José García Domínguez - Punto de fuga

Esperando a los bárbaros

No todos los presuntos delincuentes catalanes gozan de idéntica suerte que el presunto delincuente (todavía) Artur Mas i Gavarró

José García Domínguez
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La Historia, como puso por escrito en cierta ocasión Mark Twain, no se repite, pero rima. Así, no suele ocurrir todos los lunes que los jueces y fiscales de un Estado de Derecho se encuentren en las puertas de los tribunales con una turba vociferante congregada allí a instancias del poder Ejecutivo con la intención expresa de influir en sus decisiones, ora a través del puro y simple miedo, ora vía la abierta coacción física. Y es que no todos los presuntos delincuentes catalanes gozan de idéntica suerte que el presunto delincuente (todavía) Artur Mas i Gavarró, quien contará el lunes con decenas de autocares fletados con dinero de las subvenciones públicas al objeto de presionar a los jueces y magistrados encargados de velar para que la Ley sea igual para todos, incluso para él.

No obstante, no será el 6 de febrero de 2017 la primera vez que una muchedumbre teledirigida de nacionalistas cerque el Palacio de Justicia de Barcelona para intentar imponer su ley a la Ley. Pasó el 9 de septiembre de 1934, cuando Miquel Badia, el célebre “Capità Collons”, un “milhomes” filonazi del Estat Català que por aquel entonces ejercía de Comisario General de Policía de la Generalitat, irrumpió en la sala donde se estaba juzgando al abogado Josep Maria Xammar, otro fanático separatista de su cuerda, y ordenó detener allí mismo… al fiscal de la causa, Manuel Sancho, que, toga en ristre, fue esposado por dos mozos de escuadra y conducido sin solución de continuidad a los calabozos de una comisaría cercana. Mejor suerte corrió aquel día el juez encargado de la causa, de apellido Emperador, quien solo sufrió el impacto en un brazo de un pisapapeles lanzado a modo de misil por un miembro de la horda en el instante de ir a firmar la sentencia condenatoria, una multa de mil pesetas al energúmeno Xammar. Pocos, muy pocos días después estalló el 6 de octubre. “Nihil sub sole novum”.

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