ARTES & LETRAS

Literatura fantástica

Gustavo Martín Garzo regresa a la actualidad editorial con «La ofrenda», una novela que responde a una creación progresiva muy original

El escritor Gustavo Martín Garzo ICAL

NICOLÁS MIÑAMBRES

Tal vez haya que aclarar el calificativo de fantástica, calificativo que incluye irreal y excelente. La obra es una buena novela de Gustavo Martín Garzo, distinta a la anterior, No hay amor en la muerte. En una «Nota final», como balance, el autor confiesa: «Esta novela nace de una vieja película de Jack Arnold, La mujer y el monstruo. La vi siendo niño y es una versión del mito de La Bella y la Bestia, que aquí es un ser acuático». Aun conociendo el origen, tan lejano, La ofrenda responde a una creación progresiva muy original.

Se compone de cuatro partes, en primera y tercera persona, según adopte la forma de narración tradicional o de diario. El argumento no tiene, en principio, ninguna dificultad: se ajusta al concepto de sincronía y diacronía. Huyendo de un fracaso amoroso, Patricia Ayala aparece en una isla al sur de Madagascar. Atender y cuidar de una anciana, le supondrá a la joven fuertes ingresos y el olvido de Gonzalo, un amor fracasado, que, en forma de recuerdos, reaparece con frecuencia en su vida. Rose Hansson, mujer riquísima a la que debe cuidar, vive apartada en La Construcción y tiene una inveterada costumbre: observar el jardín y las aguas que entran en la casa a través de complejos mecanismos, y un deseo: que Patricia Ayala se bañe en la laguna con un bañador blanco y arroje a las aguas diversas naranjas, algo que resulta muy inquietante. A Rose, la señora, la acompaña una delicada servidumbre procedente de las tierras próximas y con una personalidad determinada: Abdú, las gemelas, Juma, Odalys, Bardamu, y el propio padre Dubois, que representan, por su comportamiento y carácter, un mundo distinto.

A toda esta visión narrativa de valor sincrónico, la convalecencia de la anciana, se une otra narración de valor diacrónico: la vida marital de la protagonista, viuda de Ramón Berenguer, un científico famoso y gran financiero, admirador y lector apasionado de Darwin. Acostumbrados a largos viajes y experiencias exóticas, cuando eran jóvenes, surgió la posibilidad de compartir una aventura sorprendente que complica misteriosamente la obra y plantea una inesperada cuestión onomástica. Todo finaliza con el apartado cuarto, «El guardián de los huesos», que incluye las experiencias de una Patricia Ayala que ha cumplido ya setenta años y confiesa: «es muy poco lo que sé de mis antecesoras, todas fueron sumamente discretas y apenas dejaron huellas de su paso por la casa».

El desenlace de la novela debe ir asociado a Odradek nombre muy especial, del que, confiesa Patricia Ayala: «desde que estoy en el hospital, Odradek ocupa todos mis pensamientos». Así se explica su negativa a volver a Europa, aunque recuerde a su madre. Con Giselle, llega el relevo vital y profesional: «Voy a necesitar a alguien que me cuide y tú podrías hacerlo muy bien». Con la complementación de la personalidad de Patricia, finaliza esta novela de G. Martín Garzo, de intensas vivencias y espacios que conducen a lo inesperado. Todo ello conseguido con un rico proceso literario, de grandes efectos expresivos, que, a veces, puede deslumbrar al lector.

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