Gonzalo Bilbao y sus admiradores después de la cena típica toledana
Gonzalo Bilbao y sus admiradores después de la cena típica toledana - PABLO RODRÍGUEZ
ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Urabayen, Camarasa y una revista centenaria

Por la publicación «Toledo» pasó toda la intelectualidad de la época

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Este año de 2015 ha cumplido cien años la emblemática revista Toledo, el 1 de agosto, concretamente, y el Ateneo Científico y Literario de Toledo y su Provincia no ha querido que pasara olvidada esta efeméride. Así pues, yo mismo en su nombre hablé de la revista –de su impresión y papel, de sus distintos nombres y periodicidad; de la publicidad y de sus distinguidos colaboradores, bien como articulistas, bien como ilustradores (fotógrafos y dibujantes y autores de planos y diagramas), bien como pintores y acuarelistas, etc.), y de su creador y principal valedor, Santiago Camarasa, pues en ella se hizo presente como gerente y editor, como editorialista, como autor de numerosos artículos firmados de múltiples maneras y, también, como fotógrafo.

Es enorme la cantidad de colaboradores a lo largo de los quince años de la revista, pues se prolongó hasta el 30 de diciembre de 1930, unos meses antes de que Camarasa, obligado por circunstancias adversas, se marchara definitivamente a Madrid. Sólo volvería a Toledo un par de veces hasta 1957, año en que murió.

Y entre esa ingente nómina de periodistas, articulistas, artesanos, médicos, abogados, arquitectos, militares, escritores, novelistas, poetas, profesores y representantes del clero, todos ellos colaboradores, en contadas ocasiones se encuentra Félix Urabayen, pero valga el presente artículo para recuperar de la revista una fotografía del escritor navarro-toledano muy poco conocida.Y con ella se introduce Félix Urabayen en la revista, núm. 199, correspondiente al mes de septiembre de 1923, con motivo de un homenaje al pintor sevillano Gonzalo Bilbao que un grupo de intelectuales toledanos y amigos del pintor le tributan en el cigarral de Ariz.

Se ve a Félix Urabayen sentado en primer plano rodeado de otros amigos y admiradores del pintor, entre ellos el Deán Polo Benito, Julio Pascual, Ángel Vegue Goldoni, Francisco San Román y a Juan y Santiago Camarasa. Con motivo de la muerte de M. Barrès en París en abril de 1924, hubo en Toledo una concentración de toledanistas, escritores e intelectuales y otros amigos del escritor francés, entre los que se encuentra Félix Urabayen, como se manifiesta en el número 206 de la emblemática revista, y deciden hacerle un homenaje y solicitar al Ayuntamiento que dedique la calle del Barco a Maurice Barrés.

Por ello, es muy posible que se encontrara también Urabayen entre Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Insúa, Alcalá Galiano, Marquina y otros asistentes al homenaje que se le tributa aquí, en Toledo, en junio de 1924 y se da su nombre a la empinada calle del Barco.

En el número 213 de la revista, correspondiente al mes de noviembre de 1924, se informa de dos Cursos de Inspectores de Primera Enseñanza, que se han desarrollado entre el 17 y 29 de ese mes. Estos cursos, además, implicaron una serie de visitas a lugares de interés cultural y artístico de la ciudad. Y entre los cursos y las visitas programadas, hubo una serie de conferencias impartidas, entre otros, por F. de Borja de San Román, director del Museo Provincial y delegado regio de Bellas Artes, por Félix Urabayen y por D. Agustín Rodríguez, prestigioso canónigo de la Catedral vilmente asesinado por las hordas republicanas en agosto de 1936.

En el cuerpo de la noticia, se anuncia con entusiasmo que la conferencia de Félix Urabayen será publicada en varias entregas de números posteriores con el título de «Cómo han visto Toledo y su paisaje algunos escritores del siglo XX». Y así ocurre en los números 216, 217, 218 y 219, correspondientes a los meses de febrero, marzo, abril y mayo de 1925. En este amplia conferencia, adecuada, luego, a artículo periodístico y corregida y ampliada para publicarla en las páginas del diario madrileño El Sol, de donde lo recogió Leoncio Urabayen, sobrino del escritor, para su libro Folletones en El Sol de Félix Urabayen, el escritor navarro-toledano da cuenta de «los prosistas que en llano romance o en docta prosa, dijeron algo sustancioso de Toledo».

Entre ellos se detiene en Teófilo Gautier y su libro Viajes por España; también en Bécquer, del que dice que «a semejanza de Toledo, está siempre triste», en Galdós, autor al que admira y respeta sobre todos: «A la fuerza creadora de un Balzac, une Galdós la ternura de un Dikens», en Blasco Ibáñez, el «admirable colorista levantino»; en Manuel Bartolomé Cossío... De este escritor afirma que es el «que más adentro ha penetrado en el alma de la raza. Mezcla la historia a los ingredientes de la realidad con tan soberana pujanza, que Toledo emerge de sus páginas con aquella sobriedad y aquel justo trazo de pincel que dio vida a los famosos caballeros del Entierro».

También repara en las respectivas novelas de ambiente toledano de Baroja y de Azorín, y en Doña Martirio, de López Roberts, a la que califica de «obra esencialmente toledana». Ortega y Gasset también encuentra su comentario. Helo aquí a modo de conclusión: “Para nosotros la visión más perfecta que Ortega y Gasset nos ofrece de Toledo, se condensa en estas líneas: «Desde todas partes y en todos sus puntos Toledo es alucinante y desmesurado. Nada más cierto. Tan desmesurado y alucinante, que los esfuerzos del artista –pintor, literato o poeta- se estrellan ante el impenetrable secreto de su luz dorada».

En la última entrega hace referencia a Maurice Barrés, del que señala que «El gran secreto del triunfo de Barrés reside en la belleza de su estilo, en el dinamismo de sus vocablos y sobre todo en su melancólico semitismo»; y a Francisco de Borja de San Román, «uno de los valores más puros del Toledo actual. San Román es un evocador del Toledo clásico de nuestro siglo de oro», y termina su colaboración en la revista con el comentario dedicado a Vegue Goldoni, «que escribe en un estilo irreprochable, y en la maestría con que describe el paisaje toledano, se adivina al pintor que tal vez duerme bajo su grave caparazón de crítico de arte», y con Navarro Ledesma, «escritor clásico entre los clásicos». Su musa «estudia Toledo, se acerca al Tajo y lo canta con el temblor voluptuoso de nuestros más altos poetas».

No obstante, la colaboración de Félix Urabayen en el quehacer periodístico de Camarasa se había producido años antes, pero en la revista Castilla, también fundada en 1918 por el periodista y empresario toledano, pues en ella publicó su primer artículo, en el número 5, correspondiente al 25 de mayo de 1918, «Ante la tumba del poeta», en el que glosa la figura de Garcilaso y manifiesta sus impresiones ante su tumba en San Pedro Mártir.

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