Vicente Ángel Pérez - Corazón de León

Del Vaticano a Astorga

Lucio Ángel Vallejo, que ascendió a los cielos del Vaticano, ha descendido al infierno de la cárcel

Vicente Ángel Pérez
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El domingo 21 de julio de 2013 se publicó en este mismo faldón un artículo intitulado «De Astorga al Vaticano», que principiaba con el siguiente párrafo: «Que un Papa jesuita y franciscano ponga en manos de un cura del Opus Dei el control de los dineros del Vaticano es un ejemplo de que Dios escribe en renglones torcidos». El cura no es otro que Lucio Ángel Vallejo Balda, quien de ecónomo de la diócesis de Astorga durante más de una década, ascendió a los cielos del Vaticano, merced a su buena relación con el, por entonces, influyente cardenal Rouco durante el papado de Benedicto XVI. Y el Papa Francisco heredó, entre otras difíciles herencias, el cargo del cura Ángel.

En un primer momento lo ratificó en su anterior cargo en las finanzas del Vaticano, pero, al poco, como hábil jesuita, lo fue relegando, intuyendo lo que ahora se acaba de conocer: que el cura venido de Astorga bajo las bendiciones del Opus Dei, de Rouco, e incluso de Benedicto XVI (abrumado por los asuntos económicos), no era trigo limpio. El «padre Ángel», como se le conoce por la diócesis de Astorga, no asumió de buen grado que el Papa Francisco lo relegara de la Secretaría de Economía del Vaticano. Y se ha vengado.

Lucio Ángel Vallejo, que ascendió a los cielos del Vaticano, ha descendido al infierno de la cárcel y quizás pene en Astorga el purgatorio de una vida marcada por la ambición. De su Rioja natal se hizo seminarista en la diócesis de Astorga, estudió lo justo (Teología y Derecho en la Universidad a Distancia), pastoreó feligreses de las comarcas, se hizo responsable de los «cepillos« de las parroquias y espabiló en números. Se convirtió en economista sin haber estudiado economía. Era listo, dicen por esas tierras en donde la listeza es sinónimo de pillería y picaresca. Embarró la diócesis de Astorga en el asunto de Gescartera, pero ahí siguió, con su porte de ecónomo sin economía y su sonrisa como bendición.

Tanto el Opus Dei, a la que pertenece, como el Obispado de Astorga, al que se debe, se han desmarcado del otrora admirado padre Ángel, el cura que subió al ático del Vaticano para dar de comulgar en una fiesta a la gente “pija” de Roma en vasos de cristal cuando la canonización de Juan Pablo II, y que hace una semana bajó a los infiernos del calabozo vaticano por una historia de traición y ambición. Cuando cumpla su pena, tal vez regrese a su mansión astorgana, ésa que no está al alcance de la mayoría de sus feligreses.

Duro va a ser el purgatorio del padre Ángel en Astorga, cuando sus feligreses lo interroguen por tal mansión y por su traición al Papa.

Tal vez en su Rioja natal encuentre el sosiego para su jubilación como cura y como, si así lo dicta la justicia vaticana, delincuente.

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