Una mujer, hace 25 años, pasa por la puerta de la plaza de toros, que hoy sigue prácticamente igual. Algunas cosas no cambian
Una mujer, hace 25 años, pasa por la puerta de la plaza de toros, que hoy sigue prácticamente igual. Algunas cosas no cambian - A.P. Herrera
25 ANVERSARIO ABC-TOLEDO

Una ciudad en tránsito

Hace un cuarto de siglo, Toledo era una ciudad en construcción

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Veinticinco años pueden ser un soplo en la Historia colectiva, pero también un largo periodo de tiempo en el día a día de los habitantes de una ciudad. Un día cualquiera de 1991 mostraba un Toledo aún en construcción. La gente compraba el periódico por 80 pesetas, y lo mismo pagaba por un café en un bar.

En el Ayuntamiento ocupaba el sillón principal el socialista Joaquín Sánchez Garrido, y en el Palacio de Fuensalida «reinaba» el ya todopoderoso José Bono. «Abajo», como dicen aún muchos toledanos viejos, la Avenida de Europa estaba recién hecha, y muchas de sus manzanas ni siquiera existían.

Entonces, la ciudad estaba habitada por 59.802 almas y el Parque de las Tres Culturas era un auténtico descampado. La Fábrica de Ármas no era campus universitario, y en las naves y barracones de la empresa nacional Santa Bárbara que hoy ocupan los universitarios, aún trabajaban obreros.

La otra actual sede universitaria, San Pedro Mártir, era un edificio cerrado a cal y canto, y, cerca, el hoy centro cultural San Marcos se venía prácticamente abajo y era utilizado como almacén municipal para guardar hasta camiones.

Poco después se acometerían las obras de las riberas del Tajo, bajo el mandato de Sánchez Garrido el tramo comprendido entre el Barco Pasaje y el Puente de la Cava, y desde aquí hasta la Clínica del Rosario (en plena ebullición asistencial entonces), con Agustín Conde en la Alcaldía.

Ni la Biblioteca Regional ni el Museo del Ejército existían, y el imponente edificio del Alcázar que hoy los alberga funcionaba como Caja de Reclutas (aún había mili). En el Casco Histórico colgaban por entonces los grandes carteles del «Toledo a plena luz», programa de rehabilitación de fachadas que la Junta puso en marcha para adecentar la cara de una ciudad que necesitaba reactivar su barrio antiguo, y no solo para el turismo.

El Casco era el escenario donde se desarrollaba la vida de ocio de muchos jóvenes toledanos, especialmente en la discoteca Sithon’s y la boite Garcilaso (hoy sala Los Clásicos). En la primera, la entrada, con derecho a consumición, costaba 250 pesetas (ahora unos seis euros), y las galerías del Miradero (hoy reconvertidas en Palacio de Congresos), si bien habían perdido su esplendor de los ochenta, aún atraían a muchos en las noches de juerga a bares como el «Niebla», «Los Tigres», el «Roca» y, cómo no, el pub «Zaida», donde se fraguaron los primeros escarceos de tantos.

En los bares de la zona se aplacaba con tapas y bocadillos el hambre de las madrugadas de marcha, pero muy pronto serían sustituidos por las hamburguesas del McDonalds, que abrió sus puertas en 1991 en pleno Zocodover sobre las instalaciones del bar «La Botica», lo que constituyó todo un acontecimiento en una ciudad provinciana que poco a poco despegaba hacia el tercer milenio.

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