Ópera

La frustrante flauta de Broggi

Su visión de «La flauta mágica» de Mozart en Peralada convenció a muy pocos, sobre todo porque no molestó

La escenografía del mismo Broggi, de una sencillez exagerada, poco aportó Toti Ferrer

Pablo Meléndez-Haddad

Música: W. A. Mozart. Intérpretes: O. Kulchynska, A. Constans, L. Avetisyan, A. Eröd, K. Lewek, M. Gancedo, A. Alàs, F. Vas, A. Bauer. Dirección: J. Pons. Dir. de escena: Orio Broggi. Lugar: Auditorio Parc del Castell, Peralada. Fecha: 6 de agosto .

Si algo identifica al Festival Castell de Peralada en su programación es el riesgo y la apuesta por grandes creadores y por valores emergentes. Todo ello se dio en esta versión de «La flauta mágica» de Mozart que llegaba por tercera vez al evento ampurdanés, esta vez en versión del director teatral Oriol Broggi en su primer acercamiento al género lírico.

Su visión convenció a muy pocos, sobre todo porque no molestó: evitó estridencias y se concentró en lo esencial, intentando que el mensaje del compositor y del libretista, Emanuel Schikaneder, llegaran al público, pero cayó en redundancias al incorporar a un narrador que explicaba lo que ya se leía en los sobretítulos. ¿Por qué meter prosa en una ópera? Broggi no ha sabido leer el género y quiso llevárselo erróneamente a su terreno. Eliminó recitativos –el punto políglota sí que funcionó– y el actor Lluís Soler hizo de maestro de ceremonias. Además metió en forma de proyecciones mil citas a todas las versiones de la obra que ha visto –de Bergman a la Felsenreitschule de Salzburgo– y, sin darse cuenta, reivindicó al colectivo «trans» convirtiendo los tres genios en seis chicas vestidas de hombrecitos. Ayudó en la lectura la fundamental iluminación de Albert Faura, pero los figurines de Berta Riera y la escenografía del mismo Broggi, de una sencillez exagerada, poco aportaron.

Del amplio y joven reparto sobresalieron sobre todo la impresionante Reina de la Noche de Kathryn Lewek, poseedora de una voz de sobreagudos tan potentes como expresivos, mientras Liparit Avetisyan dibujaba un Tamino convincente y expresivo. Química y complicidad desprendieron el simpático Papageno de Adrian Eröd y la Pamina de Olga Kulchynska, de atractivo registro pero de agudos tirantes.

A gran altura brillaron Anaïs Constans como Primera Dama, bien secundada por Mercedes Gancedo y Anna Alàs, completando el bando de los «malos» un experto Francisco Vas como Monostatos. Andreas Bauer fue un Sarastro de acentos profundos y paternales y Júlia Farrés una chispeante Papagena. En gran forma se escuchó al Coro del Liceu que, junto a la Simfònica del Gran Teatre actuaron bajo la batuta de su titular, Josep Pons, quien demostró su profundo conocimiento de la obra aunque a ratos caía en la somnolencia. Esta «Flauta» llegó dedicada al crítico y periodista César López Rosell, fiel seguidor del Festival que falleció recientemente.

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