El Sant Jordi de verano, poco Sant Jordi y mucho verano

El Día del Libro se da una segunda oportunidad con toda la actividad centrada en las en librerías

Interior de la librería Laie de Barcelona durante el Sant Jordi del mes de abril Inés Baucells

Esta funcionalidad es sólo para registrados

No será porque no lo hayan intentado, pero al final el Sant Jordi de verano va camino de parecerse peligrosamente a cualquier otro día del año. Es cierto que, a diferencia del otro Sant Jordi, el del pasado 23 de abril, la gente podrá salir de casa (aunque sólo para lo justo y necesario, si uno vive en Barcelona o Lleida o Figueres y atiende a lo que sugiere la Generalitat) y tanto las librerías como las floristerías estarán abiertas, pero los rebrotes por un lado y los recelos de parte del sector por el otro han dinamitado cualquier intento de ofrecer una versión más o menos centralizada de la fiesta.

Así que sí, habrá libros y rosas e incluso alguna dedicatoria -en la recién estrenada librería Ona, por ejemplo, ya esperan a los lectores con ejemplares firmados por Irene Solà, Màrius Serra o Eva Baltasar, entre otros), pero el Día del Libro tal y como se presentó el pasado 15 de julio se desmoronó en pocas horas; lo que tardaron los rebrotes en empezar a causar estragos en Barcelona ciudad y dar la razón a aquellas editoriales y librerías que veían poco adecuado juntar un centenar de paradas de libros y rosas en el Paseo de Gracia de la capital catalana.

Esto, de hecho, era el gran factor diferencial de tan atípico Día del Libro en diferido, por lo que sin ese espacio por el que iban a desfilar autores y se supone que también lectores y compradores, el rumbo de la jornada es toda una incógnita. Máxime después de ver que la mayoría de editoriales ha suspendido las parrillas de firmas y cada librería tendrá que hacer la guerra por su cuenta. Y no, no es una manera de hablar: será cada librero y librera quién decida cómo celebra Sant Jordi; si de puertas hacia dentro, con cita previa y respetando escrupulosamente las recomendaciones y peticiones del Procicat, o colocando una única parada frente al establecimiento, tal y como permite el Ayuntamiento de Barcelona. En este caso, será la propia librería la que, de haberlas, tenga que gestionar las colas y asegurarse de que los clientes mantienen la distancia de seguridad.

El dato positivo, o al menos un poco, es que tan accidentado y heterodoxo Día del Libro llega en el momento adecuado, justo cuando las números empiezan a moderar el trompazo que sufrió el sector en cuanto el estado alarma obligó a echar el cierre de todas las librerías. Así, después de sufrir una caída del 43% durante el confinamiento, el mercado del libro empezó a salir a flote a mediados de junio con un crecimiento del 11%. Una buena diada podría certificar que la recuperación quizá no sea tan lenta ni traumática como se barajó en un primer momento.

También los floristas esperan poder sanear cuentas durante una jornada en la que se estrenará la rosa blanca, símbolo de esperanza, u con la que se espera «conmemorar el reencuentro de los ciudadanos con las rosas y seguir manteniendo vivo el tejido comercial y las tiendas de proximidad y de barrio, que ha costado mucho afianzar». Con todo, el residente del Gremio de Floristas, Joan Guillén, ya avanzó que apenas se pondrá a la venta poco más de un millón de rosas, lejos, muy lejos, de los más de siete millones que se despachan en un Sant Jordi normal.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación