François Hollande junto a Valérie Trierweiler
François Hollande junto a Valérie Trierweiler - efe

Hollande, Gayet y Trierweiler, la exclusiva más importante del año

El presidente francés y sus dos novias forman un triángulo amoroso que ha dejado al socialismo francés al borde del abismo

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Nada más empezar el año, la prensa frívola se comió a la seria. A la del rimbombante periodismo de filtración que a veces se llama de investigación. La revista «Closer» desveló, gracias a un fotógrafo que se había echado a la calle, la relación entre François Hollande y Julie Gayet, de 42 años. Aunque al presidente francés, que cumplió los 60 en agosto, solo se le viera saliendo en moto del apartamento de la actriz, imagen que llevó a Sarkozy a hablar de la ridiculez de su sucesor. Pero en el negociado de la ridiculez nada superará a Hollande disfrazado de Borat. Vestido con ropas tradicionales kazajas (como pueden ver en la portada de este suplemento). Fue una foto publicada en la cuenta de Instagram del servicio de prensa de Kazajistán.

Y retirada inmediatamente.

Hollande no estaba casado cuando lo pillaron con los cruasanes, pero tenía en casa a la novia, Valérie Trierweiler. Cuando terminó con Ségolène Royal (61), actual ministra de Ecología y madre de sus cuatro hijos, explicó, en un curioso homenaje a Deng Xiaoping, lo que para él son las relaciones amorosas. En lugar de «un país, dos sistemas», «una pareja, dos libertades».

Hollande, como Mae West, considerará que el matrimonio es una institución y él no está preparado para una institución. Ni para la fidelidad. Y quizá ni para la presidencia. Antes de que se supiera lo de Gayet ya era el presidente menos popular de la V República francesa, con un 35% de aprobación. En un contexto económico y social difícil (más los enredos), su popularidad había bajado en febrero al 19% (según otras encuestas, al 23%). A tenor del último sondeo, publicado en diciembre, se ha recuperado hasta el 25%, que sigue siendo un porcentaje bajísimo.

La prensa frívola también provocó un shock a Valérie Trierweiller (49), que antes de dar las gracias por ese momento, se hizo un «rosabenito». El relato de la toma de la pastilla en su vengativo y lucrativo libro es tan grotesco que casi da permiso para que nos riamos del sucedido. Trierweiler dijo a «Paris Match» que se sintió caer de un rascacielos al enterarse de la traición. Como en los títulos de «Mad Men». Pero lo que contó en el libro fue más loco: «Tomo la bolsita de plástico que contiene los somníferos… François me ha seguido. Intenta quitarme la bolsa, que se desgarra. Las píldoras se desparraman encima de la cama y por el suelo. Consigo recuperar unas cuantas. Trago las que puedo…». Pone verde a Hollande, pero ella no queda mejor. Que tras el episodio de las pastillas se trasladara a La Lanterne, un pabellón de 1787 con cornamentas en la entrada, añadía otro elemento chusco al enredo presidencial.

Nuevamente la prensa frívola, en este caso «Voici», es la que ha demostrado que Hollande y Gayet siguen juntos (y en el palacio presidencial), pese a lo que se había publicado. O a lo que ellos habían fingido. De hecho, son las primeras imágenes en las que se les ve juntos después de haberse hecho pública su relación. Pero lo que las fotos también han revelado es un agujero en la seguridad del Elíseo. A no ser, como se ha escrito, que se hayan hecho con el consentimiento de Hollande. Marion Alombert, directora de «Voici», aseguró que no se tomaron desde el interior del Elíseo. Y tampoco con un drone, la otra opción apuntada. Momento en que el lío presidencial pasa de ser «Enredo» a parecerse a «Homeland».

Nicolas Sarkozy, como chiquilíder de la derecha, piensa volver al Elíseo. Pero tendrá que luchar para conseguir la candidatura a la presidencia de Francia en 2017 con Alain Juppé y François Fillon. Eso además de superar los casos de corrupción en los que está involucrado directa o indirectamente. «Paris Match», aprovechando el triunfo de Sarkozy en las primarias para presidir la UMP y atisbando el futuro, ha vuelto a colocar en portada al expresidente y a Carla Bruni, que salieron hace poco más de dos años y medio del Elíseo. Bruni, todo hay que decirlo, salía más cara a los presupuestos que Valérie Trierweiler. De Bruni se ha dicho más que de cualquier otra. La periodista Valérie Benaim sostiene en su libro («Carla y Sarkozy: la verdadera historia») que la cantante tuvo algo con Laurent Fabius. El hipotético enfrentamiento electoral entre Hollande y Sarkozy se promete apasionante.

Si Hollande pudo llegar a la presidencia fue en parte gracias a las debilidades de otro político. Gracias al inquietante, rijoso y socialdemócrata Dominique-Strauss Khan. Decía la cocinera televisiva Julia Child que en Francia la cocina era un deporte nacional y un arte muy serio. Los amores y amoríos lo son todavía más. Tanto como para que la prensa rosa saque los colores a la presuntamente seria.

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