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La temporada más difícil de la OSG llega a su fin

Los músicos de la orquesta joven despiden el ciclo sinfónico 20-21, marcado por el exilio forzoso al Coliseum y las severas restricciones para la asistencia de público

Miembros de la OSG durante la pandemia CEDIDA

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Casi como si fuera un milagro, la temporada de la pandemia de la Orquesta Sinfónica de Galicia llega a su término completando el programa previsto de conciertos, aunque no exenta de sobresaltos. Concluye, al fin, un ciclo marcado por las anomalías, desde los conciertos en el Coliseum lejos de la tradicional sede del Palacio de la Ópera a las funciones sin público, envueltas por el ingrato silencio. Y baja el telón de su temporada con un mucho de esperanza, la que ponen este fin de semana los músicos de la orquesta joven, tras un año de ensayos a distancia.

« El balance es muy positivo », afirma sin ambages el gerente de la OSG, Andrés Lacasa, «lo decimos con mucho orgullo por la capacidad que ha demostrado todo el personal» para completar el menú sinfónico del año a pesar de las restricciones de la pandemia. «Estamos desgastados y agotados», pero «satisfechos» por haber mantenido vivo un sector que en países como Francia, Alemania o Austria lleva meses cerrado a cal y canto.

Lo más duro del curso ha sido la distancia forzosa con los aficionados coruñeses. «Ha generado mucho desgaste esa desconexión entre el público y la orquesta», admite Lacasa, «la pandemia ha demostrado que no tiene sentido hacer lo que hacemos» sin gente sentada en las butacas, a pesar de que la OSG se ha volcado en su canal de YouTube para paliar funciones con apenas 30 espectadores o, directamente, sin nadie al otro lado.

«Tocar sin público ha sido rarísimo», confiesa Alejandro Sanz, percusionista de la Sinfónica, «todavía no he acabado de asimilarlo como algo que pueda ser medianamente normal. Cuando no hay nadie es terrible». Incluso las veladas con una treintena de aficionados justificaban la actividad. «Al final eso da sentido a lo que hacemos», insiste, «quizás te sientas raro, incómodo o desubicado, pero hay una comunicación» entre platea y escenario . «Nuestra orquesta tiene sentido por muchas razones, pero una es que tenemos una afición, un público no solo fiel sino constante y preocupado por la orquesta», que ha llevado a abonados «a escribirnos preguntándonos cómo estábamos».

El fin de fiesta en La Coruña —porque la OSG todavía tiene una cita a final de mes en el Auditorio Nacional y dos más en la Quincena Donostiarra a final de agosto— será el concierto de los jóvenes , para los que Sanz no ahorra elogios. A partir de una obra de Ralph Vaughan-Williams, los profesores articularon grupos burbuja de distintos niveles que ensayaban y estudiaban a través de una plataforma digital, y así respetar las recomendaciones sanitarias. Ahora, por fin, han vuelto a ensayar todos juntos. «Y el resultado es brutal, de un gran nivel artístico», asegura. Todo un año de obstáculos que va a tener como recompensa poder interpretar la pieza bajo la dirección del titular de la OSG, Dima Slobodeniouk. «Es emocionante», reconoce Sanz, percusionista de la Orquesta y uno de los más próximos al trabajo de los jóvenes, junto a Enrique Iglesias y Jorge Montes, los directores de estos conjuntos de base.

La temporada 21-22 está en el horno, pero Andrés Lacasa no la presentará hasta que se difuminen las incertidumbres sobre aforos. « Habrá nuevo repertorio y grandes artistas », avanza. La principal novedad, si no se rompe nada, será el previsible regreso al Palacio de la Ópera, a la espera de un acuerdo inminente entre Concello y concesionaria. Será un primer paso hacia la vieja normalidad.

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