Antoni Fernández Teixidó - Tribuna Abierta

Coraje político

Me dicen que ERC y un sector minoritario del PDECat quieren ciertamente rectificar la orientación de su actuación política

El largo y accidentado desarrollo del «procés» en Cataluña ha conllevado una imparable distorsión del lenguaje político. A menudo, se afirma, al unísono, una cosa y su contraria. Pervertir el mensaje, exprimir el componente emocional, ha devenido una cuestión esencial para los independentistas. Ello se debe fundamentalmente a la abismal distancia entre la ambición de sus objetivos políticos y su pobre grado de materialización. Se trata de conseguir tres cosas al mismo tiempo: lidiar con ventaja con los adversarios, contentar a su electorado y sobrevivir. Se suceden los meses, crece la confusión y cuesta interpretar las contradictorias señales que el soberanismo prodiga.

Estamos viviendo ahora otro caso de inaceptable mistificación política. Mientras Junqueras, encarcelado, reclama por activa y pasiva la constitución de un gobierno efectivo, su partido, ERC, vota en el Parlament la tramitación de la Ley de la presidencia. Persigue ésta posibilitar la investidura a distancia del presidente de la Generalitat. Una ley «ad hominem». Por supuesto, JpC, el PDECat y la CUP han votado a favor, aunque en privado muchos de sus diputados admiten que la ley no va a ninguna parte; más aún, reclaman en voz baja la constitución inmediata de un gobierno sin Puigdemont.

Me dicen que ERC y un sector minoritario del PDECat quieren ciertamente rectificar la orientación de su actuación política. No tengo porque no creer a Junqueras, a Rovira y a otros dirigentes del republicanismo catalán, pero, ¿cómo se va a confiar en su voluntad de hacer las cosas de manera distinta, si, a la primera oportunidad, se vuelve a las andadas y se vota una ley constitucionalmente imposible? El Tribunal Constitucional ha dicho que no. El Consejo de Garantías y los letrados del Parlament han dicho que no. El trámite que ha vivido el Parlament no será políticamente operativo en las próximas horas, pero los diputados de la mayoría parlamentaria se obstinan, con torpe dialéctica, en hacernos creer lo contrario.

¿Cómo explicarse esta incomprensible actitud? El independentismo de base agrupado en organizaciones como la ANC, Òmnium y cientos de pequeñas entidades no pueden, ni quieren aceptar, que el desenlace de esta etapa del «procés» conduzca a un gobierno que no represente la república fugazmente proclamada. Los líderes separatistas insisten en la lógica del disimulo. A mi juicio, solo consiguen evidenciar que la pretendida rectificación es táctica, y no lleva a parte alguna. Sin el coraje político para explicar a sus votantes que hay que recorrer un camino distinto y alternativo al de la república efímera, la trayectoria del próximo gobierno, si finalmente se constituye, no tendrá apenas recorrido. Sin coraje político para desvelar la verdad a los suyos, las exhortaciones de Junqueras caen en saco roto.

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