Fernando Llopis - El último liberal

Largo Caballero y la consellera del pasado

«Hay que valorar la historia con cierta distancia y cuidarse mucho de utilizarla como arma arrojadiza en el presente»

A pocos metros de los límites entre las ciudades de Valencia y Mislata cualquier persona se puede ver sorprendido al ver que una de las calles tiene el nombre del reconocido homófobo y rostro de posters de la izquierda, el cubano Ernesto Che Guevara . En un momento de máxima tensión entre el bloque comunista y las democracias occidentales, algunos elementos de la izquierda consiguieron colocar al Che Guevara como uno de iconos de la izquierda junto con el lema «prefiero morir de pie que vivir arrodillado» . Por cierto, frase cuanto menos curiosa, cuando el Che en vez de luchar hasta el final junto con sus compañeros guerrilleros en la selva de Bolivia, prefirió rendirse, probablemente por si encontrara cierta condescendencia en sus captores dada su notoriedad. No tuvo suerte aquel día el Che, y fue ejecutado en su encierro .

Pero, como suele decirse en el argot periodístico no hay que dejar que la verdad te estropee una bonita historia. Así la izquierda consiguió blanquear a alguien caracterizado por mandar fusilar a muchas personas sin juicio previo y con reconocidos gestos homófobos, de impensable reconocimiento en los tiempos actuales. El Che continuará teniendo una calle en la ciudad limítrofe con Valencia de Mislata. El que perderá la suya en Madrid, es el presidente del consejo de ministros de la República española en plena guerra civil, Largo Caballero. Esto ha generado indignación entre los sectores de la izquierda poco acostumbrados a que se pongan en duda sus ídolos . En mi modesta opinión, más allá de los planteamientos políticos, Largo Caballero jamás mereció una calle debido a su incompetencia en los momentos críticos de la contienda lo que condujo muy probablemente a la derrota.

Parece que hay un empeño en volver al pasado una y otra vez, cuando los problemas del presente se multiplican. Y algo así ocurrió cuando en una pasada reunión de la comisión de coordinación acaecida en les Corts Valencianes, se le recordó a la consellera de Izquierda Unida, que no solo debería ocuparse de la memoria histórica como hasta ahora ha hecho. La consellera Rosa Garijo, entre otras ocupaciones que dan nombre a su Conselleria, debería gestionar Transparencia, Participación, Cooperación y Calidad Democrática. Pero lo cierto es que su objetivo fundamental y casi único es el de la memoria histórica . Los datos están ahí, mientras a finales de julio la ejecución de ayudas a la a la partida de cooperación era de apenas un 8,67%, Garijo sí que tuvo tiempo en pleno estado de alarma de aprobar subvenciones con un total cercano a 600.000 euros para entidades para la promoción de la memoria democrática.

Imagen de la consellera Rosa Pérez Garijo jurando su cargo en junio de 2019 MIKEL PONCE

Lo peor del caso es que su visión de la memoria deja de ser bastante democrática, más bien sectaria , como demostró en el último pleno. Se han acostumbrado a decir quiénes son los malos o los buenos de la película sin ninguna contestación, y a regar de subvenciones a las entidades que les compran la moto. Sinceramente, creo que hay que valorar la historia con cierta distancia , y cuidarse mucho de utilizarla como arma arrojadiza en el presente. El presente nos importa mucho ante la crisis que nos asola con especial crudeza y amenaza con ser más terrible todavía. Algunos, incapaces de solucionar los problemas del presente prefieren ganar las guerras que perdieron en el pasado. Es curioso que hasta sus propios compañeros del Botànic se lo afearan a la consellera, pero dudo que le hagan cambiar de actitud.

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