Sant Jordi de verano, un Día del Libro al borde del desmayo

Los rebrotes y la canícula estival acaban desluciendo una atípica jornada en la que las librerías llevaron la voz cantante

En La Central la jornada se vivió de puertas adentro ADRIÀN QUIROGA

Esta funcionalidad es sólo para registrados

«No, videollamada no, que estoy en el Sant Jordi este raro», susurra una chica al teléfono mientras hojea un ejemplar de la socorrida y apretujadísima edición de bolsillo (¿para cuándo una reimpresión legible?) de «La conjura de los necios», de John Kennedy Toole. Estamos en Laie, pasan pocos minutos de las doce del mediodía y quizá no sea Sant Jordi, pero extraño sí que es todo un rato.

Por aquí anda, entre estanterías, libros y novedades desconfinadas, la consellera de Cultura, Mariàngela Vilallonga, embarcada en un misión especial para promover la lectura y animar a la ciudadanía a que se teletransporte hacia su librería más cercana, pero lo raro no es eso sino todo lo demás. A saber: un Día del Libro a pleno sol, con el termómetro superando alegremente los 30 grados y el santoral dándole un puntapié a san Jordi para recordar que hoy, 23 de julio, es el día de Santa Brígida, mística, escritora, menos mal, también escritora sueca.

Así que no, esto no es Sant Jordi y, de hecho, tampoco se le parece demasiado. Es, para entendernos, un Día del Libro desmayado al que le ha pegado tan fuerte el sol que bordea la lipotimia. «En realidad es una manera de reencontrarnos con los lectores y agradecerles su apoyo», aclara Eric del Arco, librero en la barcelonesa Documenta. Es precisamente ahí, en medio de la calle Pau Claris, donde arranca una de las muchas rutas posibles de tan atípico y caluroso Día del Libro.

Un hombre pasea, rosas en mano, por el centro de Barcelona Efe

En apenas una semana, los rebrotes han frustrado los planes de la Cámara del Libro y el gran espacio conjunto ideado de Paseo de Gracia, una suerte de oasis literario perimetrado y desinfectado, ha quedado en nada, por lo que, hoy más que nunca, cada librería es un mundo. En Documenta, por ejemplo, no hay parada frente al establecimiento pero, a cambio, se ha habilitado un espacio en el interior para que autores como Lluís Anton Baulenas, Stefanie Kremser o Rafel Nadal firmen protegidos por una mampara de metacrilato.

Un poco más abajo, en la recién estrenada Ona Llibres, no hay firmas, pero es fácil encontrar obras de Damien Hirst, cuadros con letras de Bob Dylan manuscritas («Chimes of Freedom» y«A Hard Rain's a-Gonna Fall», para más señas) y, más importante aún, montañitas de ejemplares dedicados o autografiados por Pilar Rahola, Eva Baltasar, Màrius Serra o Irene Solà.

Gel y temperatura

Sin autores de cuerpo presente, las fotos y miradas curiosas se las lleva Jordi Cuixart, de visita en la librería el empresario y coleccionista Tatxo Benet aprovechando la semilibertad del tercer grado. En la entrada, toma de temperatura y barra libre de gel hidroalcohólico, ofrenda que se repite librería tras librería y que amenaza con convertir las relucientes portadas de « La sangre manda» de Stephen King o de «Boulder», de Eva Baltasar, en un batiburrillo de dedazos y desinfectante. En la calle, y mientras el sol vacía las pocas paradas que han tenido ánimo suficiente como para instalarse en el Paseo de Gracia o en la Diagonal, cuesta más encontrar una rosa que una boca sin mascarilla. El gremio de floristas ha puesto a la venta 1,5 millones de unidades, pero sin tenderetes callejeros ni paradas esquineras y con la venta limitada a las floristerías, la cosa no acaba de cuajar. Ni siquiera de arrancar.

En La Calders, la editora Eugènia Broggi recomendó novedades ARRIÁN QUIROGA

Tampoco la caja literaria parece que vaya a traer muchas alegrías. La semana pasada, cuando Sant Jordi aún se mantenía en pie en precario equilibrio, editores y libreros confiaban en alcanzar el 25% de las ventas de un Día del Libro normal y corriente. Ahora, con la afluencia en las librerías acercándose a la de un sábado poco concurrido, llegar al 15% sería un auténtico éxito, según fuentes del sector.

Ante esta doble derrota de Sant Jordi, hay quien prefiere mirar hacia otro lado y seguir celebrando el libro y la lectura como cualquier otro dia. «Cada día es Sant Jordi, nosotros lo celebramos todo el año y en horario de 10-14 h y de 17-20 h», puede leerse en el cartel que preside la librería Nollegiu, en el barrio de Poblenou. En La Calders, pulmón literario del barrio de Sant Antoni, también lucen parada en la entrada, aunque el factor diferencial son las recomendaciones de Eugènia Broggi (L’Altra) y Laura Huerga (Raig Verd), editoras de guardia convertidas en libreras accidentales. Cualquier cosa con tal de mantener vivo el espíritu de un día que, lo que son las cosas, después de meses y meses de confinamiento, se ha acabado viviendo de puertas hacia dentro, con el aire acondicionado zumbando a toda máquina y las librerías convertidas en auténticas aldeas galas de la cultura.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación