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EL PULSO DEL PLANETA

La Corona reactiva el barrio de los dandis

La Familia Real británica, gran propietaria inmobiliaria en Londres, dinamiza St. James con nuevos pisos y oficinas. Un piso tipo no baja de 8,8 millones de euros

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George Bryan «el Bello» Brummell fue el árbitro de la moda en los días de la Regencia inglesa, a comienzos del siglo XIX. Protegido del futuro Rey Jorge IV, con quien trabó amistad en el colegio de Eton, cuentan que «el Bello» dedicaba cinco horas al día a emperifollarse. Sin embargo, dejó este cauto consejo: «El verdadero elegante no se hace notar». Epítome del dandi, fue un precursor del actual traje masculino y recomendaba sacar lustre a las botas con champaña. Además de glamouroso, lo adornaba un ingenio florido y punzante, pero su astro se chamuscó pronto. Manirroto, murió en un asilo, arruinado y vagando en una locura sifilítica.

En Jermyn Street, calle del barrio londinense de St. James donde los penúltimos «gentlemen» se pertrechan de camisería y calzado, todavía puede uno toparse con un Brummell en pleno esplendor.

Su estatua de 2002 saluda las galerías comerciales de Picadilly, a un paso de los fogones de Wiltons, donde caballeros españoles de querencia anglófila atacan lenguados de solera en un país paradójico, que siendo una isla ignora el pescado, excepto el salmón.

En este siglo XXI, St. James sigue siendo un barrio exclusivo, como en sus orígenes, cuando Carlos II autorizó a algunos aristócratas a mudarse allí a la vera de Palacio. Al oeste lo cierran Green Park, el Palacio de St. James y el hotel Ritz, en cuyas habitaciones murió Margaret Thatcher por gentileza de sus dueños. Al este, Haymarket y la plaza Picadilly, tomada por un turismo abigarrado. Por el medio, almacenes y tiendas de solera, como Fortnum & Mason o la librería Hatchards, abierta desde 1797. También algunos de los clubes masculinos más antiguos y elitistas de Londres, como Brook’s, Boodles o White’s, que data de 1639 y del que Cameron se dio de baja en 2008, tras quince años de socio, en protesta por su norma de proscribir a las mujeres.

Tras los destrozos de las bombas alemanas del Blitz, en la posguerra St. James perdió pulso residencial y vida. Todavía hoy semeja soñoliento en comparación al vecino Mayfair. Se volvió una zona de oficinas. Pero ahora está recobrando su vitalidad gracias a las inversiones de la monarquía británica.

El Crown Estate, el patrimonio de la Corona, es el mayor propietario inmobilario del barrio (también de la vecina calle de tiendas Regent Street). En 2011 inició un programa de 680 millones de euros para dinamizar la zona, que incluye 24.150 metros cuadrados nuevos de suelo residencial –el doble que actualmente–, flamantes edificios convertidos en centros comerciales, oficinas punteras y más ornato en las zonas comunales. El resultado es que el barrio de los dandis contará con más vecinos, pero ya no serán los estetas de antaño, sino millonarios árabes, asiáticos e indios. Y es que los precios son imposibles. Un piso tipo de tres habitaciones no baja de 8,8 millones de euros y algunos con mirada al parque se van a los 16 millones. St. James vuelve a ser residencial y el lujo que enloqueció a Brummell sigue vivo. La duda es si perdurará la clase.

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