CULTURA

Paoletti: «Solo la poesía consigue en diez palabras fijar toda una vida»

Se presenta este jueves en la Biblioteca de Castilla-La Mancha la poesía reunida del escritor argentino

Mario Paoletti en su casa toledana con su gata Pipa
María José Muñoz

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Este jueves, 25 de octubre, se presenta en la Biblioteca de Castilla-La Mancha (19 horas) el libro «Amar es la cuarta parte del problema», que, editado por Vitruvio, reúne toda la poesía escrita por el argentino Mario Paoletti (Buenos Aires, 1940) a lo largo de su vida. Afincado en Toledo desde hace 40 años, Paoletti dice seguir sintiéndose argentino, pero también «español, escritor, flaco (aunque antes fui gordo), excanceroso y adicto a la tortilla de papas con cebolla. Todas esas son ahora mis patrias», dice.

Encarcelado en su país durante la dictadura del general Videla, consiguió asilo político en España, y en 1983 llegó Toledo para dirigir el Centro de Estudios Internacionales de la Fundación Ortega y Gasset. Ya jubilado, recibe a ABC en su preciosa casa del Embarcadero, junto al Tajo. Su «Poesía reunida» (1973-2018), que mañana presenta en Toledo, viene marcada por un verso de su poema «Entero improbable»: Amar es la cuarta parte del problema./otra cuarta parte es que te quieran/y otra que ese amor sea posible./Pero aun si tienes todo eso/ te faltará la increíble cuarta parte/ de que el amor no se te vuelva pena.

¿Es el amor el factor fundamental que mueve su creación poética?

Dante Alighieri decía que el amor es el que mueve al sol y a las estrellas en la «Divina Comedia» y, sí, el amor es la materia principal de la poesía. Pero hay tantos tipos de amor como tipos de personas y, tal y como dice ese poema mío, la poesía trata de amor y de desamor, y casi le diría más de desamor que de amor. Porque el amor cuando se pierde deja un dolor aún más profundo que el placer que deja cuando llega.

¿Ese dolor anima a la creación poética más que la felicidad amorosa?

Claro, porque hay que buscar la forma de explicarse lo que pasó. Garcilaso lo encontró diciendo aquello de «quién me dijera, Elisa, vida mía...», la fugacidad del amor; Neruda, con «puedo escribir los versos más tristes esta noche, ya no la quiero es cierto, pero tal vez la quiero»...

En su poesía, ¿qué porcentaje hay de amor y qué de otro tipo de cosas?

Yo vivo realmente agradeciendo la suerte que tengo. Suerte no es que no te pasen cosas malas sino que esas cosas malas terminen bien. Yo estuve preso cuatro años en Argentina, y acabo de tener un cáncer, pero todo eso término bien. Y he tenido la suerte de conocer a Pilar (Pilar Bravo, su esposa) hace 26 años, aquí en Toledo.

De esos 4 años de prisión, uno estuvo incomunicado. Lo cuenta en su novela «A fuego lento». ¿Cómo pudo soportarlo?

La soledad a mí no me perjudica. En los grupos grandes de gente yo me siento nervioso, y si hay mucho ruido no puedo pensar. A veces, la soledad es una solución. Yo hubiera querido estar más solo todavía en prisión porque los que me venían a visitar me hacían daño. Eran gente con muy malas intenciones que querían saber más cosas de las que existían. Y como no aparecían, te hacían mucho daño.

Sufrió torturas.

Las dictaduras militares, ya sabe cómo son. Digamos que me trataron mal. Lo cuento en el libro. Algunas noches me provoca aún pesadillas.

Tenía usted 36 años entonces y trabajaba en el periódico El Independiente, que dirigía su hermano.

Precisamente por ello me metieron preso. Fue muy duro. Además de lo que significa la prisión, había una cierta inquina, un deseo de causar daño. Pero todo eso pasa y deja experiencia, se aprende a amar más la vida. En realidad, las dificultades, si no son tan terribles que se acaba todo, te dan un margen de supervivencia con mucha experiencia y deseos de vivir. Yo tuve la suerte de que los militares me propusieron echarme del país. Mi familia pidió asilo político en España y en 1980 me lo concedieron. Todo eso lo cuento en unas memorias que saldrán en 2019 o 2020, y que se llaman «Memorias de un renegado». En ellas cuento toda la etapa de la cárcel.

¿Qué opina de los poetas actuales y de esa eclosión poética que parece existir, favorecida por las redes sociales?

Creo que lo que está pasando es que los adelantos tecnológicos, más que las redes sociales, han tendido a la síntesis. Y la poesía es la super síntesis. Ahora, pensar en una novela de mil páginas como «Guerra y paz» de Tolstoi es inimaginable, es que nadie la leería. Incluso te mirarían como si estuvieses un poco loco. Nadie tiene tiempo para mil páginas. Entonces, se tiende a la síntesis.

¿En cuanto a facilidad, comodidad?

La síntesis es difícil de hacer y fácil de leer, y la poesía es la super síntesis. Porque busca la esencia, no se pierde por las ramas. Se le pide al poeta que fije con pocas palabras hechos muy difíciles de explicar. Hay conceptos que han quedado fijados por la poesía y ya los decimos por las palabras que utilizó el poeta. Son ideas fuerza que esencializan un estado de cosas. Solo la poesía consigue en diez palabras fijar toda una vida.

Sus poetas preferidos.

Básicamente los del Siglo de Oro español. De ellos, mis preferidos son Garcilaso, de una finura exquisita, San Juan De la Cruz, y Jorge Manrique.

Pues mire, se ha venido a vivir a Toledo, donde ellos también vivieron.

Y alguno de ellos paseaba por aquí, cerca del río. Y después de ellos, otros poetas que más me llamaron la atención fueron Machado y Miguel Hernández. Lorca también, pero me interesa más el Lorca del teatro que el poeta. Sobre todo me deslumbró de él «Yerma», «Bodas de sangre» y «La casa de Bernarda Alba». Es un andaluz que fijó muy bien los datos esenciales del castellano porque «La Casa de Bernarda Alba» es Castilla pura, la Castilla sobria, recia, jodida, dura, dura, dura...y después, Miguel Hernández, que además es tan buena persona. Cuando uno lo lee, además está con el.

En marzo de 2019 se estrenará en el Teatro de Rojas de Toledo su obra «La Higuera», sobre los últimos momentos de la vida del Che Guevara. ¿En qué trabaja ahora?

Hace poco más de un mes terminé otra obra de teatro que se llama «La traición de Don Quijote». Siempre me quedó la duda de por qué Cervantes creyó necesario que Don Quijote se arrepintiese de haber sido caballero andante en la escena final del libro. Pero lo que realmente me interesó es qué pasó con el pobre Sancho, a quien Don Quijote le comió la cabeza para que se fuera con él, y le convenció de que lo único que vale la pena en el mundo es luchar contra la injusticia. Y después lo dejó tirado. Y Sancho se lo reclama, se lo reprocha.

¿Y ahora, qué espera de la vida?

Me dedico a vivir con la mujer a la que amo. Esta casa es una felicidad en sí misma. Vivir aquí junto al río es una especie de estar en Toledo y no estar en Toledo. Entre mis proyectos está tener el cáncer a raya y ser todo lo feliz que pueda sin utilizar a nadie para poder serlo.

¿Es eso posible?

No lo sé. Ya veremos.

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