La costilla de Adán

Mantuvieron una relación que duró 26 años pese a que el actor se negó a separarse de su esposa porque era católico. Protagonizaron nueve películas juntos y jamás compartieron el mismo techo ni aparecieron en público

Pedro García Cuartango

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Hubieran querido ser como los personajes que encarnaron en «La costilla de Adán»: un matrimonio feliz. Nunca lo fueron. Spencer Tracy y Katherine Hepburn vivieron una apasionada historia de amor durante 26 años, pero el actor de origen irlandés nunca quiso abandonar a su legítima esposa.

Cuando rodaron en 1949 esa película, dirigida por George Cukor, mantenían un vínculo sentimental que se refleja en las miradas que se cruzan ante la cámara. Ambos interpretan el papel de una pareja que se enfrenta en un caso de asesinato: él es el fiscal y ella es la abogada de la mujer que ha matado a su marido. El proceso envenena la convivencia doméstica, pero triunfa el amor. Hay una escena en la que Tracy llora ante una ventana y ella le susurra palabras de consuelo. Esa imagen refleja lo que fue su relación.

Aunque habían coincidido ocasionalmente en algunos eventos de Hollywood, fue el director Joseph Mankiewicz quien contrató a los dos actores en 1941 para rodar «La mujer del año», sin intuir que la química entre la pareja acabaría en uno de los romances más intensos y duraderos de la historia del cine.

Cuando el productor les presentó en los estudios de la Metro, Katherine exclamó. «Sr. Tracy, no es usted tan alto como esperaba». A lo que el ejecutivo respondió. «No se preocupe. Él, con su talento, la reducirá a su tamaño». El actor confesó años después que no quería trabajar con Hepburn en esa película porque llevaba las uñas sucias, parecía arrogante y vestía con pantalones.

En ese momento, ella era una mujer de 34 años, divorciada de un hombre de negocios, amante de la natación, el golf y el tenis, que vestía siempre ropa informal, con un talante huraño que huía de los eventos sociales. Tenía un fuerte carácter, decía lo que pensaba sin cohibirse y era de ideas feministas. Había mantenido un breve «affaire» amoroso con el millonario Howard Hughes, que había aterrizado en un prado con su avión para seducirla.

Spencer Tracy había cumplido 41 años y llevaba casado casi dos décadas. Tenía dos hijos con su mujer Louise, uno de ellos, sordomudo. Su matrimonio atravesaba una fuerte crisis, pero el actor era católico y no estaba dispuesto a divorciarse.

Fue el comienzo de una relación tormentosa pero ininterrumpida hasta la muerte de Tracy en 1967, dos semanas después de concluir el rodaje de «Adivina quién viene esta noche», en la que los dos aparecen juntos por última vez en la pantalla. Habían compartido los títulos de crédito en otras ocho películas. Hepburn era un persona sana y llena de vitalidad, pero Tracy era un hombre enfermo, con un enfisema pulmonar y diabetes, muy afectado por su adicción al alcohol.

Durante un cuarto de siglo, los dos se cuidaron de mantener las apariencias de suerte que no vivían en la misma casa, no compartían hotel si estaban trabajando juntos y evitaban cualquier aparición en público. Él siempre dejó claro que no se iba a divorciar y ella aceptó la situación y se convirtió en su confidente y su gran apoyo moral. «Hubiera hecho cualquier cosa por él», dijo Katherine tras su muerte. Ella falleció a los 96 años en 2003 sin olvidar al gran amor de su vida.

Uno de los misterios de la relación es por qué una mujer feminista y sin prejuicios aceptó la sumisión a un hombre tan convencional como Spencer Tracy. Se dice que estaba fascinada por su talento y que, por ello, soportaba las frecuentes depresiones del actor. Interrogada al final de su larga vida sobre por qué nunca llegaron a convivir, respondió: «Hubiéramos sido desgraciados». Nunca lo sabremos.

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