José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO

Lo que va de Andalucía a Galicia

Hay elementos de discurso de Vox que en Galicia tienen difícil aterrizaje, como agitar la bandera de la inmigración descontrolada, el choque cultural o sacarle excesiva punta a la cuestión independentista

La convulsión en el tablero electoral —y social— que han generado los resultados en Andalucía llama a abrir reflexiones desde muchas ópticas, pero quizás la que nos ocupa aquí sea preguntarnos si existe una posible traslación de ese seísmo político a Galicia. Y ese viaje por la Vía de la Plata desde Sevilla hasta Compostela tendría que pasar por una fragmentación del centro-derecha gallego, necesariamente, así como por un desmembramiento de la izquierda —nacionalista o no— y la marcha de muchos de sus votantes a las filas del populismo extremo de Vox.

La esencia del giro político en Andalucía tiene que ver con un hartazgo hacia las cuatro décadas de socialismo, un tiempo que no necesariamente se ha traducido en un abandono de las posiciones de cola de la Comunidad más poblada de España en la calidad y eficiencia de sus servicios públicos, la economía o el empleo. Los andaluces han gritado «basta ya» por dos vías: unos, quedándose en casa y abandonando a su suerte al PSOE y a la confluencia de Podemos; otros, votando desde el estómago por un cambio radical, polarizado por los discursos de la política nacional, y escorándose hacia los postulados de Vox. Pero la esencia es esa, la sensacion de fin de ciclo, el cansancio.

¿Es un escenario posible en Galicia? El PPdeG no lo tiene detectado por el momento, y cree que Feijóo aun podría presentarse una cuarta vez a unas elecciones y cubrir así dieciséis años al frente de la Xunta. Esa imagen de los tres lustros en el poder, incluso cuando la gestión recibe el aprobado ciudadano, desgasta, se quiera o no. Y si a Fraga sus dieciséis años le pesaban como plomo en las alas, el principal lastre eran sus 84 primaveras, algo que no sucede con Feijóo.

Otra diferencia evidente es la cohesión interna del PP gallego, algo de lo que no puede hacer gala Juanma Moreno en Andalucía —aunque ello no va a impedirle, probablemente, presidir la Junta—. Los cuadros orgánicos del partido ya saben qué es cerrar filas y dejar sin oxígeno a formaciones como Ciudadanos, que si bien emergió en 2015 en las municipales de manera anecdótica en algunos concellos se disolvió como un azucarillo en las generales y autonómicas de 2016.

¿Tiene margen el PPdeG para blindar su flanco más a la derecha ante la posible amenaza de Vox? Sería el escenario más posible, ya que en Galicia ese posible votante casi comparte caladero ideológico con el de Ciudadanos. La lengua va a ser uno de los reclamos de Vox, como ya lo fue de Cs y de sus grupos afines. ¿Y cómo desactivó el PPdeG aquella amenaza real? Advirtiendo de que la alternativa en la izquierda era muchísimo más perjudicial para sus intereses que el proyecto de Feijóo, respetuoso con la cooficialidad y la convivencia pacífica de las dos lenguas. Reformulando el dicho, sería apostar por lo malo conocido ante lo peor por conocer. Y le funcionó.

Nada que perder

Esa es otra divergencia con Andalucía. En el sur, los votantes de la derecha nada tenían que perder, pues pareciera que por una ley no escrita de la inercia política el PSOE estaba destinado a gobernar casi de manera automática. Había margen para experimentar en el laboratorio, mezclar la papeleta naranja con la verde y la azul, a ver qué salía. De perdidos, al río (Guadalquivir). En Galicia, cualquier intento de jugar a científico loco puede llevar al escenario indeseado: que el centro-derecha no sume y se amalgamen la izquierda, el populismo y el nacionalismo. No habrá diferencia ideológica o personal que impida a PSOE, En Marea y BNG sumar para alcanzar San Caetano, como tampoco la habrá entre PP, Cs y Vox en Andalucía... salvo que a Albert Rivera le invadan los complejos por salir en la foto con la extrema derecha.

Luego hay elementos de discurso de Vox que en Galicia tienen difícil aterrizaje, como agitar la bandera de la inmigración descontrolada, el choque cultural o sacarle excesiva punta a la cuestión independentista para la disolución de las identidades territoriales. Si algo tiene el discurso galleguista del PPdeG es que no necesita de la negación propia para la reivindicación del proyecto común español. Y los populares saben que abandonar esa senda sí les conduce al abismo.

¿Pero, y si como ocurre en Andalucía, el auge de Vox también se nutre del desencanto de un sector de la izquierda, principalmente de votantes socialistas indignados con los pactos de Pedro Sánchez con el independentismo, o de aquellos desilusionados con quienes prometían «asaltar los cielos» pero acabaron chalaneando sillones en el Consejo General del Poder Judicial? La izquierda gallega debería mirarse en el espejo y aprender de las enseñanzas andaluzas: el discurso del miedo a Vox no funciona, por más que cuando el PP lo agitó en Galicia frente a Podemos a nivel autonómico sí encontró respuesta a su favor. ¿Tendrá ideas la izquierda para dar la batalla?

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