Teatro

'Rey Lear': los locos guiando a los ciegos

Ricardo Iniesta concibe un Lear de ritmo nervioso y maldad robotizada que puede verse hasta el día 9 en el teatro Romea

En escena, una coreografía de trampas y movimiento escénico pone imaginación a la combinatoria de unos tablones de madera Luís Castilla

Sergi Doria

Viaje relámpago de la compañía Atalaya a Barcelona con 'Madre Coraje' y 'Rey Lear'. Shakespeare escribió en 1606 esta tragedia que sigue vigente casi quinientos años después. El paroxismo del poder, con el asesinato como modus operandi; la ingratitud hacia los ancestros, generación tras generación; el oneroso precio de la sinceridad; los niveles abisales del sentido del ridículo... Lo dice el bufón que acompaña a Lear en su Vía Crucis: se va a quedar sin trabajo porque todos se empeñan en ser bufones.

Ricardo Iniesta concibe un Lear de ritmo nervioso y maldad robotizada: coreografía de trampas y movimiento escénico que pone imaginación a la combinatoria de unos tablones de madera.

En la memoria, el Lear de Calixto Bieito, con José María Pou en modo homeless, (pañales y carro de supermercado) mientras las pérfidas hijas, Regan y Goneril, con abrigos de pieles, se pelean con sierras mecánicas. O el Lear de Pasqual en el Lliure, con una Nuria Espert de tesitura doliente, escenario desnudo y sillas al borde con los personajes contemplando las consecuencias de sus actos.

Y ahora este Lear repleto de sombras y con ribetes de esperpento. Este Shakespeare pudiera haberse titulado 'retablo de la avaricia, la lujuria, y la muerte', la impactante obra de Valle-Inclán que disfrutamos en el festival de la Porta Ferrada en 2005.

El Rey Lear de Atalaya, como el de Lluís Pasqual, vuelve a reencarnarse en una mujer, Marga Reyes, capaz de conjugar la soberbia del poder con la fragilidad de la derrota. Y Lidia Mauduit es el bufón que, con sus vaticinios, pone broche sardónico a la tragedia.

Volvemos a ver al indefenso Lear bajo la tempestad, en compañía del fiel Kent (Joaquín Galán) y de las verdades del bufón. Tras serle arrancados los ojos por la vesania de Regan y Goneril, el conde de Gloucester (Raúl Vera) camina agarrado de Edgard (José Ángel Moreno) por los acantilados de Dover. Llega el momento de la sentencia inmarcesible: «Es calamidad de los tiempos cuando los locos guían a los ciegos». (Aquí, la Cataluña procesista).

El público aplaude la clarividencia shakesperiana. Un único reparo: que Atalaya solo esté con nosotros hasta el 9 de mayo.

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