Antoni Fernández Teixidó - Tribuna abierta

La mentalidad revolucionaria

Siempre sostuve que la disyuntiva era Estatut o revolución, y transcurridos los meses ha quedado claro que esa es la cuestión clave

Desde el principio quedó claro, que negociar la independencia de Cataluña con el gobierno de España era una misión prácticamente imposible. A pesar de las sonrisas y el pacifismo con que los independentistas adornaban el Procés, abrir una vía pactada para la separación de Cataluña era una quimera. La única alternativa con relativas posibilidades de éxito consistía en la desobediencia, la confrontación y el rechazo del marco jurídico-político constitucional. Romper las reglas del juego devenía esencial. PDECat y ERC estaban dispuestos a intentarlo, pero solo la CUP estaba y está dispuesta a llegar hasta el final. Antes del inicio de la pasada legislatura, Mas creía ilusoriamente que podría domar el espíritu revolucionario de los cuperos. Hasta el último momento pensó que estos le harían presidente y, sin embargo, la CUP optó por Puigdemont, tejiendo una sólida alianza con JpS durante la legislatura. Ellos fueron y son la vanguardia del movimiento independentista.

Siempre sostuve que la disyuntiva era Estatut o revolución, y transcurridos los meses ha quedado claro que esa es la cuestión clave. Con el actual debate de investidura se evidencia que pocas cosas han cambiado. Los antisistema, con cuatro de los diez diputados que tenían, condicionarán el quehacer político del Parlament. Diputados y portavoces nuevos, pero con la misma estrategia y aliento de fondo. La CUP resulta imprescindible para arrinconar el autonomismo, cumplir las resoluciones del Parlament e implementar su República popular.

Naturalmente, esto inquieta a los viejos y nuevos republicanos, pero todos intuyen que para avanzar con el Procés necesitan de la deriva revolucionaria. No hay atajos. Ahora bien, ¿están preparados para aceptar el elevado coste de esta estrategia? Aparentemente, no. ERC y PDECat no parecen querer pagar el precio de la aventura suicida. Sin embargo, Puigdemont y la mayoría de JpC están dispuestos, preguntándose angustiados ante tal situación límite, ¿qué otra cosa podrían hacer?

La asamblea de la CUP lo dejó claro. Si los separatistas vacilantes caen en la tentación de volver al redil autonomista, la CUP y los CDR (Comités de Defensa de la República) tratarán de imponer su mentalidad revolucionaria, haciendo descarrilar el tren de la rendición incondicional. Frente a las dudas, renuncias y traiciones, la CUP se presentará una vez más como el demiurgo de un futuro proceso revolucionario en Cataluña.

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