Generales 26-J

Pontevedra aclama de nuevo a Rajoy, que pide dejar gobernar a la lista más votada

El candidato popular regresó a la calle en la que fue agredido en la última campaña

Santiago/Pontevedra Actualizado: Guardar
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«He recuperado las gafas desde el último mitin que tuvimos». Si algo presidió el mitin y la visita de Mariano Rajoy de ayer en Pontevedra fue el buen humor. En Génova no entienden de meigas, y ante la imposibilidad por las condiciones climatológicas de realizar el paseo previsto en Santiago, la pequeña caminata se produjo por las calles de la capital del Lérez. Tanto fue así que se empeñaron en recorrer la misma calle en la que durante la pasada campaña electoral fue agredido por un menor. La consigna esta vez parecía clara: no demasiadas paradas y lo más ágiles posible, para evitar que nadie pudiese colocarse durante demasiado tiempo a su par, como había sucedido con el joven en diciembre.

El fuerte marcaje de la seguridad al presidente en funciones hizo de unos actos que de por sí resultan tumultuosos y poco naturales, todavía más aparatosos. La falta de previsión provocó que los pontevedreses se fuesen agrupando en torno a la sede provincial del partido a medida que vieron agolparse a las cámaras y micros de los medios. La megafonía anunciaba el mitin, pero no el paseo por la ciudad.

Pasó un par de minutos con los alcaldes de la zona, a los que desde fuera se les escuchaba vitorearle. Unas palabras a la salida en repulsa del asesinato de la diputada laborista, un poco de campaña contra el Brexit y tirón de orejas a David Cameron por querer ir a Gibraltar a dar un mitin. Un par de minutos, y a enfrentarse al mal fario.

Todo discurrió según el plan previsto. Paseo rápido, aunque no tanto como el del vídeo electoral, varios espontáneos buscando su selfie y mucha gente en las terrazas del casco histórico de la ciudad, aprovechando la hora de sol y clemencia que dio el cielo.

Hasta los críticos eran los que estaban en el guión. Apenas una docena de exaltados clamando la prórroga de Ence en la ría, que le valió a Rajoy la declaración de persona non grata en el pleno municipal, y todavía algunos menos contra la fusión de los municipios de Cerdedo y Cotobade. Alguno de ellos aprovechó la ocasión y enarboló las dos banderas, con un cartel en cada mano, porque la intención de ambas causas era la misma, salir en su trozo de foto.

Los gritos fueron acallados rápidamente por los vítores de los cientos de personas que esperaban al líder popular a su llegada al Teatro Principal. Rajoy jugaba en casa y se notó. Avisó de que no iba a hacer grandes promesas, ya que pretende insistir en las políticas que «pasaron a España del farolillo rojo a ser líderes en crecimiento económico y creación de empleo» y hacer la misma propuesta de pactos a los partidos «si el resultado se parece al de diciembre». Si no fuese así, se comprometió a dejar gobernar a la lista más votada. Y de ahí se entregó al público. Bromeó, al destacar que el Partido Popular «es un partido, no una pandilla» y lanzó algún dardo hacia los demás. «En el PP somos gente que controla los temas, y si no, los estudiamos, porque nadie tiene un conocimiento enciclopédico, salvo mis rivales», subrayó, aunque se puso serio para pedir el apoyo a sus paisanos, porque «lo que se decide ahora es si queremos seguir el camino marcado o volver hacia atrás». Del mismo modo, recalcó su «lealtad» a Galicia durante el mandato y agradeció a Alberto Núñez Feijóo la suya en el control de las cuentas y su responsabilidad al frente del Gobierno autonómico.

También el aclamadísimo líder autonómico tiró de retranca para atacar a los rivales del candidato popular. «Si el aspirante de mi partido fuese Pablo Iglesias yo desde este atril le diría que tiene que aprender de la humildad de los gallegos. Si fuese Pedro Sánchez le diría que aprendiese de nuestra humildad. Y si fuese Albert Rivera... bueno, si fuese Albert Rivera yo no podría decir nada, porque solo puede hablar él», señaló con la consiguiente carcajada del respetable. De este modo, ponderó el hecho de que «la experiencia da humildad». «Pueden ver cómo la soberbia no es característica de ningún primer ministro europeo».

Pontevedra despidió a Rajoy con los mismos gritos de «presidente» que lo recibieron. El popular quiso tener la deferencia de pronunciar unas palabras para aquellos queno pudieron entrar y se quedaron en la puerta del recinto. «Son la prueba de que habríamos llenado un lugar mucho más grande, pero este era el que estaba disponible», había avisado al inicio el presidente provincial Alfonso Rueda, después de ironizar con el hecho de que «Sánchez eligió un lugar en el que debe de caber la mareante cifra de cien personas».

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