Israel Cortés - TRIBUNA ABIERTA

¿Un año rescatando personas?

Hicieron de la queja su oficio durante años, y ahora, al frente del gobierno, no han sido capaces de escapar a su cliché

Israel Cortés
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«Un any rescatant persones», así rezaba el título de un reciente artículo publicado por la vicepresidenta del Consell Mónica Oltra. Y yo me pregunto, ¿un año rescatando personas? Un año sí ha pasado, lo otro no sé, no sé...

Pero si ella lo dice, no lo discutiré. Lo harán sus hechos. El colapso en las valoraciones de dependencia, agravado desde su llegada; el impago de las prestaciones de renta garantizada, que deja en la cuneta a las familias más vulnerables de nuestra comunidad, para quienes recibir o no esta ayuda supone la diferencia entre comer o no comer, -así lo expresó la señora Oltra siendo diputada en les Corts-; las familias de acogida que siguen a la espera de cobrar, en el mes de junio; los recortes en materia de cooperación al desarrollo...

No han tenido tiempo para esto, para todo lo demás sí. Para pagar la gira de Raimon, también.

No discutiré ni una palabra de la Consellera de Igualdad y Política Inclusiva, ya lo harán las personas que se han quedado esperando su rescate. O las personas que sí han sido rescatadas, como la bienaventurada familia Mollà. Busquen en internet y verán a qué me refiero.

Los que iban a rescatar personas hicieron de la queja, el insulto y la pancarta su oficio durante años, y ahora, al frente del gobierno, no han sido capaces de escapar a su propio cliché. Los gobiernos del cambio se reconocen por su política de gestos sin gestión. Gestos más o menos simpáticos que apenas aguantan un titular de prensa, que funcionaban -no siempre- desde la bancada de la oposición, pero ahora resultan molestamente insuficientes para el servicio público. Una banderita por aquí, otra banderita por allá, camisetas con eslóganes rebuscados, reinas magas, bicicletas oficiales, nuevo orden mundial y zurra a cascoporro al pepé. Sin gestión a la vista, ni se espera. Mientras, se acumulan los males para los ciudadanos de a pie, esos a los que algunos llaman interesadamente personas.

Por la vía del corta y pega la fórmula de coaliciones forzadas se ha extendido por la provincia alicantina con un resultado común: inacción e incertidumbre. Alicante no se salva del invento. Aquí tenemos la mejor muestra de desgobierno. Las personas de Alicante llevan un año aguardando a que alguien les haga caso, pacientemente a la espera de que reabran el acuario de Plaza Nueva, que se abonen las ayudas para libros de texto, que se liciten las contratas caducadas, que limpien la ciudad de una vez, que se activen medidas para el empleo, que se resuelva definitivamente los horarios de apertura de comercios y hostelería, que se aclare el tema de veladores, que se decida acerca del modelo de ciudad que se quiere, que Ikea no se vaya a Elche...

En el tripartito coexisten aspiraciones legítimas a tres modelos de ciudad diferenciados. Irreconciliables. La patológica tripolaridad del gobierno condena a la ciudad a un devenir caótico, sin dirección y contrario al interés general. Esta inestabilidad espanta a inversores y empresarios, preocupa a pequeños y medianos comerciantes, confunde a los vecinos y aburre a todos a la par.

Los señores Echávarri, Pavón y Bellido, incapaces de ponerse de acuerdo en nada, se esfuerzan por sostener el falso consenso que les permitió gobernar, al tiempo que buscan cada mañana nuevas e imaginativas maquinaciones para forzar la ruptura de su malavenida sociedad. Sus enfrentamientos han dejado de ser noticia. Se atacan y se oponen entre ellos con la misma soltura con la que desatienden las principales cuestiones de la ciudad. Con las elecciones a tiro de piedra, el distanciamiento entre socios se acrecienta, cada cual a lo suyo y por lo suyo. Y así seguirán tras las elecciones. Solo su animadversión hacia los populares les mantiene unidos y aferrados a su vara -y sueldo-. Un fundamento muy débil para sostener un gobierno.

Con estos mimbres, los alicantinos seguirán a la espera de la atención que reclaman y merecen, del respeto y la consideración que se les ha negado hasta la fecha. Ya no esperan un rescate como se prometió, solo un gobierno que actúe con responsabilidad y dignidad, que gobierne para todos y resuelva los problemas que afectan a Alicante, a las personas. Ni más ni menos

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