Trus Roble

Cata el martes, cata el jueves, el viernes otra. Y el resto del tiempo de bares probando y ofreciendo vinos. Así que hoy me tomo la tarde libre. Se acabó todo lo que tenga que ver con el vino. Dejo todo en el almacén y me voy a casa con viento fresco. Tengo que podar las madreselvas y los frutales. Hay que cortar el césped, regar todas las macetas, salir a pasear con Cessna, mi perro, limpiar la casa…

Estaba descargando cuando Otto me invitó a una de sus cervezas alemanas artesanas que vende en Babaria Simplex, en el local al lado del mío. Ya saben, cebada orgánica, doble fermentación, sin carbónico añadido, en fin, un chute de sabores y aromas.

Me entrega el correo porque soy un desastre y todavía no he puesto el buzón. Junto a las cartas de mi banco, ofreciéndome alguno de sus productos, para mí con exceso de confianza por su parte, me entrega una caja en la que descubro un Trus Roble. «¡Por fin llegó, que ganas tenía de verlo, tendrá que esperar!», le decía a Otto mientras oíamos el 'Made in Japan', que la tarde la iba a aprovechar en casa haciendo la colada y ordenando un poco. «El sábado te invito a comer en casa y lo probamos».

Al llegar a casa, mientras podaba, pensaba en lo que había disfrutado de esa botella cuidada hasta el mínimo detalle. En lo que iba a disfrutar el sábado cuando se me pasara mi descanso del mundo del vino. Tendría que invitar a alguien que supiera apreciar el aroma fresco y el color intenso característicos de la tinta fina. 8 ó 9 meses de crianza en roble, así que tendría que preparar un plum cake de sardinas o de atún después de alguna chacina y un cordero asado o unas carnes a la brasa. El postre sería el mismo vino y un gin tonic.

¡Mira! ¡Se acabó la poda! Me voy a abrir la botella de Trus Roble y mañana le invito a Otto una buena carne en La Micaela de El Puerto de Santa María, que creo que lo tienen. Para una vez que me ponía serio... Creo que tengo una fractura en el cerebro.