Una triste escena vivida este lunes en Ondárroa, donde murieron dos empleados de una fábrica
Una triste escena vivida este lunes en Ondárroa, donde murieron dos empleados de una fábrica - EFE

Ondárroa, un municipio castigado por el infortunio

La localidad vasca, de luto por la muerte de dos trabajadores en una explosión, teme el derrumbe de una ladera

ONDÁRROA Actualizado: Guardar
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«Parece que le han echado mal de ojo». La frase de Ana, de paso en Ondárroa (Vizcaya) para visitar a su madre, recoge el sentir de los más de 8.000 vecinos de este municipio que desde hace semanas vive con el corazón en un puño por los desprendimientos de una ladera y este martes, además, se sobrecogió con la muerte de dos trabajadores de una fábrica de hielo, al registrarse una explosión por una fuga de amoníaco. «El accidente ha sido la puntilla», resume Andoni.

El Ayuntamiento de Ondarroa ha acordado este mediodía, en una sesión plenaria extraordiniaria, declarar dos días de luto y ha convocado para mañana dos horas de paro (desde las 11.00) y una manifestación (12.30).

El alcalde, Zunbeltz Bedialauneta, ha dado lectura a una declaración institucional acordada entre los dos grupos representados en el Ayuntamiento -Bildu y PNV-, que reclama que se esclarezcan las causas del accidente.

De susto en susto, esta mañana tres unidades de bomberos han regresado a Ondárroa por el olor a amoníaco detectado en torno a la fábrica. Se ha acordonado la zona pero todo ha quedado en eso: un susto. Pero son ya demasiados. En otro punto de la localidad, en Kamiñalde, los bloques de viviendas vacías son testigos mudos de la amenazante presencia de un monte que corre serio riesgo de venirse abajo tras un corrimiento de tierras registrado hace una semana. El Gobierno vasco ya asume que se vendrá abajo y espera que no lo haga de golpe, gradualmente.

Mientras los técnicos continúan monitorizando la zona y la brecha en la ladera aumenta 10 centímetros al día, los esfuerzos se centran en retirar las toneladas de árboles de la parte superior para aliviar el «peso» que presiona la falla. Se trabaja contrarreloj antes de que vuelva a llover y se agrave la situación.

«Meses» fuera de casa

Hay cerca de 180 familias desalojadas desde hace una semana y este martes el consejero de empleo y políticas sociales del Gobierno vasco, Ángel Toña, ha cifrado en «meses» el tiempo que pasará antes de que puedan regresar a sus casas, al tiempo que ha admitido que es el monte el que «va a marcar los plazos». El pasado domingo el lendakari Urkullu afirmaba que la «prioridad» era reubicar a las familias afectadas. Muchas de ellas están pasando el mal trago bajo techos de vecinos y amigos.

Toña ha cifrado en más de 40 las viviendas vacías en la zona que ya están disponibles para proceder a los realojos, pero no son suficientes. Esta tarde se celebra una reunión entre alcaldes de la comarca. Se busca una solución cuanto antes, mientras los servicios sociales han empezado a recibir a las familias, que han rellenado unas fichas donde detallan sus necesidades.

En el barrio de Kamiñalde, el afectado por los desprendimientos, tres dotaciones de la Ertzaintza vigilan 24 horas al día para evitar saqueos en las viviendas desalojadas. Por ahora no ha habido incidentes. La zona está acordonada. En las casas más próximas a la ladera se puede apreciar cómo las rocas ya descansan contra las fachadas.

«Se nos va a caer hasta el río»

Andoni, de paso por el barrio, se muestra pesimista. «El monte se nos va a caer hasta el río», barrunta, mientras hace cálculos: la ladera mide más de 90 metros, la primera línea de edificios, algo más de 20. La clave: si el desprendimiento será gradual o de golpe. Relata que todo el municipio se ha visto afectado. En la zona hay dos centros escolares y un ambulatorio, y quienes acuden deben sortear los cortes de tráfico, al igual que los conductores que deben coger una variante y desviarse tres kilómetros para entrar y salir de la localidad.

De momento, este vecino, como el resto, observa el monte de reojo y con preocupación. «Hasta que pase, que va a pasar», dice de un derrumbe que todos, Gobierno incluido, dan por hecho.

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