Juan Soto - El garabato del torreón

Echar un pitillo

Una simple fotografía, querido público. Tanto lío por una foto, por una anécdota que no es propiamente un acto real, sino un acto en efigie

Juan Soto
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No es para tanto la cosa. Tiene razón doña Yolanda Díaz, candidata mareada a las Cortes generales, cuando protesta así, a punto de tragarse el micrófono, entre histérica y cabreada, contra quienes afean al alcalde y al concejal de Cultura de Ferrol, ambos también de la cuerda mareada, el que se escondan en los lavabos (suponemos que en el de caballeros: no lo especifican las crónicas del inocente suceso) para echarse un cigarro y fotografiarse, en posado o en robado, felices y contentos, dame la manita Pepelui, envueltos en sonrisas y nubecillas de humo, disfrutando de un momento de expansión relajada, lógica compensación a las fatigas diarias de estos dos esforzados políticos, dispuestos a convertir la cuna de su invicto Caudillo en un solar edificable.

No hubo más, palabra: un par de caladas en el borde de la bañera y vuelta otra vez al tajo municipal.

La señora Díaz, cuyos esfuerzos estamos seguros de que la provincia coruñesa retribuirá el domingo con gran cosecha de votos, no ve en la ya famosa escena del evacuatorio más que un esparcimiento entre amigos o tal vez un discreto intercambio de opiniones urgidas de cierto sigilo y circunspección. Y además, añade la tal, que se trata solo de una fotografía. Una simple fotografía, querido público. Tanto lío por una foto, por una anécdota que no es propiamente un acto real, sino un acto en efigie. Item más, podría tratarse de una foto trucada, pasada por el ardid de la manipulación, como la de Trotsky en el famoso mitin ante el Bolshói o la de Armstrong pisando la Luna, que Díaz y yo siempre hemos creído que es un montaje de un fotógrafo al servicio del imperialismo USA.

Yo soy muy fan del alcalde de Ferrol y de Yolanda y del tabaco y de la mezcla de nicotina y gas metano en los retretes, ya sean de moderno inodoro ya de añeja tabla turca. A Niépce, en cambio, no lo trago. Por él empezó todo: las placas de cristal, el colodión, la kodak, la polaroid, los selfies y el lío este de los ediles haciendo volutas de humo y en vísperas de obra.

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