De El Congo a Segovia sin escalas

El Acueducto de Segovia despide a una de las colonias más numerosas de vencejos, que cada año regresa para reproducirse tras 20.000 kilómetros sin parar de volar

Red con la que capturan a los vencejos junto al Acueducto ABC

ISABEL JIMENO

Por aire, pese a no tener aeropuerto en el que aterrizar ni desde el que despegar, llega la colonia más numerosa y fiel de «turistas» a Segovia que cada año recorre 20.000 kilómetros en su viaje de ida y vuelta. Son los vencejos, que fielmente cumplen, y desde la primera o segunda semana de abril comienzan a inundar durante más de tres meses con su inconfundible piar y alocados vuelos las calles de la ciudad del Acueducto, cuyos arcos enhebran con una pericia admirable. De hecho, muchos de ellos se «alojan» en el bimilenario monumento. Los huecos entre los sillares de granito propician el lugar idóneo para que estos pequeños voladores de origen rupícola y, por tanto, querencia por los roquedos, den el único respiro del año a sus infatigables alas. Y es que un trabajo realizado por ornitólogos segovianos del grupo Atthis y Seo BirdLife ha permitido comprobar cómo transcurre la vida de una de estas aves, que con su la marcha de los últimos ejemplares estos días ya dejan «muda» y en «silencio» la ciudad.

Titirimundi, como así bautizaron a uno de los cuatro vencejos capturados y puestos en libertad en 2017 y que cayó de nuevo en sus redes en 2018 ha permitido seguir su particular hoja de vuelo gracias al pequeño dispositivo de 0,7 gramos a modo de mochila para que «no lastre» su vuelo que le colocaron. Un emocionante viaje de nueve meses sin parar de volar desde que partió del Acueducto en el que instaló su casa temporal hasta que al año siguiente volvió al mismo punto para reproducirse, probando su «fidelidad» a la única «casa» que tiene en todo el año.

Titirimundi

Pero sólo los ejemplares en edad reproductora -de más de cuatro años- se posan. Y una importante colonia elige el monumento para hacerlo y aumentar aquí su prole con DNI de origen segoviano. El 3 de agosto de 2017, Titirimundi partió del Acueducto rumbo a África, y en sólo tres días ya estaba en Muaritania . 3.000 kilómetros en sus alas, a las que ya en octubre había añadido otros 6.000 más para llegar a sobrevolar Uganda y Tanzania. A vista de pájaro, disfrutó del lago Victoria y en diciembre había alcanzado el área de invernada en las costas de Tanzania y Kenia, para emprender viaje de vuelta en febrero vía El Congo, Camerún y Nigeria. Directo de África y sin escalas, con 20.000 kilómetros en su «tacógrafo» particular, regresaba al Acueducto el 5 de mayo.

Un viaje fascinante para Titirimundi e «impresionante» para el grupo de ornitólogos que desde 2011 trabaja en el proyecto de seguimiento de estas aves que forman una parte inseparable del paisaje segoviano con la llegada del estío. Con los datos de ese pequeño localizador comprobaron lo que tantas veces habían imaginado. «Se sospechaba y ahora, gracias a estos dispositivos, nos permite comprobar que hacen toda su vida en el aire», subraya Esteban Casaux, uno de los ornitólogos.

Los ornitólogos Esteban Casaux y Javier Llorente, con un ejemplar ABC

Se alimentan de invertebrados que capturan en vuelo -si las condiciones son adversas pueden estar días y semanas, incluidos los pollos, sin comer y reducir hasta un 40% su ya escaso peso de entre 35 y 42 gramos-. En el aire pernoctan y copulan, y sólo para la incubación y cebo de los pollos posan sus patas. Muchos de ellos, en el Acueducto, que alberga una colonia «espectacular» e incontable de los 5,5 millones de vencejos que se calcula pasan parte del año en Castilla y León (el 17,5% de los 33 millones que eligen España para el verano).

«Recuperar toda esa información y visualizarla es una gran satisfacción», reconoce Casaux, quien confía en que con los nuevos dispositivos que han colocado este año puedan tener más datos sobre estas aves difíciles de seguir dado que apenas dejan de volar. A los cuatro geolocalizadores colocados en 2017, este año han sumado otros cinco, además de 20 altímetros y diez GPS -gracias a la colaboración de una universidad de Suecia- que por primera vez se ponen en España y permiten obtener datos más precisos de posicionamiento. Suponen un coste elevado, pero «el desembolso merece la pena», defiende este ornitólogo y apasionado de los vencejos.

«Soporte de la biodiversidad»

Realizar un censo es complicado, por ello se centran en conocer sus tendencias e intentar saber más sobre la vida de estos infatigables voladores cosmopolitas que con sus 40 centímetros de envergadura de punta a punta de ala son capaces de recorrer cada año unos 20.000 kilómetros sin parar a repostar. En Segovia tienen uno de sus hogares, como también en otras ciudades. Monumentos como las murallas de Ávila, Vic o Lugo son también otros de sus lugares preferidos. Sus huecos ofrecen el nido perfecto para estos ejemplares que de los roquedos pasaron a hacerse urbanitas aprovechando huecos en fachadas, bajo tejas, juntas de dilatación, cajones de ventanas... Por el momento, las poblaciones se mantienen, pues es «una especie que está perfectamente adaptada», destaca este ornitólogo y profesor segoviano, quien precisamente destaca ese poder de hacerse a los nuevos modos de vida. Pero, apostilla, encuentran «problemas» cuando las obras de restauración de edificios impiden el acceso a esos huecos en los que fielmente cada año anidan y es el único momento en que dejan de aletear. También, que las nuevas construcciones apenas tienen resquicios en los que entrar.

Y más allá de los datos ornitológicos, Casaux destaca que «para nosotros es muy importante añadir un valor más al Acueducto como soporte de la biodiversidad».

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