, una vibrante ciudad con una gran cultura musical que controlan los demócratas desde tiempos inmemoriales.
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