José Rosiñol - Tribuna Abierta

La incertidumbre como principio

¿Qué tipo de sociedad puede mantener la ficción de isonomia cuando en realidad estamos cabalgando en la peor de las anomias de las últimas décadas?

José Rosiñol
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Podemos llegar a perdernos en la superficie de la marejada política/simbólica nacionalista. Podemos llegar a zozobrar en ella, sobre todo si tratas de racionalizar el relato propuesto por los próceres del «prusés» o, cuando la marejada se convierte coordinada e interesadamente en huracán mediático/informativo. En ese momento, con pocos y vagos conceptos, consiguen elevar una irrespirable espiral de confusión contra la cual solo es posible refugiarse y esperar que amaine el temporal (o que se resientan los recursos de las campañas de propaganda y exaltación nacionalista).

Vemos como se pretende interiorizar el tacticismo y la astucia como modelos morales a seguir, y como la banalización de la democracia se ha convertido en el banderín de enganche de reivindicaciones que son contrarias a la democracia profunda, aquella que parte del concepto de ciudadanía, libertad y derechos individuales.

Es cierto que cuando alguien presume de ser astuto” en realidad podríamos tacharle de cínico. Cuando cuestionan la catalanidad de una mayoría de catalanes podría ser un camuflado etnicismo. Y cuando aluden a la democracia como herramienta de difamación y persecución de la disidencia ello solo tiene un nombre: totalitarismo.

Pero, ¿qué tipo de sociedad puede mantener la ficción de isonomia cuando en realidad estamos cabalgando en la peor de las anomias de las últimas décadas? Quizás podríamos recurrir a Bauman y su modernidad líquida, pero en verdad, a mi entender, existen tres conceptos que son los que subyacen a esta narrativa cínica e instrumental y conforman su ontología (aquí solo trataré del primero: el principio de incertidumbre de Heisenberg). Una narración, por otro lado, construida gracias a ingentes cantidades de dinero público y a los muchos años de omisión del deber del Estado para con los catalanes.

Si reparamos en ello, los mensajes políticos de los líderes separatistas contienen una gran dosis de ambigüedad. Si a veces dudan públicamente de la viabilidad de la independencia de Cataluña, al día siguiente lo convierten en algo autoevidente, casi en una fatalidad histórica. Los políticos secesionistas un día pueden rendir pleitesía a la Corona y al día siguiente declarar persona non grata al monarca sin siquiera pestañear por ello. Naturalmente, ello responde a dos razones: mantener y graduar la tensión política y, sobre todo, despistar a quienes tendrán que afrontar el desafío separatista. Es como un juego que trata de divertir las verdaderas intenciones, tiempos y formas de la ruptura que quieran que sea definitiva. Solo en privado uno puede intuir que quieren reeditar unA especie de 14 de abril de 1931 con el municipalismo como ariete del movimiento que pretenden que sea definitivo.

Pues bien, Mas, Puigdemont, Turull, et alii son a la política lo que a la física es la paradoja del Gato de Schrödinger. Pretenden que el gato en la caja está vivo y muerto a la vez, y solo cuando ellos quieran abrir la caja sabremos cuál es el verdadero estado del “prusés”. Es la indeterminación como principio, y esa es una de las características de nuestras sociedades modernas, la incertidumbre hace que todo sea posible, que la fluidez -el proceso- sean solo aparentes, y permite que los políticos sin moral jueguen con los miedos de los ciudadanos cuando parece que todo lo sólido se ha desvanecido en el aire. En este caso, disuelto en el enrarecido lodazal nacionalista.

Ahora bien, este escenario es un escenario de debilidad, de camuflaje, defensivo, en términos bélicos. El nacionalismo preparó su ofensiva final el 27 de septiembre y se dio cuenta no solo de que habían perdido sino que, además, no tienen reservas estratégicas para recomponer sus filas -de ahí el recurso constante a la mentira y al esperpento-. Por ello, los que creemos y luchamos por la democracia real, por la democracia profunda, hacemos un llamamiento a la acción, hemos de articular los instrumentos necesarios para explotar la victoria de la razón y la democracia, instrumentos para garantizar la defensa del Estado de Derecho, las libertades públicas y privadas y la igualdad ante la Ley. Lo ocurrido en Cataluña es la oportunidad para dotarnos de un nuevo relato moderno y abierto de España, una España europea sin complejos donde el progreso, la igualdad y la diversidad sean los lemas de las futuras generaciones de españoles.

José Rosiñol es socio fundador de Sociedad Civil Catalana.

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