Ferran Garrido - Una pica en Flandes

La Residencia

«El evocador nombre de esa película de terror me lo pone en bandeja a la hora de hablar de lo que está sucediendo en las residencias de mayores en España»

Me voy a tomar la licencia de robarle el título de su película «La Residencia» al genial Narciso Ibáñez Serrador. Y usurpo el título de la cinta al genial Chicho, porque el evocador nombre de esa película de terror me lo pone en bandeja a la hora de hablar de lo que está sucediendo en las residencias de mayores en España .

Por cierto, con este artículo me doy por regresado de las vacaciones. De mis vacaciones como articulista, que al trabajo diario del periodismo a pie de calle ya volví hace un mes y en el trabajo literario este ha sido un verano sin descanso, a Dios gracias.

Me ha costado volver a ponerme ante el folio en blanco para compartir mi opinión. Llevo muchos días conjurando a mis demonios para que no salgan en forma se sapos y culebras por mi boca. Así que he decidido contenerme para reflexionar con moderación o, de lo contrario, dar suelta a todo lo que llevo dentro con el incremento diario de dosis de cabreo ante todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor. En fin, poco a poco.

Para mí, la residencia tiene un nombre y muchos recuerdos condensados en muy poco tiempo. Breve, pero intenso y muy doloroso . Pero es lo que hay y esas son mis cosas, aunque, por íntimas y privadas, tal vez me ayudan a reflexionar en voz alta sobre un problema común y compartido, pero frente al que hemos estado mirando hacia otro lado durante mucho tiempo.

Siempre he pensado que las personas mayores merecen todo nuestro respeto. Y creo que necesitan nuestros cuidados. No es una cuestión formal. Es un convencimiento profundo y la creencia en un estilo de vida en el que el respeto entre generaciones se basa en el agradecimiento , en el aprendizaje y, por encima de todo, en la justicia social.

Imagen de archivo de la residencia de mayores de Alcoy (Alicante) MIKEL PONCE

Ya sé que les puede parecer inverosímil, pero viví durante casi un mes y medio en una residencia para mayores. Nada que decir ni nada de lo que quejarme, pero se lo que vi y sé que desde el profundo agradecimiento a los profesionales que allí trabajan, me di cuenta de los fallos de un sistema que hace aguas y de las carencias asistenciales que se traducen, necesariamente, en fallos en la atención a nuestros mayores.

Cada uno es como es y hay cosas en las que no me bajaré jamás de la burra. Y en esto de la asistencia, los servicios sociales y algunos servicios públicos soy inflexible. Lo comparto con ustedes para que reflexionen conmigo sobre la necesidad de que algunas cosas sean eso, servicios públicos, y no se conviertan en negocios en manos de la iniciativa privada . Que sin duda es lícito, claro que sí, pero ha de comenzar donde lo público no pueda llegar y ha de ser una actividad tutelada desde la Administración que, en ningún caso puede mirar para otro lado.

La pandemia, puñetero bicho, ha desmontado muchas de esas cosas que nos daban tranquilidad en nuestro estado del bienestar. Está dejando con el culo al aire muchas de nuestras carencias disimuladas durante años por el maquillaje de lo social y políticamente correcto. Y no hace falte que les descubra ahora el drama que se está viviendo en las residencias de mayores. Según cifras facilitadas por el sector, 25.000 fallecidos, muerto arriba muerto abajo . Un número que va más allá de la verdad oficial de una política que, permítanme, no está a la altura de las circunstancias, aunque de eso hablaremos otro día.

Sin personalizar en ningún caso en concreto no puedo quitarme de la cabeza esa residencia valenciana donde los malos tratos y las vejaciones eran noticia hace unos días. Esa residencia donde hace 11 años mi amigo Manolo Mata llevó el caso de una anciana enferma de Alzheimer que fue violada por un trabajador del centro. Esa residencia con un expediente abierto en 2019. Esta residencia que ahora salta por los aires en las páginas de actualidad… Es solo un ejemplo.

Tal vez ahora, pandemia de por medio, somos más sensibles a estas cosas. Pónganse de mi lado y coloquen siempre en primer lugar el factor humano de todas las cosas. No son números, son personas . Son nuestras madres, nuestros padres, nuestros abuelos y, nada ni nadie, ni la Administración ni lo los ciudadanos pueden cerrar los ojos ante las puertas cerradas de estos centros.

Tal vez así «La Residencia» no será una película de terror.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación