VIVIR TOLEDO

El periodista Tomás Gómez de Nicolás García-Brazales (1891-1982)

Hijo de un eximio facultativo fallecido en 1907 y testigo de la vida toledana del primer tercio del XX que llevó a la prensa madrileña

El periodista Tomás Gómez de Nicolás García-Brazales (1891-1982). Fotografía publicada en Toledo. Revista de Arte (15 de agosto de 1916) tras conseguir el primer premio de un concurso de cuentos

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

En los inicios del siglo XX toledano Tomás Gómez de Nicolás Granados (1860-1907) ya era un reputado médico de la Beneficencia Municipal, del Cabildo catedralicio, de la Fábrica de Armas y de sociedades obreras. Fue un activo afiliado del republicanismo que, en el cambio de siglo, integraba a personajes como Julián Besteiro, Luis de Hoyos, Enrique Solás, Casiano Alguacil o el pintor José Vera. Fue concejal entre 1900 y 1906 y su firma se prodigó, entre otras cabeceras, en la prensa local ( La Idea ), madrileña ( El Pueblo ) y profesional ( La Gaceta de Médicos ). Se casó con Rosario García-Brazales y Benito. El matrimonio tuvo tres hijos María Salomé (1889-1984), Tomás (1891-1982) y Fidel que falleció con quince años en 1909.

Desde joven, Tomás siguió los pasos paternos con el mismo ideario político y en el mundo de la prensa. En 1923 se casó en Madrid con Dolores de Armijo y Fernández de Alarcón (1901-1991) naciéndoles tres hijos varones. Trabajó en el Colegio Oficial de Médicos de Toledo en cuyos orígenes (1901) intervino su padre.

Ecos políticos y literarios

Tomás Gómez de Nicolás García-Brazales se integró en diversas iniciativas en la ciudad como fue un prometedor -pero fallido- Ateneo (1915) alentado por Díaz Ufano, o sus apoyos al Centro de Turismo y a la Casa del Maestro . Perteneció a la Agrupación al Servicio de la República, creada 1931 por Ortega y Gasset, Marañón y Pérez de Ayala que, en Toledo, presidió el doctor Isabelo Perezagua, vinculándose los colegas Nicolás Peñalver y Ramón Delgado , los abogados Cándido Cabello y López-Brea y el industrial Justo García que después sería alcalde de Toledo. Precisamente, en la etapa republicana, el Ayuntamiento, al cambiar los nombres de varias calles, acordó que la plaza de San Nicolás llevase el nombre de su padre, facultativo de la Beneficencia.

En la segunda década del siglo XX la prensa toledana vivió una feliz época. En 1914, llegaron a existir doce cabeceras, algunas eran de información general, otras difundían idearios católicos, progresistas, radicales o republicanos. En 1915, Santiago Camarasa creó la célebre Toledo. Revista de Arte que alcanzó hasta 1931. Aquel rico sustrato explica que, en 1914, naciese la Asociación de la Prensa de Toledo que presidió Constantino Garcés (director de La Campana Gorda ), reuniendo en la directica a Virgilio Álvarez, Julio González, Román Ariz, Tomás Gómez de Nicolás y Clemente Álvarez, más los vocales, Antonio Piga, Saturnino Rodríguez y Cándido Cabello .

Como escritor, en 1916, ganó un concurso de cuentos promovido por la citada revista Toledo con su obra «Evocaciones y nostalgias». En 1924, solicitó junto a Cossío, Zuloaga, Azorín, Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala, Urabayen y otros relevantes apellidos más que se dedicase la calle del Barco al escritor francés Mauricio Barrés. En 1927, fruto de sus amistades con inquietudes literarias, en El Practicante Toledano , Francisco Machado, subdirector de la Prisión de Toledo (cuya biografía publicó Enrique Sánchez Lubián en 2005) le dedicó el poema «La Vida y la Muerte».

Las últimas noticias públicas halladas de Gómez de Nicolás afloran en el Boletín Oficial de la Provincia de Toledo . En 1940 le citan como «Oficial de la Secretaría que fue del Colegio Oficial de Medicos», instándole a comparecer ante un juez militar «para constituirse en prisión» o declararle «rebelde» en caso de no hacerlo. En 1943 figura en un listado de personas sujetas a expedientes de responsabilidad política, siendo sobreseído su caso meses después. Desconocemos su trayectoria posterior. Falleció en Madrid, el 19 de noviembre de 1982.

Corresponsalía de El Imparcial

Entre la actividad periodística de Gómez de Nicolás destaquemos su labor como corresponsal en Toledo del periódico madrileño El Imparcial , autodeclarado como «diario liberal», fundado por Eduardo Gasset y Artime en 1867. Sus colaboraciones más regulares aparecieron, entre 1922 y 1924, bajo cambiantes antetítulos como fueron Cartas toledanas , Carta desde Toledo o Crónicas toledanas , siguiendo las entradillas remitidas por otros redactores desde distintos lugares. Pero también publicó reflexiones generales sobre aranceles, obligadas tasas, las figuras caciquiles de las provincias, las exportaciones artísticas al extranjero o el maltrato hacia los animales.

Los asuntos más localistas de nuestro corresponsal no incidían en la enfática glosa que los articulistas de Toledo solían aplicar a propósito de su historia, su tesoro artístico o el tipismo de sus rincones. Así, con ironía y sarcasmo, advertía sobre la viva «erupción del toledanismo», guardián de no tocar las esencias intangibles de la ciudad -como reiteraba Santiago Camarasa -, afirmando que podría llevar a prohibirse en las calles los «grupos de más de tres personas». En otra ocasión, Gómez de Nicolás exponía la necesaria búsqueda de alguien de relieve capaz de catalizar el sentido profundo de la ciudad, como fue Ganivet en Granada, para ir más allá del mayoritario interés por su historia o de las «incompletas» visiones de Galdós y Barrés . En otros textos apunta que la tranquila intelectualidad local debería abrir el foco de una población ensimismada en su propio molde y sin serios proyectos de futuro. Señalaba que Toledo parecía tener la obligación de mantenerse intacta para agradar al visitante que, al regresar a Madrid por la tarde, consideraba la ciudad como «un coto de caza para su recreo ¡Que nadie toque una liebre! Y a nosotros nos encomendaba el papel de guarda mayor». En la misma línea crítica, ante una fallida concesión para ubicar estudios universitarios en la ciudad, frente al afán demostrado por Sevilla, concluía con amargura: «Toledo no sabe pedir. Pide sin esperanza alguna, para que no prescriban sus derechos».

En otros artículos abordó claves casi costumbristas, como su afecto por el albaricoque de hueso dulce, un modesto albacea del paisaje cigarralero y de recuerdos infantiles. Otros focos los dirigió al cierre del Café Imperial, a rancios concursos de las ferias de agosto o a la biología de las anguilas a propósito de añosas ideas sobre dicho pez del Tajo. Citemos un texto de corte poético en torno a las aves urbanas para calificar a las golondrinas de los patios como elegantes, de aspecto aristocrático y «niñas bien» frente a los humildes y «desorganizados» gorriones callejeros, es decir, «el pueblo mismo hecho pájaro» que con su «traje de pana descolorida» mueve a la simpatía. El 11 de marzo de 1923, Gómez de Nicolás , comentó la excursión de Einstein a Toledo, sin tener que repetir ninguna de las conferencias que siempre impartía allí donde acudía. Aventuró que «el sabio lo que anhelaba era la satisfacción de vivir unas horas libres, infantiles, naturales, alegres». Y parece que acertó. El propio científico escribió en su diario que su jornada toledana fue «uno de los días más hermosos de mi vida».

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