Rafael de Paula junto a su mujer, Marina Muñoz
Rafael de Paula junto a su mujer, Marina Muñoz - abc

La azarosa vida de Rafael de Paula fuera de los ruedos

El diestro jerezano, detenido por intento de agresión, ya estuvo en la cárcel por ordenar dar una paliza al supuesto amante de su mujer

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Genio en el ruedo. Capaz de alcanzar cimas cercanas a la gloria y descender a los infiernos de su profesión. Así ha sido la vida taurina de Rafael Soto Moreno (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1940), Rafael de Paula en los carteles. Un gitano del barrio de Santiago que ha toreado como pocos y que inspiró nada menos que esa pieza literaria magistral, «La música callada del toreo», de José Bergamín.

Pero lo que en los ruedos fue magia y sentimiento; toreo arrebatado y duende solo posible en quien tiene el don innato de la torería -sazonada con la cara más amarga, la de las duquelas negras de los miedos y las «espantás» sonoras a compás de palmas por bulerías-, fuera de ellos se tornó en vida azarosa que ha tenido en esta última detención por presunto intento de agresión a su abogado, el conocido letrado jerezano Manuel González Gamero, un episodio más que sigue engordando un desgraciado currículo que le acompaña en una vida nada fácil fuera de las plazas de toros y en la que la justicia ha estado de por medio.

El 19 de marzo de 1985, Rafael de Paula era detenido tras torear en el coso gaditano de El Puerto de Santa María. Fue acusado de haber enviado a dos individuos al domicilio de un futbolista que, supuestamente, mantenía una relación amorosa con su esposa. Los «sicarios» habrían asestado tres puñaladas a la víctima.

Tres días después ingresaba en prisión. Supuso toda una conmoción. Estuvo quince días en el penal de El Puerto. Luego vino el juicio, la condena de dos años y treinta días de cárcel y los recursos. Mientras, siguió toreando. Y forjando su leyenda como torero entre cimas y simas; luchando contra sus fragilísimas rodillas cada vez más cargadas de placas y tornillos.

Diez años después de aquello, en 1995, se ejecutó finalmente la sentencia y Rafael de Paula tuvo que ingresar en prisión. Parecía que se acababa el torero y el hombre. Aunque no fue así. Cumplió con la Justicia, salió y siguió con su profesión hasta que se retiró. Posteriormente ejerció como apoderado de Morante de la Puebla y recibió el homenaje de la afición madrileña.

Junto a ello, el triste episodio vivido en Ronda en 2012, cuando se le homenajeaba, a la par que iba a presentar el libro de su hijo Jesús. Se le «cruzaron los cables» y despotricó de la alcaldesa, de un conocido pintor e incluso de su hijo, arengando a los presentes a que no comprasen el libro. «Y ya estoy en Jerez de la Frontera, donde se comen las papas enteras», dijo antes de abandonar la estancia. Puro Paula...

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